lunes, 10 de junio de 2013

¿Qué hacía allí parado ese furgón?



La ficción, al conjugarse con una información veraz, a veces puede llegar a resultar un relato entretenido. Pero cuando cuentas tu historia, en ocasiones se complica con la configuración real de la misma y puedes llegar a dudar si es o no ficción. Yo a eso le llamo una narración.
Hacía días, quizás podía ser un mes que desde mi balcón me llamaba poderosamente la atención un furgón de color blanco aparcado frente a mi casa, no parecía tener dueño. Pero yo curiosa cada día me asomaba para ver si lo habían movido de su sitio.
Llega un domingo y como ya tenía por costumbre me asomo y sorprendida veo dos hombres vestidos con cazadoras y pantalones de cuero negro que apoyados en el vehículo parecían discutir acaloradamente. Uno de ellos debía ser el más violento porque pegaba patadas a la carrocería como si esta fuera la culpable de sus desdichas.
Pasan unos minutos y llega un tercer hombre que viste gabardina de color marrón y sombrero gris de fieltro.  En la boca lleva un gran puro encendido que parecía una chimenea. Los dos miran al recién llegado, me pareció que esperaban órdenes del hombre de la gabardina pero no pude oír lo que les dijo. Al instante los dos se meten en el furgón y salen segundos después despavoridos.
Ya fuera, los tres hombres no parecen ponerse de acuerdo, a mí desde mi atalaya me pareció que se negaban a entrar de nuevo en el vehículo. El del sombrero con la mano en el bolsillo de la gabardina parece amenazarlos con un arma, desde mi observatorio invisible.
Ellos parecen resistirse a cumplir sus órdenes y de repente se oye una sirena de un coche de policía. Los tres nerviosos se unen pareciendo mantener una conversación divertida para despistar mientras sus oídos y los míos son atronados por la sirena pasando de largo. Pero el del sombrero parece seguir cabreado, creo advertir por el movimiento de sus brazos que les está gritando.
En esos momentos pasa una anciana por la estrecha acera, los mira por unos instantes y parece protestar por tener obstruido el paso pero los hombres miran el suelo donde la mujer señala con su dedo índice. Yo desde mi altura no consigo ver nada pero en el suelo parece haber algo que a los hombres los pone nerviosos. El hombre de la gabardina se acerca a la anciana, parece que ella se enfrenta con él, el hombre la amenaza mientras los otros dos hombres la tapan con su cuerpo y me impiden ver, de repente la anciana desaparece de mi campo visual, no la veo ¿por dónde puede haberse ido? se había evaporado.
De nuevo la discusión entre ellos. Un perro que pasea con su dueño por el parque se desprende de la correa que lo sujeta a su amo y corre hacia el furgón ladrando desaforadamente, haciendo que el resto de los perros que paseaban por el parque corran hacia donde ladra el can. En unos segundos se concentra una jauría furiosa que rodea el furgón. Los hombres ante tanto alboroto salen despavoridos en dirección al parque.
Los curiosos empiezan a llegar en procesión gritona, todos quieren enterarse de lo que estaba ocurriendo. Cuando llega la policía, corta el tráfico de la calle y esto hace que les pique más la curiosidad.
La policía pone orden mientras espera el coche de atestados para que abra el vehículo. Los de primera fila ven consternados la sangre en el suelo que parece manar de una de las puertas. Al instante se corre la voz como si fuera pólvora y algunos gritaban ha habido un asesinato dentro de un coche, otros decían que había sido un asesinato múltiple mientras se oían comentarios de consternación.
Llega el de atestados y con una profesionalidad impecable ordena a sus subordinados que dispersen a los curiosos. Abre la puerta de la furgoneta, en esos momentos llegan dos ambulancias, tres parejas de motoristas, dos coches de policías. Había tal bullicio que sólo faltaba una cámara de televisión. Perdón, veo que se ha encendido un potente foco que se dirige hacia la furgoneta. Ahora todo es silencio, parece haber llegado el momento sublime donde en cualquier momento puede aparecer el desenlace, la televisión grava y en la memoria de los allí presentes también parecen grabarse todo lo ocurrido.
El jefe de la policía después de encajarse una máscara de cristal y pertrechado con un chaleco antibalas entra, tarda cuarto de hora en salir, los curiosos parecen no respirar, todo es expectación y suspense. Los rezagados preguntan ¿qué hay ahí dentro? Todos parecían esperar lo peor.
Cuando sale el policía del vehículo, su cara parecía un espectro. Dentro, en un recipiente hermético y con toda clase de medidas de seguridad habían eclosionado dos huevos de dinosaurio que más tarde se supo habían sido robados cuando se estaban haciendo excavaciones en Islandia.
 ¡La anciana está con el policía! Se monta en un coche policial.
Cuando la anciana es interrogada cuenta la historia con una precisión difícilmente  superable por cualquier joven. Dijo quedando atónitos a los agentes:
-          Si mucha gente tiene gallinas en sus parcelas, ¿Por qué yo no puedo tener dinosaurios? ¿Acaso no tienen éstos un gen de ave? ¿Y no son parientes de las gallinas?
No estaba representando ninguna comedia, lo que decía era su verdad.
Cuando llegan sus nietos, se acercan a ella con cariño. De pronto como si se le hubiese apagado su luz interior, la calidez de sus ojos desapareció no quedando en ella más que una leve sonrisa en sus sabios labios.
Pero… ¿cómo pudo la abuela hacerse con esos huevos?
¿Quién había sido en realidad su abuela?

                                                                             Foto: www. forocoches.com

No hay comentarios :

Publicar un comentario