jueves, 21 de julio de 2011

La Dama (I parte)

El pequeño barco, de veinte metros de eslora se mece al son de las olas. Mientras Davinia desde su camarote miraba el horizonte pensativa por el ojo de buey y percibe la lluvia en el cielo gris perla. Como se espera en las tardes de finales de primavera presagian la inminente llegada del verano.
Davinia es una mujer joven y sofisticada amante del lujo, esposa de un hombre de negocios prósperos y enamorada de ella misma. Su alto ego la hace insoportable fuera de su círculo de amistades.
Un roce liviano como el ala de una mariposa la hace reaccionar y un escalofrió le recorre la espina dorsal.
Está sola desde las doce de la mañana, después que su esposo Robert tuviera una acalorada discusión con el patrón del barco. Poco después se despidió de ella y desapareció de su lado sin una explicación en una lancha fuera borda.
Ha esperado todo el día a que él regresara al barco… pero llega la oscura noche que tanto aterra a Davinia encontrándose sola y desolada.
Se encuentra cansada y desilusionada por el comportamiento de Robert. Nunca hasta ahora había tenido celos del patrón del barco –hombre enjuto donde destacaba una cabeza descomunal para su flaco cuerpo -.Pero de carácter alegre.
Ella nunca le vio a Guillermo ningún encanto. Tampoco le había dado motivos a su marido para que dudara de sus sentimientos y mucho menos para dejarla sola fondada en el mar a merced de las olas. Pero Robert desde algún tiempo parecía verlo todo confuso.
A Davinia la cabeza le daba vueltas hasta creer enloquecer.
A ella nunca le gustó el mar y mucho menos navegar –pues solo lo hacía para presumir de barco y competir con sus amigas.
Ahora se ve sola en un barco que no sabe manejar, anclado en un espigón en medio de un pequeño embarcadero abierto al mar y a cinco kilómetros de la costa.
Se toma un calmante para restar su ansiedad, y al quedarse mas tranquila decide irse a la cama. Después de acostarse en su mullida cama de su lujoso camarote, se queda profundamente dormida.
Pasan unas horas y oye entre sueños una risa de hiena en sus oídos, como si esta viniera de de las profundidades más tenebrosas de una pesadilla –Se intranquiliza -, pero sigue acostada en la cama sin atreverse a mover ni un solo músculo de su cuerpo.
Mira el techo y sus ojos parpadean con fuerza al percibir una extraña figura que se mueve rítmicamente encima de su cabeza.
Un escozor en el antebrazo derecho le hace notar que tiene una profunda herida que rezume sangre sin parar.
Se levanta de la cama en un estado frenético, y sus pies rozan el suelo de roble encerado que en su contacto –siente un escalofrió y unas ganas tremendas de ir al baño-era el terror que sentía- a pesar de todo, esto le hizo sonreír como si fuera una niña pequeña y olvida por unos momentos su angustia.
Sube a cubierta para respirar una bocanada de aire fresco, y una mancha ensangrentada de grandes dimensiones aparece ante ella al lado de la s escaleras en la cubierta, se asusta tapándose los ojos con horror, para que más tarde sus temblorosas manos cayeran lasas en los costados de su trémulo cuerpo después de ver la visión. Se encuentra sola su marido no esta, el capitán también ha desaparecido, sin dejar rastro…
Mira de nuevo con temor alarmada. Ahora la sangre como si fuera por arte de magia ha desaparecido delante de sus narices.
Davinia intenta tranquilizarse pensando que pudiera ser una broma de su cerebro por encontrarse tan nerviosa.
Pero su corazón le dice que puede ser una tragedia ocurrida mientras ella dormía.
Con un movimiento repetitivo se atusa una y otra vez su enmarañada melena teñida de un color indefinido.
Se mira el brazo alarmada, y la herida antes sangrante también ha desaparecido, Un rubor de rabia e impotencia mancha de color púrpura sus pálidas mejillas haciendo tambalearse.
Baja al camarote y apoya su mano temblorosa en el respaldo de un sillón orejero de piel que había delante de la mesa escritorio de su marido. Nota al tocarlo algo viscoso al tacto, retira la mano con presteza y mira con recelo, pero no ve nada pasa de nuevo la mano para cerciorarse y el sillón está limpio como si lo acabaran de fregar.
Se pellizca un brazo para saber si esta soñando demostrándole el dolor percibido que estaba más despierta que nunca y esto le empieza a preocupar seriamente.
Decide darse una ducha fría para templar los nervios y se viste apresuradamente para salir cuanto antes del barco.
