miércoles, 16 de febrero de 2011

La Siega (III Parte)

III PARTE

El señor conde del Zarzal cuando termina la primera fase de la recogida, llama a Eufrasio a su despacho para comunicarle lo satisfecho que estaba por los resultados obtenidos, pidiéndole que organice una fiesta de ramo para todos los que han trabajado en la recolección.
Cuando las haces reposan apiladas en el granero, se abre la puerta del corral de la parte trasera de la casa grande, los hombres engalanados con sus ropas de domingo acuden a la cita donde hay en tres mesas abundantes bandejas de chorizo, patatera y tocino de la mejor calidad; una cuba de vino de pitarra hizo que más de dos perdieran la conciencia de donde estaban, con el consiguiente resultado de tener que acostarlos en el granero hasta pasarles la borrachera.
Todos los habitantes de la finca conocían la integridad y bien hacer de Eufrasio menos los leoneses por ser la primera vez que acudían a la finca como contratados.
Por la mañana después de la fiesta Eufrasio llama a todos los segadores para pagarles el jornal y dar por terminada la recogida, para su tranquilidad.
Con su libreta de anotaciones en la mano va nombrando bien por nombres o por alias uno a uno y les paga según lo convenido por haces de trigo recogido. Pero cuando aún quedan cinco hombres por cobrar la bolsa de tela en la que estaba el dinero de los segadores está vacía, falta dinero… alguien estuvo en su habitación durante su ausencia y mientras se festejaba la fiesta.
Un perro mugriento aparece entre el tumulto de los trabajadores que alborotados comentan la falta de dinero para pagar a los últimos de la lista.
El día era limpio; el sol brillaba entre las hojas matizando la penumbra de dorados las aves alzaban ruidoso su vuelo, una culebra se escurría entre las secas matas haciendo crepitar la hojarasca. El mugroso perro más que ladrar parece querer que alguien le siga.
Eufrasio se acerca al perro y calmándolo lo sigue. Caminaron unos veinte metros y el perro se para entre unos haces de trigo que no habían sido contabilizados por él, y allí apareció el cadáver de un hombre entre la hojarasca.
Durante un par de días de sospechas el suceso vino a incorporarse a la serie de extraños e inconexos acontecimientos que sucedieron en la finca durante la estancia de los leoneses. El cadáver apareció entre los haces de trigo, sentado en el suelo, la cabeza caída sobre su pecho cubierta por un sombrero de paja y la espalda reclinada sobre una pequeña roca, las piernas extendidas y los pies descalzos abiertos señalando el camino, las plantas de los pies negras de haber caminado descalzo por el cercano bosque.
Eufrasio llama a la comandancia de policía más próxima y cuando esta hace su aparición en la finca reúnen a todos los trabajadores y, después de interrogar uno a uno los leoneses acusan a Eufrasio de no tenerles simpatía, desde entonces es el número uno de los sospechoso.
A solas y con amargura Eufrasio pensó: “La suerte no puede durar siempre”, recobrando poco a poco una pizca de dignidad que sentía estaba perdiendo.
Por el momento él es único sospechoso de un crimen que aún no ha sido aclarado y que niega con rotundidad haber cometido. Las pesquisas que se hicieron fueron muy laboriosas, todos los indicios apuntaban hacia el capataz, por no tenerle simpatía desde el primer día que le miro a los ojos. Estas fueron las declaraciones mal intencionadas que hicieron sus compañeros leoneses y esto fue suficiente para que se lo llevaran preso hasta aclarar los hechos.
Mientras, los hombres del capataz, seguros de que no había sido su patrón hacen una búsqueda por el cercano bosque para encontrar al culpable. Cuando llega la noche arrojan brasas de leña al fuego hasta que las llamas se alzan siguiendo muy altas y el aire aventó enormes bocanadas de chispas en la oscuridad de la noche haciendo que surgiera una gran claridad. El silencio de los hombres era cortado por el movimiento de la hojarasca al pasar algún animal nocturno. Por la mañana todos volvieron sin haber visto nada sospechoso.
Eufrasio fue encarcelado el ocho de Septiembre hasta nuevas averiguaciones.
Ya han pasado dos años del encarcelamiento de Eufrasio y de nuevo es requerido para ser interrogado. Algo se había descubierto y se requería su presencia en el juzgado. Eufrasio ante el juez, pálido y sin ganas de vivir, contesta con desánimo a las preguntas.
Mientras piensa…como acostumbra el dolor al hombre dejarlo mudo.” Sería un milagro que en estos momentos yo pudiera decir lo que sufro”.
Un segador en los pasillos de los juzgados da bandazos tropezando con la gente que allí había, lanzando gritos penetrantes contra el leonés, en seguida es retirado del pasillo por los guardias de seguridad, no pudiéndole interrogar por el estado de embriaguez en el que se encontraba. Eufrasio, al oír el alboroto, reconoce la voz del segador y él mismo se sorprendió al oír la energía de su voz que gritaba: sólo pido un poco de indulgencia para mi amigo Eufrasio. Y sus ojos castaños salpicados de puntos dorados se anegaban en lágrimas.
Las mejillas le ardían, el corazón le palpitaba desbocado, los pensamientos eran claros, precisos, pero la cabeza de Eufrasio estaba llena de niebla y no pudo expresarse ante el juez, la fiebre había hecho presa en él.
En el esclarecimiento de los hechos y las supuestas evidencias que han servido para dudar de la culpabilidad o autor de los hechos aún no se ha especificado no hay huellas de sangre ni en el cuerpo de la víctima ni en donde se halló el cadáver.
