domingo, 20 de noviembre de 2011

El torbellino del poder (III parte y final)

Estos dos amigos y aguerridos luchadores de la justicia, piensan que los gobernantes de las Naciones, deben tener una especial preparación, desde su juventud, para así poder desempeñar los altos cargos que el pueblo les exige y necesita, para crear prosperidad y así vivir todos en armonía. Destacando especialmente una asignatura a estudiar. Que ellos están al servicio de las naciones, y no para engordar sus bolsillos.
En el apartamento de la avenida, la prestante Dama de la ventana, sonríe. La terrible vengadora, la que pedía a gritos, que el testimonio del que ella era garante, tenía que ser para todos los que con su comportamiento, deshace la convivencia de los pueblos.
Pues todos esos hombres son culpables de dolores y soledades.
Cecilia estaba allí en medio del salón esperando con su contorno difuminado, por el intenso resplandor del sol de mediodía. Esperó en vano a su hijo pero ella sabia que había cumplido con su misión, y así lo comprendió.
Nadie pudo ser arrestado por la policía, (publica el diario local) se cree que los dirigentes del clandestino edificio salieran camuflados entre el desconcierto del caos.
Ese edificio nunca más volverá a guardar secretos mal manipulados. Pues las águilas de acero a la orden de Narciso y Mateos destruyeron todo aquello que se encontraba en el edificio que pudiera ser nocivo para el ser humano, con sus garras esparcieron ácido corrosivo, tan letal que hicieron que ellas también fueran destruidas.
La ventana de Cecilia del apartamento hace días se encuentra cerrada. En un hueco del falso techo del cuarto de baño, cuatro hombres aun vestidos con los monos de seguridad, se debaten entre la vida y la muerte inhalando al respirar el “perfume” que ellos mismos fabricaron para conseguir su ambición.
Un año después, ningún vecino de la casa donde vivió Cecilia, sospechaba que la furgoneta de color azul que se encontraba aparcada abandonada y llena de polvo en el garaje nº 7, era la causante de que esos hombres, subieran por voluntad propia hacia su prisión.
Cecilia, después de cumplir con su misión, como miembro del comité, se retiró para descansar a una pequeña isla del cálido mediterráneo.
Mientras el apartamento hacia tiempo se encontraba cerrado sin que nadie se acercara a el. Ya las gentes en las calles paseaban confiados después de elegir nuevos gobernantes honestos y cumplidores de su deber sirviendo solo al ciudadano la delincuencia fue exterminada con una justicia justa, y todos pudieron sonreír con confianza en el futuro. Una noche del apartamento nº 13, unos operarios de la recogida de basuras sacan unas bolsas putrefactas, que los basureros una vez en el camión trituran inmediatamente.

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