lunes, 6 de mayo de 2013

¿Fue un resplandor lo que entró por mi ventana?



La casa solariega propiedad de mi tía-abuela se mantenía en pie a pesar de los años, firme y solitaria en la cima de la montaña casi tapada por cuatro buganvillas que parecían lamer los  muros como cuatro lenguas de fuego.
Aquella mañana me encontraba durmiendo en la lúgubre casa cuando el sol inesperadamente se metió en mi alcoba por la rendija de la destartalada puerta de la ventana, pareciendo saetas de plata que se clavaron sin piedad en mis ojos deslumbrándome al despertar.
Mi perro, un hermoso mastín, aquella mañana inusualmente ladraba ante la puerta de mi alcoba con tanta insistencia que con sus ladridos parecía querer transmitirme la desesperación que sentía. Abro la puerta y al instante su enorme cabeza se refriega con desesperación en el pantalón de mi pijama. Lo calmo acariciando el lomo de su cuerpo mientras me dirijo a la cocina sin pararme a pensar qué podía querer decirme con tanta exigencia mi fiel amigo Tom.
Después de media hora sigo deslumbrada, miro el reloj de la cocina que parece estar pegado a la pared y que a pesar del tiempo milagrosamente seguía funcionando a la perfección aún encontrándose  cubierto por una capa negruzca y pegajosa de un color raro. Eran las seis de la mañana y con el sueño aún pegado al cuerpo me preparo un café y cuando me llevaba la taza a la boca oigo un murmullo lejano que parece acercarse a la casa haciéndose notar igual que una locomotora cuando está llegando a una estación.
Dejo el café y salgo de la casa cuando el grupo de obreros que días antes habían sido contratados por mí para el descorche corrían desde el alcornocal, presurosos por la umbría ladera repleta de vegetal y empinada pendiente. Venían hacia mí y por el murmullo de sus voces pude apreciar que estaban asustados por algo que habían visto en el campo.
Miro hacia el cielo y sorprendido veo que el sol se encontraba oculto tras unas nubes grises y compactas. Perplejo pienso ¿de dónde pudo salir ese resplandor que me cegó?
 Me asusto ante este pensamiento y no acierto a entender que querían decirme aquellos hombres que hablaban todos al mismo tiempo. Me siento en el poyete de la puerta de entrada y mi mente se encuentra confusa. Cuando reacciono, los jornaleros, corren dándome la impresión de que se había producido una invasión terrestre que abarcaba todo el orbe de la tierra. Uno de ellos se queda rezagado y me acerco a él, al mirarme movió sus labios con el intento de contarme algo de lo sucedido, pero sólo profirió un quejido espeluznante mientras de la comisura de sus labios empezó a manar una saliva de un intenso color mostaza que embadurnó su cara. Cayó al instante al suelo para no volver a levantarse.
Mientras, el resto de la cuadrilla corre despavorida hasta desaparecer entre la foresta. Allí solo quedábamos un cadáver que se llevó el secreto de lo acontecido, mi fiel perro y yo.  Sentado en el poyete veo a lo lejos estelas de polvo en el camino por donde las camionetas atestadas de hombres emprendían la huida y los amortiguadores chirreaban emitiendo un sonido cada vez más débil e irreal conforme se alejaban.
Intranquilo por no saber lo que sucedía me monto en mi furgoneta todo terreno, me dirijo al alcornocal pero allí no había nada extraño y mucho menos nada que pudiera haber asustado a los obreros salvo las herramientas que estaban esparcidas y olvidadas por el suelo. Me dirijo al encinar, también propiedad de mi tía-abuela y cuando llego y pongo el pie en el suelo, Tom se niega a salir del coche. Miro alrededor y una especie de soplo helado pasa por mi espalda instalándose en mis piernas que al instante siento entumecidas, quedándome paralizada ante aquella dantesca visión. De repente, las encinas se empezaron a encrespar agitadas por el viento mostrando un paraje extraño.
En el cielo las nubes negruzcas y compactas, compasivas, daban paso a un tímido rayo de sol haciendo un pasillo que intenta dar luz a aquella desolación. Yo siento un estremecimiento, cuando el corazón se me desboca amagando con querer salirse por la boca.

Continuará... 


                              
                                   Foto: www.hospederiasde extremadura.es

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