domingo, 25 de agosto de 2013

Una intriga constructiva (1ª parte)



No había amanecido y Lola se despierta sumida en una pesadilla que parecía asfixiarla, se frota los ojos e intenta relajarse pues no tenía motivos ni argumentos para tan grande desasosiego.
Al alba se acerca a la ventana y en el horizonte se asomaba un tímido amanecer que anunciaba un maravilloso día de Abril. Abre el cajón de su tocador y todo está en orden pero ¿qué motivo le hizo pensar que los complementos que tenía que lucir no estaban en su sitio? No entiende que le pasa, la sangre parece un torrente en sus venas. Espera impaciente que su madre se levante para tomar el desayuno, no había motivo alguno para que se alarmara con sus estúpidas pesadillas.
Nada más entrar en la cocina, su madre le dice que le habían llamado por teléfono.
- ¿Quién ha sido a estas horas?
- Creo que ha sido tu amiga Silvia pero no estoy muy segura.
 Lola mira el reloj de la cocina  que estaba colgado frente al frigorífico simulando un plato y marcaba las ocho de la mañana. Después de una pausa de silencio:
          - Hija, perdona pero tu amiga te espera al teléfono.
- Hola Silvia-dijo con desgana-has llamado muy temprano, acabo de levantarme, ¿sucede algo?
-Nada, solo quería que supieras…pero ¿puedo hablarte? me da la sensación que aún tienes los ojos pegados, ¿no has dormido bien? Sabes que no puedes faltar esta noche a nuestra cita.
- ¿Y para eso me llamas casi de madrugada?
Lola sentada ante un café que le había servido su madre hace un gesto como el que se hace cuando te hablan de cosas que no te importan.
-          Cálmate también es para comunicarte que hemos cambiado el lugar de la celebración, ahora va a tener lugar en un pequeño y coqueto hotel que no se sabe cómo ha encontrado Raquel en la calle Serrano, creo que te va a encantar, todo él respira romanticismo por los cuatro costados, se dice que en el salón principal (donde vamos a celebrar la fiesta) se reunían  alguno de los poetas más destacados de la época para hacer sus tertulias.
Lola cuelga el teléfono, con un suspiro de resignación.
Aquella noche de la cita Lola se presenta en aquel hotel cuando el carillón del reloj del vestíbulo daba las nueve campanadas. Al entrar en el salón donde estaba prevista la fiesta, da un grito al recibir la agradable sorpresa, allí se encontraban reunidas todas aquellas que fueron compañeras de colegio.
Unos segundos después de haber hecho su entrada triunfal, las luces se apagan y extrañamente no se oye la algarabía que se forma en estos casos y mucho más si todas las allí reunidas eran jóvenes. Al volver la luz cree estar soñando, todas con antifaces de raso, otras vestían con descaro de coristas unos corsés con ligueros, también lucían en sus muñecas ligeras esposas doradas, algunas se habían disfrazado con uniformes de policías de pega, dos de ellas que parecían estar más metidas en la interpretación de la comedia levantaban al aire látigos suaves de cuerdas de seda.
Todas en conjunto con su vestimenta derrochaban una imaginación sin límites, que le pusieron el nombre de “La fiesta Sadomaso Light”. Aquella sala parecía  desprender chispas de alto voltaje.
¿Pero aquella era su fiesta de despedida de soltera? Asombrada pensó ¿de dónde habían sacado tanta parafernalia? ¿Qué era lo que pretendían decirle?
Una de ellas  se acerca al verle la cara de espanto que se le estaba poniendo le dice:
-          Esto no son más que las nuevas tendencias de la moda para las casaderas.
Una más se une al grupo y dice con picardía:
-           Esto es para que se practique.
¿Pero estaban todas locas?
Lola después de una noche de insomnio llena de pesadillas no estaba dispuesta a participar en ninguna bacanal por muy moderna que ésta fuera o tal vez era ella la que no entendía todas aquellas insinuaciones sutiles que de alguna manera la invitaban a desprenderse de esa timidez ñoña que siempre la acompañó.
Después de la cena, se ingirieron muchas copas de más, algunas de las amigas influenciadas por el exceso de alcohol, contaban chistes que parecían mofarse del matrimonio. Lola se fijó en una que no llevaba antifaz, no la conocía como amiga, y cuando se acercó a ella, la desconocida dio un paso atrás insinuando no querer hablar con ella, ante esta extraña actitud se quedó pensativa.
Aquella fiesta no supo el porqué, no le gustaba, sentía en su cuerpo malas vibraciones, para ella no estaba resultando divertida.
Después de tres largas horas de loco desenfreno y de hablar con descaro de intimidades de alcoba, se acerca a Silvia para despedirse de la fiesta alegando el tener que madrugar al día siguiente para ir a la peluquería. Pero su intento de escapar de allí fue inútil, no teniendo más remedio que aguantar a duras penas las groserías lógicas de un exceso de alcohol en las venas.
Se dirige al baño pensando que al menos estaría un rato sin escuchar tantas sandeces, se mira al espejo del tocador con detenimiento y piensa que aún es joven para casarse, se mira la mano y en el dedo luce el anillo de compromiso. En esos momentos no recordaba cuando había decidido casarse y el porqué había dado ese paso…tampoco recordaba cuándo se puso en relaciones con su novio…no entendía que era lo que le estaba pasando.
En su mente se había desdibujado el rostro del que iba a ser su marido, quizá era todo un sueño, no lo reconocía. Por más que pensaba, su mente parecía estar jugándole una mala pasada y recordaba a intervalos cosas como haber bebido en la cena una copa de vino, ¿pero por qué tanta confusión en su mente? Ya no sabía si el hombre con el que se iba a casar a la mañana siguiente era guapo, tal vez arrogante, quizá se hizo novia de él al sentirse sola en Londres, cuando hacía un curso de inglés. Ahora recordaba que él la miró como nunca antes la había mirado ningún chico ¿pero cuándo se comprometieron? Se encontraba muy confusa, ya estaba dudando hasta de quien era ella y qué hacía allí, todas decían que se casaba…

 Continuará...

                                          Foto: es.123rf.com



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