sábado, 16 de octubre de 2010

La boda

El reloj del vestíbulo tintineaba insistentemente marcando las horas Eran las doce de la noche cuando Gabriela abrió la puerta de su apartamento, agotada después de un día largo de interminable trabajo. Para evadirse había decidido ir al cine de la esquina, donde proyectaban una reposición de la película La gran Evasión.
Nada más entrar se quitó sus altos tacones y, dejando su elegante abrigo beige de cachemir en el perchero, se dirigió hacia la consola y cogió de una bandeja un sobre rectangular con sus bordes de oro. Lo abrió con desgana y su corazón se agitó cuando leyó con estupor quiénes eran los contrayentes y protagonistas de la boda a la que había sido invitada. Carmina, su mejor amiga desde el parvulario, se casaba con Juan, el hombre del que su hermana Conchita había estado perdidamente enamorada. Él era un abogado laborista de mucho éxito en la ciudad, muy arrogante y pretencioso. Aunque nunca le dio esperanza alguna a su hermana, esta siempre lo amó.
Gabriela, mirando fijamente la elegante cartulina, soltó una vulgaridad con un lenguaje impropio de ella. No podía ir a esa boda ni tampoco se lo diría a su hermana.
Para desconectar de todo lo que le había acontecido durante el día, encendió la radio y mientras esta trasmitía una suave melodía se dio una reconfortante ducha de agua caliente. Ésta resbalaba por su cuerpo y ella no dejaba de pensar en mil cosas, una de ellas su trabajo; no estaba en su mejor momento. Todo le parecía  un auténtico caos.
El teléfono sonó en el dormitorio. Gabriela no lo oía debido a la lejanía del baño y éste insistía una y otra vez. Lo cogió con indolencia mientras envolvía su cuerpo en una suave toalla.
Al otro lado del hilo una voz angustiada le informaba de que del laboratorio donde trabaja  había sufrido un escape de radioactividad debido a unos experimentos con Torio de los cuales ella era coordinadora. Se requería su presencia en el laboratorio para protocolo de seguridad.
Nerviosa y sin control, pensando que aquel accidente era consecuencia de la grandiosa evolución de la ciencia, regresó al baño donde tiró con el codo un bote de esmalte que descansaba en la repisa. El bote cayó al suelo derramando todo su contenido sobre el blanco suelo de mármol haciendo una extraña figura abstracta.
No se vendría abajo, afrontaría todo  con valentía…
De lo que sí estaba segura es que no iría a la boda de su amiga.

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