viernes, 25 de octubre de 2013

ANTAGONISMO (2ª Parte y final)



Una vez tumbadas en las blancas hamacas, ven a  un hombre que subido en lo alto de un trampolín, parecía mirarlas, cuando se  dan cuenta de que son observadas por aquel individuo,  desde aquella altura no podían verle los ojos, pero su cuerpo desprendía insolencia y un orgullo que les hizo temblar, las dos se miran, en ese instante una ráfaga de aire les atravesó el cuerpo, aquel hombre desde lo alto no supieron cómo las hizo volver a entrar de nuevo en el infierno. Salen de la piscina, no se piden explicaciones. En la habitación se visten para salir a cenar como si no hubiera pasado nada. Cenan en el Cheny Garden, más tarde y cuando la cuidad bullía a la luz de las farolas, toman una copa en una terraza con vistas a una bahía. Aquella terraza era la más concurrida por turistas, por ser uno de los escasos espacios que se permitía fumar, teniendo en cuenta que, es el país que más persigue al fumador.
Se acomodan frente al mar, recibiendo la fresca brisa, un camarero les ofrece en una bandeja  diversas marcas de tabaco, las dos eligen un cigarrillo bajo en nicotina; pues tan solo, querían disfrutar del ambiente. A la salida, el portero del local les pide un taxi, en la corta espera, ven pasar casi rozándolas un hombre extrañamente alto, que percibieron al mirarlas, que, en aquellos ojos rasgados de color almendra había algo raro, Blanca, dice, para disipar el desasosiego,--- creo decididamente que este no es mi tipo---
Al llegar de nuevo al hotel ya estaba apuntando el alba, de uno de los salones a la derecha del Hall, sale una melodía que invade el espacio, para borrarse el mal sabor de boca,  entran, todo aquello era como un sueño, Marta, se dirige a Blanca, aquí me gustaría encontrar el amor; Blanca sonríe, pero, la sonrisa se le hiela cuando, ve en una esquina de la barra a aquel hombre raro, era el mismo hombre que vieron a la salida de la terraza de fumadores, pero…Blanca se queda sin aliento, antes no lo había reconocido. Era también, el hombre del trampolín. Las dos tiemblan ante aquella mirada, tanto, como si hubieran visto al mismo “demonio”. Salen precipitadamente de allí, van derechas a la habitación; una vez dentro, ni la suntuosidad, ni la belleza de la estancia, les mermó el desasosiego que sentían…aquella mirada, no se dijeron nada, pero las dos sabían que estaban huyendo de un hombre parecido, del que habían estado presas. Aquellos  ojos, eran los mismos que tenía aquel hombre,  que con engaños de amor las hizo asomarse al infierno. ¿pero… acaso no estaban allí para enterrar el pasado? ¿Qué motivos había para que emergieran?.
Por la mañana deciden recorrer la ciudad del León, como es llamada etimológicamente, por encontrarse entre Malasia e Indonesia, todo era majestuoso, siendo digna la ciudad de su emblema, todo parecía estar regido por un rey, un rey poderoso como el de la jungla, en este caso era urbana, donde las razas se mezclan por las grandes avenidas en convivencia pacífica.
Recorren las aceras interminables, con las fachadas de los grandes almacenes adornados de  banderas multicolores con su emblema, grandes luminosos anunciando mercancías. En aquella avenida, descubren un inmenso jardín vertical, de árboles y edificaciones imponentes donde descubren que se encuentra el mayor centro financiero de Malasia.
Se sientan en la terraza de una cafetería para reponer fuerzas, un camarero las acoge con amabilidad, les dice que dentro  hay  una salita de té muy cómoda. Cuando hacen intención de levantarse para entrar en la sale que amablemente les ofrece el camarero. Marta da un respingo, de repente creyó ver reflejado en un espejo retrovisor de un coche, a  aquel hombre de mirada dulce y ojos color esmeralda, que un día le salvo de un  infierno cruel, pero, cuando da un paso para acercarse al coche, confusa, de nuevo da un paso atrás, pues creyó haber tenido alucinaciones.
Blanca hace una señal con los ojos a su amiga. Marta le sigue la mirada, frente a ellas dos jóvenes las miran, se acercan…somos españoles, las dos callan, los chicos siguen hablando mitad castellano, mitad ingles. Cuando las chicas rompen el silencio, la alegría del grupo se hizo patente cuando uno de ellos, dice, somos cacereños. Después de recordar la tierra, alaban aquella isla de contrastes, que al disponer de poco terreno, lo suplen con la arquitectura vertical, no  olvidando hacer edificios hermosos.
¿Lleváis mucho tiempo aquí?
Contestando Álvaro, lo suficiente para saber que en esta parte del mundo se exhala belleza por los cuatro costados. Trabajamos los dos en una financiera, aunque nos queda poco tiempo, se nos termina el contrato.
¿Os vais porque no sois felices aquí? Sí, dijo Gonzalo con una sonrisa de oreja a oreja, dejando en el aire un halo de misterio. La verdad es, que no solo vinimos a trabajar, sino también para  buscar lo que parecía negarnos nuestra tierra. Los dos amigos se miran, Álvaro el que parecía el más tímido de los dos, de repente le cambia la expresión de la cara, frente a ellos, en mitad de la acera vestido de etiqueta, se encontraba aquel hombre siniestro.
Un viento racheado empezó a rugir por la avenida, se refugian en unos grandes almacenes, ninguno habla, pero los cuatro se encuentran inquietos, corriendo suben por las escaleras mecánicas y, cuando Álvaro da el último paso para adentrarse en el rellano de la  segunda planta, un rayo atravesó la vidriera de la claraboya, para caer en las escaleras por donde subía aquel hombre vestido de etiqueta y con ojos de infierno que parecía perseguirlos y  que estuvo a punto de alcanzarlos.
Ningún cliente de los que se encontraban allí supieron de aquel rayo que cayó en las escaleras y, fulminó a aquel ser despreciable. Para calmar sus ansiedades, compran impulsivamente, salen de nuevo a la calle, el día se les antojó más placentero que unas horas antes. De repente, ven cómo se acerca a ellos el hombre de ojos verdes , Gonzalo y Álvaro les tienden la mano, se saludan, las dos amigas no salen de su asombro.¿Quien era aquel hombre? ¿De qué lo conocían?
De repente se desata un huracán que hace temblar la chimenea en el tejado de aquella casona de campo que, habían alquilado junto  con los amigos para aquel fin de semana.
Ya se encontraban todos en el salón de la casa, súbitamente alguien entra, en aquel momento el aire cesó, el salón se iluminó con la claridad del amanecer, allí en medio de ellos se encontraba aquel hombre de mirada dulce. En ese momento el ruido de un motor irrumpe, perdiéndose en la lejanía. Este, movió la cabeza mientras sonreía. Todos estaban en aquel salón, menos aquel chico nuevo llamado Fausto, que nadie sabía quién lo había invitado y, que desde que llegó, rompió la convivencia del grupo con tan solo su presencia. En su ausencia, de nuevo reinó la armonía entre aquel grupo de amigos.
Alguien, dijo desde el fondo del salón, ha sido un alivio para mí el perder de vista esos ojos…el silencio se hizo patente, mientras todos recordaban aquella mirada, que parecía diabólica. No hubo dudas, desde ese momento supieron quien era, pues había desaparecido al verse descubierto. Siendo por todos,  sabido que, las ratas siempre huyen por las alcantarillas.
Nunca dejarían de asombrarse al recordar aquella mirada oscura y penetrante, que les hizo tener pesadillas. No podía ser otro que la encarnación del “Averno”.

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