Alonso
aparta su vista asustado de aquel horrible boceto. Aquella visión, le hace
adentrarse en un túnel oscuro y lleno de rarezas. En una de sus innumerables
noches de insomnio, se siente agobiado y le obsesiona el ruido que se percibe
en el silencio de su estudio, y que cada vez se sucede con más frecuencia. Ese
trote de caballo clavando sus cascos metálicos en cada peldaño de las
escaleras…
Aquella
noche se puso a cavilar, parecía estar más despejado de mente que de costumbre,
a él nunca se le había ocurrido pintar un caballo. Su mente de súbito se
desbocó tanto que le hizo dar un enorme brinco que dio con la cabeza en una
viga del techo. Pero lo que estaba pensando…de eso había pasado mucho tiempo o
quizás no tanto.
Tan
sólo fue una fatalidad, sólo eso.
Tampoco se paró a pensar que con el estallido de uno de sus petardos en
el camino de una finca cercana a su casa, un hombre inocente cayó de su caballo
y que su fiel compañero de trabajo, al asustarse le pisoteó con sus cascos la cabez hasta matarlo.
No podía creerlo, se suponía que todo había quedado olvidado pero ¿por qué se
acuerda en estos momentos de ese incidente?
Aquella
misma noche no entendió el porqué se puso ante un lienzo en blanco para pintar
el caballo más hermoso jamás pintado. Cuando mira entusiasmado su obra se
siente satisfecho y ante la euforia de un trabajo bien hecho no percibe que en
su cuadro aparece un hombre sujetando las riendas del animal cogidas
fuertemente de sus manos.
Aquella
noche al acostarse en el sofá de su estudio en su rostro apareció una sonrisa
ya olvidada para él.
Por
la mañana un reguero de sangre por debajo de la puerta del estudio da la
alarma. Cuando la policía entra ve al pintor en el suelo empapado en sangre y
con la cara destrozada, ante un hermoso lienzo de un caballo con su jinete. La autopsia
aclaró haber sido atrozmente atropellado por los cascos de un caballo.
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