miércoles, 3 de abril de 2013

Tánger (final)


Entro más tarde en el hotel Palmearían o Kunsaal donde se juega a la ruleta, al baccarat y se bebe champagne. Me mezclo entre el público fiel de los adoradores de fortunas y de la vida fácil del llamado Tánger, ese día gano una fuerte suma de dinero. Me inscribo de nuevo en este hotel y ahora, mezclada entre estas gentes, siento una inmensa sensación de poder  que hace subir mi adrenalina. Cuando regreso a mi habitación estoy pletórica pero un olor extraño me pone en guardia y minutos después descubro que alguien había estado registrando mi pequeño neceser. Al día siguiente después de comprarme un precioso vestido rojo de alta costura, me voy a Ville Plasír donde dicen  que van los nostálgicos a recordar lo que vivieron en las lujosas  noches de Montecarlo o de Niza. Me encuentro en la terraza del hotel mientras saboreo una copa de champaña cuando unos ojos se clavan en mí, es Mohameneld, el joven que tanto me ayudó desde que lo conocí  y me sacó de las laberínticas calles en las que me vi atrapada.

Después de charlar de cosas intranscendentes, se presenta como mi enlace en Tánger y me pide guardar en la memoria su dirección para llamarlo sólo en casos de excepción.

En ese momento supe que estaba metida en el torbellino de la ilegalidad. Por la mañana, me dirijo al Zoco Grande, entre sus callejuelas estrechas y empinadas  me dirijo a la Mezquita de Sidi Bonabib donde  cerca hay un rastro donde se puede comprar cualquier cosa, hasta una ganzúa para abrir cajas fuertes.

Un hombre con chilaba y gorro de fez vocifera los artículos de su establecimiento, me mira con interés, me acerco, le pido unas babuchas y una túnica de seda. Una vez  en mis manos las babuchas, meto la mano en una de ellas, y recojo el recado que guarda dentro bajo la mirada atenta del vendedor. Cuando salgo de la tienda, una envestida furiosa del viento de levante hace que la chilaba caiga al suelo y al instante es recogida por el hombre extraño de cara surcada que me la ofrece sin decir palabra. Sigo mi camino intentando no alterar ningún músculo de mi cuerpo cuando veo ante mí como un hombre vestido a la usanza árabe se encuentra en el centro de la estrecha callejuela, con un cesto de mimbre, era un encantador de serpientes. El hombre me mira y con voz balsámica, casi táctil me dice:

-          No temas, puedes pasar.

Mientras, el animal encerrado da silbidos de desesperación. De repente siento en mi cuerpo que una tempestad se desencadena hasta llegar a lo más recóndito del corazón. Mi olfato se estremece ante el olor a pellejo de cabra que emana de las tenerías e inunda con su olor las callejuelas.

Camino frenéticamente por las caldeadas calles, me dirijo al mirador y miro el mar, sueño  con los barcos fenicios y las trirremes  romanas que un día surcaron el estrecho hacia el mar de las tinieblas, como llaman los árabes al Océano Atlántico. El viento sigue implacable de levante, no cesa de silbar  pero yo sigo  en el mirador.

Una anciana se acerca a mí y me cuenta que un día oyó decir que había una música hipnótica en el viento que todo aquel que la escucha puede empezar a girar y girar hasta perder el control y caer en trance. Descubrí  al escuchar la narración que  me encontraba girando y girando como si estuviera jugando un papel en esta sociedad que no era el mío y que nunca hubiera sospechado vivir.

Desde el mirador de la alcazaba Casbah veo el café Tingis donde se sientan los comerciantes prósperos después de hacer sus contratos con cualquier clase de moneda. Me acerco y es asombroso, allí se pueden entender en seis idiomas y es allí donde el estrecho de Gibraltar extiende ante mis ojos el verdor de la costa  española que surge misteriosa entre la calima.

Llego de nuevo al hotel,  las moscas en la calle parecen multiplicarse  mientras  empieza a apretar el calor y el suelo está alfombrado por una película de finísimo polvo y arena que es levantado al contacto con los zapatos. El viento es tan fino  que hace que millares de partículas de polvo floten y choquen con los cristales de las ventanas una suave melodía.

Aquella noche los barcos cargados de contrabando atraviesan el estrecho de Gibraltar para descargar su mercancía en España. Así es, como Tánger se convierte en el centro internacional de las intrigas y las maquinaciones secretas, haciéndose famosa  entre el público fiel  de los adoradores de fortunas que luchan por hacerse un lugar en aquel paraíso.

Me asomo y frente a mi ventana veo una casa extraña rodeada de cipreses que cubiertos de polvo se agitan sin pereza bajo el viento del estrecho. Los que transitan las calles se encogen bajo sus chilabas porque los torbellinos de polvo les impiden respirar.

Aun así me dispongo a entregar la mercancía que me había sido encomendada cuando al salir a la calle, ya en la puerta, de nuevo aparece ante mí el hombre de la cara surcada. En esos momentos siento una sensación extraña, pues creo estar viviendo una pesadilla con pasadizos secretos y sombríos que comunican calles empedradas y que en su soledad sólo se puede oír el zumbido de las moscas.

Una suave voz me devuelve a la realidad, llamándome por mi nombre:

-           Julia…

Julia acaba de instalarse en su tierra natal Cáceres después de casi dos décadas fuera. En sus manos tiene un periódico que cada día le envían sus amigos desde Francia y se siente orgullosa de la labor realizada por ella en los tiempos de agitación política. Con estupor ve como se ha transformado la realidad en hechos extravagantes y misteriosos que dictan mucho de la realidad.

En esos momentos, sin duda alguna, Julia experimenta un doble placer  de lectura porque no fue  leer por leer, sino que, según el informante de la noticia, los hechos siempre se narraron diferentes a la realidad.

En una nota adjunta al periódico, Julia puede leer que había sido encontrado un cadáver en circunstancias extrañas y cuya identificación era la de un hombre llamado Hanmed apodado el rifeño. Junto al cadáver había una nota con un nombre: Julia.

Pero eso no le impidió viajar de nuevo en su subconsciente a Tánger para revivir en primera persona una historia de la que sólo ella conocía la verdad y que fue la más interesante de su vida.


No hay comentarios :

Publicar un comentario