La ficción, al conjugarse con una
información veraz, a veces puede llegar a resultar un relato entretenido. Pero
cuando cuentas tu historia, en ocasiones se complica con la configuración real
de la misma y puedes llegar a dudar si es o no ficción. Yo a eso le llamo una
narración.
Hacía días, quizás podía ser un
mes que desde mi balcón me llamaba poderosamente la atención un furgón de color
blanco aparcado frente a mi casa, no parecía tener dueño. Pero yo curiosa cada
día me asomaba para ver si lo habían movido de su sitio.
Llega un domingo y como ya tenía
por costumbre me asomo y sorprendida veo dos hombres vestidos con cazadoras y
pantalones de cuero negro que apoyados en el vehículo parecían discutir acaloradamente.
Uno de ellos debía ser el más violento porque pegaba patadas a la carrocería
como si esta fuera la culpable de sus desdichas.
Pasan unos minutos y llega un
tercer hombre que viste gabardina de color marrón y sombrero gris de
fieltro. En la boca lleva un gran puro
encendido que parecía una chimenea. Los dos miran al recién llegado, me pareció
que esperaban órdenes del hombre de la gabardina pero no pude oír lo que les
dijo. Al instante los dos se meten en el furgón y salen segundos después despavoridos.
Ya fuera, los tres hombres no
parecen ponerse de acuerdo, a mí desde mi atalaya me pareció que se negaban a
entrar de nuevo en el vehículo. El del sombrero con la mano en el bolsillo de
la gabardina parece amenazarlos con un arma, desde mi observatorio invisible.
Ellos parecen resistirse a
cumplir sus órdenes y de repente se oye una sirena de un coche de policía. Los
tres nerviosos se unen pareciendo mantener una conversación divertida para
despistar mientras sus oídos y los míos son atronados por la sirena pasando de
largo. Pero el del sombrero parece seguir cabreado, creo advertir por el
movimiento de sus brazos que les está gritando.
En esos momentos pasa una anciana
por la estrecha acera, los mira por unos instantes y parece protestar por tener
obstruido el paso pero los hombres miran el suelo donde la mujer señala con su
dedo índice. Yo desde mi altura no consigo ver nada pero en el suelo parece
haber algo que a los hombres los pone nerviosos. El hombre de la gabardina se
acerca a la anciana, parece que ella se enfrenta con él, el hombre la amenaza mientras
los otros dos hombres la tapan con su cuerpo y me impiden ver, de repente la
anciana desaparece de mi campo visual, no la veo ¿por dónde puede haberse ido?
se había evaporado.
De nuevo la discusión entre
ellos. Un perro que pasea con su dueño por el parque se desprende de la correa
que lo sujeta a su amo y corre hacia el furgón ladrando desaforadamente,
haciendo que el resto de los perros que paseaban por el parque corran hacia
donde ladra el can. En unos segundos se concentra una jauría furiosa que rodea
el furgón. Los hombres ante tanto alboroto salen despavoridos en dirección al
parque.
Los curiosos empiezan a llegar en
procesión gritona, todos quieren enterarse de lo que estaba ocurriendo. Cuando
llega la policía, corta el tráfico de la calle y esto hace que les pique más la
curiosidad.
La policía pone orden mientras
espera el coche de atestados para que abra el vehículo. Los de primera fila ven
consternados la sangre en el suelo que parece manar de una de las puertas. Al
instante se corre la voz como si fuera pólvora y algunos gritaban ha habido un
asesinato dentro de un coche, otros decían que había sido un asesinato múltiple
mientras se oían comentarios de consternación.
Llega el de atestados y con una
profesionalidad impecable ordena a sus subordinados que dispersen a los
curiosos. Abre la puerta de la furgoneta, en esos momentos llegan dos
ambulancias, tres parejas de motoristas, dos coches de policías. Había tal
bullicio que sólo faltaba una cámara de televisión. Perdón, veo que se ha
encendido un potente foco que se dirige hacia la furgoneta. Ahora todo es
silencio, parece haber llegado el momento sublime donde en cualquier momento
puede aparecer el desenlace, la televisión grava y en la memoria de los allí
presentes también parecen grabarse todo lo ocurrido.
El jefe de la policía después de
encajarse una máscara de cristal y pertrechado con un chaleco antibalas entra,
tarda cuarto de hora en salir, los curiosos parecen no respirar, todo es
expectación y suspense. Los rezagados preguntan ¿qué hay ahí dentro? Todos
parecían esperar lo peor.
Cuando sale el policía del
vehículo, su cara parecía un espectro. Dentro, en un recipiente hermético y con
toda clase de medidas de seguridad habían eclosionado dos huevos de dinosaurio
que más tarde se supo habían sido robados cuando se estaban haciendo
excavaciones en Islandia.
¡La anciana está con el policía! Se monta en
un coche policial.
Cuando la anciana es interrogada
cuenta la historia con una precisión difícilmente superable por cualquier joven. Dijo quedando
atónitos a los agentes:
-
Si mucha gente tiene gallinas en sus parcelas, ¿Por
qué yo no puedo tener dinosaurios? ¿Acaso no tienen éstos un gen de ave? ¿Y no
son parientes de las gallinas?
No estaba representando ninguna
comedia, lo que decía era su verdad.
Cuando llegan sus nietos, se
acercan a ella con cariño. De pronto como si se le hubiese apagado su luz
interior, la calidez de sus ojos desapareció no quedando en ella más que una
leve sonrisa en sus sabios labios.
Pero… ¿cómo pudo la abuela
hacerse con esos huevos?
¿Quién había sido en realidad su
abuela?
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