miércoles, 29 de junio de 2011

El estanque (III parte)

Dos empleados del casino se acercan solícitos para que el dinero lo ingrese en su banco yo encantado acepto y decido quedarme en las Vegas.
Me compro un apartamento de lujo en la avenida principal conozco a una mejer bellísima.
Los días discurre con alegría y desenfreno, desde las Vegas a Nueva York y por primera vez en mi vida veo en Nueva York un extraordinario espectáculo de ballet clásico en el Metropolitas Opera House, a los pocos días presenciaba y acompañado de la misma mujer que sin darme cuenta me estaba enamorando, y con el mismo entusiasmo que la anterior representación me deleitaba con la orquesta filarmónica en Nueva York, una vez más invito a Linda la bella coreana al City Music Hall este es el teatro mas grande de los Estados Unidos su lujo y dimensiones nos cautivó y volvimos para la gran fiesta que dieron en Navidad.
Un sábado decidimos Linda y yo descubrir nuevos horizontes y nos fuimos a Lower East Side la segunda avenida mas grande y famosa por su variedad de restaurantes entramos en un tibetano con su suelo de cristal por donde transcurría el agua repleta de peces de colores el techo cubierto de guirnaldas todo lo que veíamos y vivíamos nos parecía maravilloso el amor hacia que todo se magnificase.
Nunca imagine que un desierto fuera un oasis con mas litros de agua convertidas en champaña y ríos de luces de neón y convertir la noche en día
Cuando llevo un tiempo entre lujos y despilfarros decido volver a mi casa, y de nuevo me encuentro caminando por el angosto camino, y pensativo y goloso cojo una rica mora que relucía bajo los rayos del sol, su sabor me trae muchas evocaciones, mi abuela solía hacer pastel de mora cada vez que alguno de nosotros cumplíamos años.
Sigo con mi pensamiento y el claxon de un automóvil me despierta de mi ensoñación miro hacia atrás y veo con sorpresa que era Linda la bella muchacha que un día de suerte en el casino conocí y desde entonces nunca mas se separo de mi hasta el día que decidí regresar a España, pero perece que ella no se resigno y aquí la tenia vestida de cowboy dispuesta a vivir en el campo y no alejarse de mi nunca mas.
La sorpresa fue muy agradable y apoyándose en mí despidió al taxista y nos cogimos de la mano y seguimos nuestro camino mirándonos sin hablar.
Llegamos a la casa y como siempre la verja abierta y la vereda que conduce a la casa cubierta de hojarascas que hacen imposible ver el pavimento de pizarra primorosamente azul cuando esta limpio.
Entramos en la casa y como si nunca hubiera estado fuera entro en la cocina y enciendo el hornillo y cogiendo una olla de porcelana la lleno de agua y con unas hierbas que allí había leo la aplicación sirve para curar heridas y en grandes letras FRESNO eran cosas de mi abuela.
Me quito los zapatos y los calcetines y echando en una palangana el agua caliente meto los pies cansados y me quedo relajado y de nuevo me vienen los recuerdos de mi niñez, mientras Linda inspecciona la casa.
Al anochecer enciendo la chimenea del salón le cuento la historia de mi vida a Linda con una copa de whisky en la mano cuando agotados decidimos ir a la cama Linda quiso descansar en la habitación donde había dormido mi abuelo Linda al abrir su cama en el embozo ve una rosa roja marchita la coge y con sorpresa una espina se le clava en la palma de la mano y de esta brota un hilillo de sangre que mancha la colcha amarillenta por el tiempo, alarmada llama a José y este quitándole importancia busca en el botiquín algo que la pueda curar como no encuentra nada decide buscar en la cocina alguna hierva que solía usar la abuela, después de desinfectar la herida busca una venda que aparece en el cuarto de baño y vendándole la mano parece solucionarse todo mas tarde duermen dulces sueños como niños.
Ala mañana siguiente el azul del cielo es claro y brillante el olor del sarmiento la brisa que mece los olivos hace que los sentidos despierten hacia un mundo irreal.
Todo va de maravilla José esta encantado con Linda a su lado y por haber decidido esta dejarlo todo por él.
Sin desayunar bajan al pueblo a comprar viandas saludan a sus vecinos curiosos y cuando llega la hora de la comida deciden comer en el bar del pueblo, contratamos a una jovencita para que nos ayudase en las tareas de la casa, y una vez que la despensa estuvo llena nos sentamos en el salón a charlar de lo acontecido, la mano de Linda empieza a hincharse el dolor es insoportable pero no quiere alarmar a José y empiezan a comentar lo que han vivido en el pueblo y deciden pasar el día siguiente en la finca. Un hombre de aspecto rudo llama a la puerta y se ofrece como labriego es aceptado sin preguntar y desde entonces era el que vigilaba los viñedos y limpiaba la linda vereda que desde la verja llevaba hasta la casa.


.............continuará...

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