miércoles, 23 de febrero de 2011

La Mirilla

El viento soplaba levantando las olas inundando la playa y azotaba sin piedad la robusta puerta del faro, que impertérrito aguantaba las inclemencias del tiempo.
La curiosa mirilla de la puerta no pudo con las acometidas de las olas y sorprendida por una de ellas cayó sobre el frío suelo y parpadeó un par de veces asustada por su nueva situación.
Una ruda bota fortuitamente le dio un puntapié y la situó bajo una húmeda alfombra. Desde ese momento todo empezó a ser diferente y mirando a su alrededor se asombró de la muchedumbre de ácaros que habitaban bajo la mojada alfombra que ahora festejaba la nueva humedad.
Un taconeo inesperado la despertó de su ensoñación. Una niña se sentó en una silla frente a ella y vio como acariciaba con mimo su raída muñeca. Mientras sus padres se miraban con complicidad de enamorados.
De repente una virulenta tormenta se desencadenó e inundó el faro. Todos salieron apresurados de éste. Pero yo no pude…
Al día siguiente unos hombres forzudos enrollaron la alfombra llevándome consigo.
En el viaje quedé profundamente dormida. Cuando desperté vi ante mi multitud de enormes mirillas. Una de ellas me miró con ternura y me dijo; “siempre quise tener un hijo”.

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