Las manchas de sangre (explica el forense) aun cuando se intenta borrarlas siempre dejan huellas y a pesar de utilizar diversas sustancias, como agua oxigenada que al limpiar la sangre produce pequeñas burbujas de color blanco.
Otra de las sustancias utilizadas fueron saturadas de bencidina que se disuelve en ácido acético, para la cual se utiliza agua oxigenada, dando una coloración violeta o azul al tomar contacto con la sangre.
Esto habría sido determinante en la investigación si sólo hubiera habido una sola gota de sangre.
Después de tanto tiempo seguía sin aclararse la forma de la muerte del leonés y sus braceros siguen creyendo que Eufrasio es inocente de todos los cargos de los que se le acusa.
La anotación que tenía el juez decía que había sido por haber ingerido una cantidad considerable, mortal, de aristas o filamentos císperos del cascabillo o gluma de la espiga, que esta al ser engullida no tragada y al permanecer en la boca (aunque solo fuera unos segundos) le impidió respirar, las aristas se clavaron en su garganta produciendo la muerte por asfixia, se podría creer que pudiera haber sido por ignorancia el engullir este cereal ¿pero y los hematomas de las ligaduras? en el sumario del forense no constaba por ningún sitio.
Semanas antes de dejar en libertad a Eufrasio el fiscal general recibe una anotación en la que se dice que la víctima no es de origen español, sino nacido en Croacia, su nombre verdadero es Bladimir Klilouski.
Llegando a España en circunstancias sospechosas dos años antes de la tragedia, habiendo trabajado como camarero en un club privado en donde se comentó que mantuvo una relación tortuosa con una mujer, esposa de uno de los socios propietario del club.
Uno de sus compañeros, también camarero los vio entrar en los lavabos de señoras y observó cómo cerraban por dentro la puerta. Un mes después fue despedido sin que nadie le diera alguna razón.
En el juicio posterior al primero, este camarero es llamado para ejercer como testigo de las acusaciones que se le hicieron a Bladimir.
¡Yo no sé nada! pero se decían cosas de Bladimir, que ninguna era buena.
¡Habla! di de una vez todo lo que sabes.
Se decía que es bioquímico y que vivía en su ciudad natal al norte de Croacia en una ciudad pequeña, en donde abundan los laboratorios farmacéuticos de diversas firmas. Una noche se le vio rondando por uno de los laboratorios competidor de donde él trabajaba, y que él estaba siendo observado por la policía por estar involucrado en espionaje industrial cuando se estaba investigando una nueva fórmula para aliviar la tos persistente.
Dos días después de la visita de Bladimir al laboratorio de su competidor hubo un escape de una probeta que contenía una sustancia letal compuesto, de grandes dosis de codeína que con solo aspirar unos segundos producía un espasmo de glotis en la tráquea con el resultado de asfixia.
Murieron cinco operarios que trabajaban en dicho laboratorio.
Al día siguiente del suceso se busco al culpable de la negligencia pero no se encontró a nadie sospechoso dentro del laboratorio, después de las indagaciones pertinentes se cerró el caso por falta de indicios.
Al parecer ese mismo día subió Bladimir a un avión de las líneas internacionales que lo llevó a París, de allí en otro avión de Iberia se trasladó a España.
Desde que el leonés llegó a España fue encarcelado por diversos delitos.
Ahora y después de dos años de encarcelamiento de Eufrasio todo empezaba a encajar con la realidad.
El fiscal se sentó en su despacho con una extraña sensación de vacío y debilidad en las piernas y en las manos, nunca había tenido un caso tan complicado y con tanta gente presuntamente implicada.
En una nota aparte se notifica que Bladimir se había evadido de la cárcel acompañado por otro recluso. Se cree que fueron vistos por una oficina agraria en donde se reclutan braceros para la siega.
Después de revisar el listado de las oficinas de contratación se sospecha que fue hacia Extremadura camuflado entre los contratados que fueron a esa región. Según las pesquisas se deduce que están localizados en la provincia de Cáceres.
Mientras la hija del pastor se transformaba en su metamorfosis como un capullo en una linda mariposa.
Ya no era la boba con la boca humedecida por la saliva, ahora se le veía como una mujer atractiva ante los ojos de los hombres y eso ella lo sabía y coqueteaba con todos los campesinos sin hacer caso a ninguno.
Una tarde de otoño el fuego del hogar da calor al personal que trabaja en la finca arrimándose a las llamas de los crepitantes leños.
Un pequeño cántaro se balancea de una viga de madera atado por una cuerda, una inoportuna chispa se escapa de la chimenea quemando la endeble cuerda que sostiene el pequeño cántaro y este, al sentirse libre de su ligadura, cae al vacío estrellándose contra la estrébede de hierro derramando cientos de aristas de espigas por el suelo que empiezan a arder como hilos de oro al contacto con el fuego.
Ya es libre Eufrasio de toda acusación, mientras camina por la calle solitaria sin rumbo fijo con la cabeza baja y después de su desgracia piensa que la justicia debe triunfar y debe seguir su rumbo aunque cuando con ella se hunda el mundo.
Cuando se haga la justicia, acertada sin condenar a ningún inocente. Este será el momento más grande y el más humano.
Mientras Eva la hija del pastor sonríe acompañada del viejo sabio, charlan y beben los dos un vaso de aguardiente. Se abre la puerta de repente y una ráfaga de viento les refresca la cara y mirándose con complicidad un ladrido de perro les hace reír a carcajadas.

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