jueves, 17 de enero de 2013

El martillo de canyon (1ª parte)



Es impredecible lo que puede pasar de un día para otro en nuestras vidas.
Aquella mañana de primavera Alejandra, mujer conocida en su entorno de amistades como valiente y aventurera, mientras tomaba un refresco en una terraza de moda siente que sus pensamientos empiezan a ser confusos y con sus mil saberes cincelados dentro de su cráneo, empezó a reflexionar.
 En un combinado simbólico de su inteligencia irrefrenable que mezclada con su enorme fantasía y su mente inquieta empezó a disparar ideas.
Pero, la idea que hizo iluminar su rostro, fue un proyecto que en un principio le pareció imposible de realizar. Pero con su positividad y actividad que le eran característicos en ella, planificó con esperanza de conseguir sus objetivos de lo que sería el viaje de su vida.
 Cuando se levantó del velador de la terraza ya estaba decidido: Haría una incursión  en solitario por el Río Colorado.
Cuando llegó a su casa y al abrir la puerta de su apartamento, ve enganchada en la ranura de la puerta un sobre, una vez dentro lo abre. Todo era tan extraño, dentro había un folleto de los parques del Gran Cañón…
Entra en el salón y se sienta. No sabe que pensar, vuelve a leer el folleto y ve que todo su proyecto, intacto, tal y como ella lo había concebido estaba impreso en ese papel. ¿Pero quién podía tener una influencia tan poderosa sobre la mente, como para saber lo que una persona piensa?
Confusa masculla entre dientes: ¿Pero hacía una hora acababa de decidirlo? Por lo tanto,  no podía saberlo nadie. Y se pasó una y otra vez la mano por su melena rubia, gesto que solía hacer cuando algo la perturbaba. Ahora sólo necesitaba tranquilizarse. ¿Era sólo una coincidencia de las muchas que nos depara la vida?  Se repetía una y otra vez.
Aquella noche  tuvo  sueños intranquilos, pero no fue impedimento para que al día siguiente y al levantarse, se pusiera manos a la obra. Dos días después tenía en sus manos el pasaje de avión que la llevaría a Utah, donde se encuentra grabada en una roca la historia Geológica de América.
Después del vuelo desde Madrid, que le pareció eterno, llegó al aeropuerto de Provo Mun, situado en el Oeste del país en la ciudad de Salt Lake City (o ciudad del Lago Salado en castellano) Y después de hacer varias escalas, recoge el equipaje y se dirige por carretera al hotel El  Gran América.
Una vez instalada en el hotel que se encuentra cerca del aeropuerto, se asoma a la terraza de su habitación, mira a lo lejos y  extasiada ve ante sus ojos las llanuras punteadas por las mesetas y erosionadas por el tiempo, ahora  el emblema del Oeste Americano. Mira al cielo y su corazón se encoge ante la imaginable belleza de ver cómo es iluminada la llanura por salpicaduras de estrellas diminutas como diamantes.
Los nervios los tiene a flor de piel al sentirse observada desde el día que salió de Madrid O quizás es su imaginación…
 Da un paseo por el recinto del hotel. La piscina iluminada parece llamarla y decide darse un baño relajante. Ya en el agua y cuando su cuerpo flota en la piscina con movimientos ágiles nota que una cosa viscosa roza su vientre. Presurosa nada hacia  el borde y sale de la piscina, pero observa que el agua es clara, transparente y se encuentra sola, ella es la única bañista.
Al día siguiente, Alejandra decide visitar los paisajes míticos del Oeste Americano en un vehículo de alquiler. Aparca el coche ante uno de los paisajes más curiosos que había visto en su vida, son arcos rocosos que se encuentran entrelazados entre sí semejándose a una impresionante escultura. Mientras contempla la sabia naturaleza se siente de nuevo observada, mira hacia atrás pero no hay nadie. Tal vez el estado de ansiedad que padecía desde que concibió en su cabeza este proyecto la estaba haciendo sentir paranoias.
De nuevo se dirige a su coche y al arrancar el motor, sin saber cómo, las escobillas del parabrisas empiezan a moverse frenéticas rayando la luna y dificultando la visibilidad. Prosigue su visita por la zona norte y se encuentra con otro paraje denominado Coyote Ruttes.
Después de una larga caminata, admira sobrecogida las vetas que colorean de bermellón los acantilados y envuelven el paisaje en un psicodélico paisaje. Ahora está segura, ha oído pasos y mira en todas direcciones, las piernas le tiemblan
En lo alto de uno de los acantilados ve una figura de indio tocado con grandes plumas de colores, Alejandra no quiere creer lo que está viendo, quizás son sus ojos cansados que  le hacen ver alucinaciones.

Continuará...

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