viernes, 7 de enero de 2011

La Jaula

Desde la ventana de mi jaula dorada veo el ir y venir de las gentes.
Cuando la ciudad despierta abro las cortinas y un día gris me saluda. Siempre fueron estos días grises nefastos para mi estado de animo pero quizás hoy no me asome me dije murmurando para mi sola.
Y cuando estoy a punto de cerrar las cortinas reparo en una anciana que arrastra los pies en sus pasos lentos, atraviesa el paso de peatones del semáforo en la hora punta y se nota que todos tienen prisas. Los agobiantes trabajos esperan y las gentes parecen llegar tarde.
Me distraigo unos momentos con cosas poco importantes cuando un chirrido ensordecedor de neumáticos me sobresalta.
La anciana que minutos antes estaba observando cae al suelo como un muñeco de títeres. La gente se aglomera curiosa a su alrededor y no me dejan ver con claridad lo que ocurre, me pongo de puntillas pero no consigo tener mejor perspectiva visual.
Un ruido repetitivo de sirenas se apodera del ambiente, la mujer yace en el suelo inerte cuando alguien con autoridad despeja a los curiosos que no se van.
Yo desde mi atalaya sigo mirando con interés y observo como una nebulosa negra de tamaño homogéneo se acerca a la anciana. No consigo ver lo que es exactamente, pero aquella masa intenta levantarla del suelo con movimientos seguros y con mucho brío. Puedo ver unos ojos rojos centelleantes que me horrorizan.
, Dudé unos por momentos si fue verdad o una ilusión óptica,
La mujer por un instante levanta los ojos hacia mí pidiendo auxilio, como si fuera la única persona que me diera cuenta de su situación de peligro.
Un enfermero se acerca a la anciana y la tapa con una manta térmica. Le pone un collarín y la suben a la ambulancia pero un espasmo convulsivo rompe la aparente calma. Los dos médicos acuden con premura a abrirle la boca descubriendo que la lengua le bloquea la traquea. Sin más dilación y tirando de ella con precisión logran salvar su vida.
Al instante todo queda igual que antes del accidente, las personas con prisas caminan de un lado a otro.
Yo tengo un sentimiento amargo que queda dentro de mí y que no sabría descifrar, yo quisiera haber podido ayudarla pero mi jaula no tiene puertas y solo puedo mirar hacia fuera.
Pasadas unas semanas, veo pasar por el mismo semáforo la misma anciana, cruza el semáforo y mira hacia arriba. Me ve y se sonríe.
Y ahora veo con regocijo como una joven con minifalda exagerada pisa con decisión causando la admiración por donde pasa.
La joven pelirroja de pómulos constelación de verano repleta de pecas me llama la atención y me sobresalta cuando veo una terrible aureola a su al rededor de color rojo como la grana.
Me dan ganas de llamarla de advertirle que algo malo la persigue, pero mis gritos no se oyen pues el cristal de mi ventana es grueso y nada puedo hacer.
Ya en el ocaso de la tarde cierro mi cortina y me pongo a pensar que el día ha sido entretenido pues he vivido muchas vidas y solo observando tras el cristal y desde mi ventana.

1 comentario :

  1. No sé como lo haces, pero me tienes siempre en vilo hasta el final. Eres estupenda.
    Un besazo y gracias por colaborar en mi blog.
    Un besazo

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