jueves, 30 de diciembre de 2010

El Despertar

Durante las cinco horas siguientes nadie podía imaginar que sobreviviera a tan tremendo accidente. Pero Lucas estaba allí. Inerte, en coma, en una cama del hospital, después de sufrir un fuerte choque frontal cuando iba en su flamante moto contra un camión de alto tonelaje que circulaba por la carretera comarcal 305.
En la cabecera de su cama, su madre reza cada día por su recuperación.
Después de tres interminables años y cuándo parecía estar todo perdido, una mañana, mientras una enfermera le aseaba los pies, se da cuenta de un movimiento convulsivo.
Más tarde, antes dos médicos y una enfermera, Lucas abre los ojos cómo si acabara de nacer y no recuerda nada del tiempo que ha estado en estado comatoso.
Después de una rehabilitación severa y cuando se incorpora a la vida cotidiana, empieza a recopilar experiencias sobrenaturales de enfermos que han estado en coma como él. Todos los entrevistados coinciden en la realidad que vivieron y que forma parte de una maquinaria de precisión enorme e invisible en la que toda acción provoca una reacción.
Los acontecimientos están encadenados entre sí y las cosas no se provocan por casualidad.
Un día, Lucas llega a su casa después de una jornada intensa de trabajo, ve en la bandeja del mueble de la entrada un sobre de color malva muy abultado. Lo abre con curiosidad expectante y envuelto cuidadosamente en papel acolchado hay un crucifijo sin la sagrada figura de Jesús. En un pequeño sobre escueta una nota sin firmar: Mañana a las 9 en el Convento de las Hermanas Clarisas. No faltes.
A la mañana siguiente y puntual como suele ser, Lucas llega al convento pero el gran portón está cerrado. Mira hacia todas direcciones por si alguien le espera. La puerta se abre lentamente con un chirrido que hace volver la cabeza a Lucas sorprendido.
Entra en la iglesia medieval y observa la vidriera bicolor que corona la cúpula y que proyecta una misteriosa claridad en la estancia. Tras el ábside de la iglesia una monja de rodillas reza haciendo que parezca un murmullo fantasmal.
Lucas después de santiguarse se acerca a la monja. Ésta lo mira y él reconoce en sus ojos algo que le era familiar pero no sabe precisar con exactitud lo que es.
La monja le da un sobre que saca del bolsillo de su hábito y desaparece por la puerta de la sacristía.
Lucas en unos segundos sale a la calle intrigado por lo sucedido.
En casa lo abre y encuentra la figura de Jesús que encajaba con la cruz que le han enviado unos días antes.
Todo es tan irreal que sale de nuevo a la calle, entra en una cafetería y pide un cóctel. En ese instante una voz melodiosa le dice al oído:
- No te puedes permitir el lujo de beber, tienes que estar despejado para lo que tienes que vivir ahora.
Esa voz no es la primera vez que la oye. A su lado no hay nadie.
Por la noche cuando intenta dormir y dejar de pensar en lo sucedido, la misma voz le dice:
- Lleva el crucifijo al Hospital del Corazón de Jesús, va a haber una catástrofe y se necesita su presencia allí.
En la calle la lluvia poco a poco se va convirtiendo en nieve…
A la mañana siguiente, aquellas palabras le dan vueltas en la cabeza. No sabe si ha sido un sueño o ha sido realidad.
Decide ir a ver a una persona de su confianza, un físico amigo de su padre que en su juventud tuvo fama internacional. Después de contarle su historia a partir del accidente le contesta escueto y con cara seria:
- Sólo la divina providencia guía nuestros pasos. Obedece su voz.
Después de llevar el crucifijo al hospital se produce un movimiento sísmico.
Todos los heridos son trasladados al Hospital del corazón de Jesús y sobreviven milagrosamente a sus heridas.
Nada es casualidad, todo está escrito desde que nacemos. El Dios unipotente sigue nuestro destino desde su gloria y nadie puede escapar de él.

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