sábado, 3 de diciembre de 2011

La herencia (II Parte)

Paseando una preciosa mañana con el cielo azul exultante y temperatura agradable por la calle cincuenta y seis, vi ante mi aterrorizado como un coche de lujo negro con los cristales tintados abatía sin piedad a una mujer que llevaba un bebe en sus brazos. El terror me paralizo, las piernas me temblaban hasta el punto de tener que apoyarme en una sucia y desconchada farola, cuando reaccioné, fui hacia la herida y poniéndole mis dedos temblorosos sobre la carótida diagnostique su fallecimiento. Una bala le había partido la vena femoral en dos muriendo en unos minutos desangrada. El bebe que llevaba en sus brazos tenia sus ojos abiertos como pidiendo ayuda, sin emitir ningún sonido.
La gente pasaba de largo por la calle mirando el espectáculo de soslayo. Fueron momentos que la razón desapareció de mi mente no sabia que hacer estaba solo ante una mujer abatida a tiros para mi desconocida y había un bebe que me pedía que lo protegiera con su inocente mirada.
En un impulso arrebate de los brazos inerte de la mujer al bebe que se aferro a mi cuello con todas sus escasas fuerzas.
Me dirijo al hospital y pido a una residente pediatra haga un reconocimiento exhaustivo al bebe, siendo el diagnostico favorable. Cuando tuve de nuevo al bebe en mis brazos y viendo que nadie me pedía explicaciones, me lo lleve consigo a mi apartamento.
Aquella noche no pude dormir la terrible escena aparecía una y otra vez en mi pensamiento martirizándome, ahora tenía a un bebe que era para mi un desconocido bajo mi protección.
Por la mañana temprano me acerco al quiosco de prensa mas próximo a mi casa y lo repaso con detenimiento hasta encontrar lo que buscaba, en una escueta nota estaba la noticia. Una mujer de mediana edad había sido abatida en la calle cincuenta y seis en un ajuste de cuentas.
Se buscaba a un hombre joven que había desaparecido con el bebe de la victima. Siendo este el hijo de un importante capo de la droga colombiana.
Ese día llame al hospital aludiendo que había tenido fiebre muy alta durante la noche y no me encontraba acto para operar, por no encontrarme al cien por cien en mis facultades.
El bebe me sonreía…yo no sabia que hacer, después de leer la noticia en el periódico aumentaba mas mi intranquilidad.
Las tardes de mayo son espléndidas en Nueva York, el sol lucía en todo su esplendor, y decidí dar un paseo con el bebé por un parque cercano a mi apartamento. Con el bebé en brazos me senté en un banco, siempre intranquilo, por no saber que decisión tomar, cuando observe tras un robusto árbol a un hombre vestido de negro con unas enormes gafas oscuras tapando sus siniestros ojos que me observa distraído tras un periódico.
Con el bebé en brazos salgo del parque precipitadamente y pido un taxi a gritos que al instante acude a mi servicio, le doy la dirección del hotel Excelsior en la quinta avenida.
Entro directamente a la cafetería del hotel y pido un vaso de leche templada, el camarero me mira con desconfianza, brindándose para hacer el un biberón con leche de lactante. Yo no puedo fiarme de nadie todo me parece sospechoso desde que vi al hombre de negro en el parque.
Pido solo la leche y un refresco para mi, el bebe que aproximadamente tendría once meses, se bebió la leche en un instante demostrando que tenia mucha hambre. Poco después se quedó dormido plácidamente en mis brazos.
Yo no llegue a probar el refresco.
Salgo de nuevo ala calle para pedir otro taxi, como si fiera un fugitivo, y cuando estoy saliendo del hotel en la puerta giratoria veo al individuo que vi en el parque esta vez acompañado por otro hombre, ellos no me ven por no coincidir el la misma puerta de salida.
Me subo al taxi de un salto y le doy la dirección de mi novia. Eloisa una mujer atractiva y sin ganas de complicarse la vida,- joven como yo - por estar en un momento de pleno éxito en su profesión. No había un simposium ni tertulia que no la llamaran pues en su materia era sin duda una gran experta, las universidades empezaron a conocerla y aplicar sus métodos docentes revolucionarios, siendo la culpable de que las matemáticas fuera una de las asignaturas de moda.
Cuando estoy ante ella le cuento lo sucedido al ver la cara de extrañeza al verme con un bebé en brazos. Me pidió con frialdad que llevara el bebe a la policía pero yo pensaba que era demasiado tarde y muy difícil de explicar sabiendo de donde procedía el bebe. No conseguí convencerla para que me ayudara, se negó rotundamente.
Salí de su casa desolado, el estomago se me encogió como si quisiera estrangularme. Nunca pensé en la respuesta negativa de Eloisa.
Ya en mi casa estoy sentado en mi salón y siento que me invade un gran desasosiego, fríamente pienso que me he metido en un callejón sin salida.
Llamo a la portera de mi edificio y le propongo cuidar al bebé dándole un suculento honorario, que cuide del niño mientras yo me encuentre ausente por mi trabajo en el hospital. M e sorprendió que aceptara sin hacer preguntas, y al día siguiente intranquilo me voy a trabajar. Ya en el hospital no puedo concentrarme mis firmes manos tiemblan sin poderlo evitar.
Desde el mirador del quirófano veo como el Dr. Justin hace una operación sencilla para mí. Cuando termina dirige la mirada hacia arriba y mirándome a mí, con un gesto me pide que lo espere, una vez juntos me pregunta si estaba para mi bien hecho lo de la fibrilación dentro del abdomen del paciente antes de suturar. L o mire con cara de despiste, -no había prestado atención a la operación. El Dr. con prepotencia y desaire dio la media vuelta quedándome desconcertado.
Un prestigioso medico compatriota de Cangas de Onís, se acerco a mi visiblemente preocupado preguntándome qué me pasaba y yo no supe que decir, solo mi cara desprendió una sonrisa vacía. Los demás médicos empezaron a susurrar a mis espaldas.
Llego a casa con precipitación la portera me esperaba para decirme que no podía quedarse ningún día mas con el bebe, le ofrecí el doble, le suplique, pero ella no acepto diciéndome que no quería problemas.
Encontré una guardería para que lo cuidaran mientras yo preparaba mi disertación pero tenia que darles la afiliación del bebe, una angustia me estrangulo la garganta hasta que oí que solo lo podía quedar unas horas.
Esa semana estaba siendo muy complicada, tenia que dar una conferencia en el Ateneo sobre cardiología que era mi especialidad. El auditorio estaba a rebosar, mi fama de buen cardiólogo había llegado mas lejos de lo que yo pensaba. Cuando subí al estrado los asistentes se pusieron en pie aplaudiendo mi entrada a modo de bienvenida.

.............. continuará...

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