Ya vestida decide salir y busca las llaves quedar cerrado el camarote pero no están en su bolso ni tampoco en su sitio habitual. No puede dejar el barco abierto, solo quedaría a merced de cualquier caco sin escrúpulos que pasara por allí.
Nerviosa sigue buscando la llave, levanta los cojines del sofá, todos los rincones los mira con detenimiento y la luz de encendido del horno le llama la atención se acerca a desenchufarlo y ve con horror que la llave está dentro pero no la puede coger. La intenta tocar y estaba incandescente, al momento ve como ante sus ojos se derrite como un bombón de chocolate.
El mar empieza a rizarse y la pequeña embarcación se tambalea, en una tenebrosa penumbra. De repente se desencadena una gran tormenta acompañada de gran oleaje, los vientos llegan hasta ciento cincuenta kilómetros hora, los rayos caen del cielo como los cohetes en una noche de feria
Davinia asustada y sorprendida no sabe que hacer, cuando una fuerte sacudida hace chocar al barco contra el murete del pequeño muelle haciendo soltar el amarre atrayendo al barco mar adentro envuelto en el infernal oleaje, dejándolo a merced de las gigantescas olas y los rayos con su luminosidad alumbran la oscura tempestad.
En medio del oleaje que casi la arrastra al mar, se va directa al timón desesperada coge la palanca y con una pericia sacada de su miedo intenta dominar el barco desafiando los elementos adversos que en esos momentos esta viviendo.
El viento huracanado cada vez aumenta más su terrible rugido, haciendo que las cubilleras se desaten dejando la cubierta llena de cuerdas.
El barco no deja de cabecear, la proa no cesa de bajar y subir como si fuera un tío vivo.
De pronto una cabilla del timón se parte haciendo que el timón de vueltas como una ruleta en pleno juego.
Davinia sacude la cabeza incrédula.
Después de intentarlo todo para pedir ayuda por radio y no encontrar respuesta baja a la cabina y busca con ansiedad algo que pudiera llamar la atención a alguna embarcación o patrullera que navegara por allí, pero en la cabina no encuentra nada. Allí no hay ni una sola bengala o cohete de fogueo ni tan siquiera la caja donde debían estar guardadas.
Se dirige esperanzada a la cajonera, pero no solo no encuentra nada sino que la ve vacía de maletas esto aumenta su desconcierto ¿quien se había llevado las maletas?
Robert la ha abandonado a su suerte en la mar que tanto temía.
Un torrente de preguntas sin respuesta le viene a la mente-.
Una brecha de agua aparece en cubierta, tiene que arreglarla para no hundirse, con la rapidez mental que la caracteriza recuerda haber visto una vez como arreglaba la tripulación en una emergencia, una avería similar.
Mas animada baja a la bodega y busca un rollo de estopa, lo encuentra y sube con rapidez las escaleras hasta cubierta y consigue tapar la brecha, ahora tiene que buscar brea o arcilla para que la estopa no se deshaga.
De nuevo baja a la sala de maquinaria y encuentra una lata de brea, la coge y al instante se da cuenta que el motor de la nave esta parado la maquinaria no emite ningún sonido. Se sienta encima de la lata de brea para pensar, pero no puede un golpe de mar la hace caer al suelo.
El barco ahora está más que nunca a la deriva.
La noche de nuevo se acercaba sin haber hecho acto de presencia el sol en todo el día.
Mas tarde las nubes cansadas de vaciar agua se van retirando.
Una luna tímida en el ocaso del día se asoma como una daga amenazante.
Poco después el mar empieza a serenarse pero Davinia se encuentra en medio de la nada. Tapa la estopa con la brea y el agua deja de manar, a pesar de su desconsuelo se siente bien por haber arreglado la avería, ahora solo tiene el pequeño barco como refugio pero el motor no funciona.
La jornada siguiente amaneció entre nubes y claros.
Los bidones de agua potable están vacíos la sed empieza a hacer mella en su organismo, la comida también escasea.
La despensa está vacía, solo una lata de judías parecía adornar la despensa todo es muy extraño, sin agua ni previsiones la única comida que Davinia odiaba era esa odiosa lata de judías.
Desde pequeña, su la tía Pepa mujer de corazón duro como una piedra siempre la ponía como plato fuerte, a esa hora siempre se acordaba de su madre echando de menos sus ricas natillas con galletas.


.............. continuará...

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