viernes, 28 de octubre de 2011

El torbellino del poder (II parte)

El edificio se encuentra ubicado frente a un pequeño y coqueto teatro de principios del siglo XX, la marquesina del teatro, está siempre iluminada con estridentes luces de neón de color magenta, para llamar la atención de los peatones informándoles cada día de las obras que allí se representan. Esa distracción favorece al enigmático edificio haciéndolo pasar inadvertido, para el peatón es tan simple que no se percata que carece de ventanas, la única abertura, es una entrada disimulada con una puerta estrecha de metal al oeste del edificio, por la que los bomberos al llegar al siniestro se ven imposibilitados para entrar con las herramientas necesarias. Ante la incapacidad de entrar por la extraña puerta, los bomberos despliegan desde sus coches iluminados como un carrusel de ferias, con innumerables luces parpadeantes, unas enormes escaleras por la parte norte del edificio, pero cuando llegan a la cubierta del edificio éste tampoco tiene terraza, careciendo de puerta alguna, el edificio se presenta ante los bomberos como un cubo infranqueable.
De repente una gran explosión hace temblar a los curiosos, que salen despavoridos de las inmediaciones del siniestro lugar. Cuando todo es confusión, se produce el caos y en medio de todo el jaleo, nadie percibe que con la honda expansiva, se ha derrumbado uno de los muros del edificio, quedando al descubierto una gran pared de cristal.
El policía, observa desorientado ante lo que está viendo, y ante las gentes enloquecidas, siente como la sangre se le hiela, cuando por su lado pasa un séquito fantasmal que sale del edificio. Su boca se abrió para poner orden en el caos, pero su voz sonó como la de un reptil sibilante y temblorosa. Cuando en el cielo aparecen envueltos en humo y fuego una extraña bandada de águilas con alas de metal y enormes garras.
Un viento racheado y fastidioso, atenaza a los curiosos en la cara, como queriendo que fueran castigados.
Mientras las extrañas aves entran en el edificio sin romper el cristal que hace de muro.
Una sirena de aviso sale de dentro del edificio, perforando la noche con su alarido.
Cecilia, mientras espera con ansiedad una llamada de teléfono. La noche dentro de su apartamento se le antoja negra como una mancha de tinta, pero por la ventana seguía filtrándose una claridad de otro mundo rojiza y fluctuante.
El carillón de una campana de la iglesia cercana, volvía a repicar una y otra vez con un tañido estridente que repercute en la cabeza de Cecilia hasta parecer estallar.
El policía consternado, se desabrocha la chaqueta y su cuerpo gordo y grasiento es como una vela barata, que parece deshacerse por el sudor, resaltando en su rostro reluciente una cicatriz en el pómulo derecho de la cara, producido por una pelea de delincuentes que en el ejercicio de su profesión tuvo que mediar Desde entonces había sido relegado a otros servicios menos arriesgados como el de hacer de conserje en la comisaría. Ejerciendo en la calle solo en casos extremos o falta de personal. Dándose desde entonces a la gran vida.
Aquel día la llamada de auxilio, en la cual se comunicaba que un edificio en medio de la ciudad estaba ardiendo, le obligó a salir con los demás compañeros para poner orden.
De repente, al verse ante la magnitud de lo que estaba aconteciendo, tuvo una repentina y atormentada visión, en la que se vio así mismo como un idiota, ya a su edad le faltaban facultades para poder desarrollar bien su trabajo. Mientras se siente vapuleado por el gentío allí aglomerado, sus manos se aferraron fuertemente al cinturón rayando el pánico, cuando su superior se acerca a el para darle órdenes, al verlo le pareció que practicaba, como si éste fuera un actor del espectáculo. Y ante el solo pudo decir que ya había perdido la facultad de poner orden, y que su idea nunca fue el verse involucrado en la fatalidad de la muerte, bajo la cabeza avergonzado como cuando la luz harapienta del ocaso se clava como un puñal en los pulmones, interceptando la respiración. Minutos después se dirige a la comisaría para dar su parte de lo sucedido.
Camino de casa, y cuando caminaba meditabundo entre la enloquecida y trastornada muchedumbre, recuerda todo lo que ha visto, y tembloroso creyó, que un infortunio acechaba, y que este iría germinando con la rapidez de las mas horribles maldiciones si esos hombres que habitaban en ese misterioso edificio seguían teniendo el poder y la magia que él había presenciado. El mundo podía ser barrido de la faz de la tierra. Y susurrando en voz baja, en todas partes del mundo, hay hombres, que ven cosas que desean, y creen que pueden apoderarse de ellas, sin tener en cuenta el precio que tienen que pagar los demás en la lucha sucia por el poder. Este triste presagio, hizo temblar su obeso cuerpo.
La luna joven, se había hundido tras la tierra, dejando tras de sí algunas estrellas esparcidas con las que alumbrarse.
Cuando llegó a su casa, la palidez del policía era impresionante y bajo su uniforme color azul, su cuerpo tenía la helada rigidez de los cadáveres. Desde esa noche nunca más volvió a dormir con tranquilidad.
Entre la multitud destacan dos hombres que vestidos con monos y caretas protectoras entran en el edificio.
Los hombres una vez dentro, no se asombran por lo que ven, el fuego no ha destruido el interior del edificio al estar protegido por el muro de cristal. Enseguida descubren un arsenal de armamento químico. Comentando entre ellos que solo un alto oficial podía asesorar a las autoridades civiles para su fabricación a espaldas del Comité Internacional de Gandia, Hace tiempo se sospechaba de quien podía ser.
Siendo, este escurridizo individuo buscado por estos dos hombres por todo el mundo, hacia tiempo se suponía por confidencias fidedignas que se encontraba en la ciudad de Norba y dentro del edificio siniestrado desde hace dos años, oculto por sus seguidores.
Después de un exhaustivo registro, los dos hombres encuentran un componente muy buscado por el equipo al que representan, que se encuentra pegado a la pared de cristal y camuflado en forma de mural, en el que está gravada una fórmula secreta llamada La Placa, de la que se sacan unos átomos, que esparcidos en el perímetro elegido por seres destructores, produce en el ser humano que aspira este extraño vapor una reacción de desinhibición total, que en los innumerables mítines que dan ciertos políticos corruptos que solo desean el poder, hacen que enloquezcan sus acólitos, haciéndolos obedecer fielmente a todo lo que se predica desde la tribuna.
Los biólogos hace tiempo buscaban en vano esa formula, que se cree está vinculada con la destrucción de los seis elementos que componen la vida.
La avaricia desencadenada es tal, que estos individuos luchan por tener un puesto en la política, sin pensar que ellos también pueden ser destruidos. Pero en su osadía llegan hasta la inmoralidad de no saber conducir a los países por la senda del bienestar y la prosperidad de los pueblos, impidiendo con su gula, que todos los hombres tengan la oportunidad de trabajar para poder vivir con dignidad. Pero ellos solo se preocupan de amasar grandes fortunas.
Por eso, Mateos y Narciso siempre lucharon para que esta locura colectiva mundial termine para siempre. Haciendo que los gobernantes de este bello planeta sean honestos y luchen al unísono por el bienestar de los pueblos.

...............continuará...

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