Una
vez tumbadas en las blancas hamacas, ven a un hombre que subido en lo alto de un trampolín,
parecía mirarlas, cuando se dan cuenta
de que son observadas por aquel individuo,
desde aquella altura no podían verle los ojos, pero su cuerpo desprendía
insolencia y un orgullo que les hizo temblar, las dos se miran, en ese instante
una ráfaga de aire les atravesó el cuerpo, aquel hombre desde lo alto no
supieron cómo las hizo volver a entrar de nuevo en el infierno. Salen de la
piscina, no se piden explicaciones. En la habitación se visten para salir a
cenar como si no hubiera pasado nada. Cenan en el Cheny Garden, más tarde y
cuando la cuidad bullía a la luz de las farolas, toman una copa en una terraza
con vistas a una bahía. Aquella terraza era la más concurrida por turistas, por
ser uno de los escasos espacios que se permitía fumar, teniendo en cuenta que,
es el país que más persigue al fumador.
Se
acomodan frente al mar, recibiendo la fresca brisa, un camarero les ofrece en
una bandeja diversas marcas de tabaco,
las dos eligen un cigarrillo bajo en nicotina; pues tan solo, querían disfrutar
del ambiente. A la salida, el portero del local les pide un taxi, en la corta
espera, ven pasar casi rozándolas un hombre extrañamente alto, que percibieron al
mirarlas, que, en aquellos ojos rasgados de color almendra había algo raro,
Blanca, dice, para disipar el desasosiego,--- creo decididamente que este no es
mi tipo---
Al
llegar de nuevo al hotel ya estaba apuntando el alba, de uno de los salones a
la derecha del Hall, sale una melodía que invade el espacio, para borrarse el
mal sabor de boca, entran, todo aquello
era como un sueño, Marta, se dirige a Blanca, aquí me gustaría encontrar el
amor; Blanca sonríe, pero, la sonrisa se le hiela cuando, ve en una esquina de
la barra a aquel hombre raro, era el mismo hombre que vieron a la salida de la
terraza de fumadores, pero…Blanca se queda sin aliento, antes no lo había
reconocido. Era también, el hombre del trampolín. Las dos tiemblan ante aquella
mirada, tanto, como si hubieran visto al mismo “demonio”. Salen precipitadamente
de allí, van derechas a la habitación; una vez dentro, ni la suntuosidad, ni la
belleza de la estancia, les mermó el desasosiego que sentían…aquella mirada, no
se dijeron nada, pero las dos sabían que estaban huyendo de un hombre parecido,
del que habían estado presas. Aquellos ojos, eran los mismos que tenía aquel hombre, que con engaños de amor las hizo asomarse al
infierno. ¿pero… acaso no estaban allí para enterrar el pasado? ¿Qué motivos
había para que emergieran?.
Por
la mañana deciden recorrer la ciudad del León, como es llamada
etimológicamente, por encontrarse entre Malasia e Indonesia, todo era majestuoso,
siendo digna la ciudad de su emblema, todo parecía estar regido por un rey, un
rey poderoso como el de la jungla, en este caso era urbana, donde las razas se mezclan
por las grandes avenidas en convivencia pacífica.
Recorren
las aceras interminables, con las fachadas de los grandes almacenes adornados
de banderas multicolores con su emblema,
grandes luminosos anunciando mercancías. En aquella avenida, descubren un
inmenso jardín vertical, de árboles y edificaciones imponentes donde descubren
que se encuentra el mayor centro financiero de Malasia.
Se
sientan en la terraza de una cafetería para reponer fuerzas, un camarero las
acoge con amabilidad, les dice que dentro
hay una salita de té muy cómoda.
Cuando hacen intención de levantarse para entrar en la sale que amablemente les
ofrece el camarero. Marta da un respingo, de repente creyó ver reflejado en un
espejo retrovisor de un coche, a aquel
hombre de mirada dulce y ojos color esmeralda, que un día le salvo de un infierno cruel, pero, cuando da un paso para
acercarse al coche, confusa, de nuevo da un paso atrás, pues creyó haber tenido
alucinaciones.
Blanca
hace una señal con los ojos a su amiga. Marta le sigue la mirada, frente a
ellas dos jóvenes las miran, se acercan…somos españoles, las dos callan, los
chicos siguen hablando mitad castellano, mitad ingles. Cuando las chicas rompen
el silencio, la alegría del grupo se hizo patente cuando uno de ellos, dice,
somos cacereños. Después de recordar la tierra, alaban aquella isla de
contrastes, que al disponer de poco terreno, lo suplen con la arquitectura
vertical, no olvidando hacer edificios
hermosos.
¿Lleváis
mucho tiempo aquí?
Contestando
Álvaro, lo suficiente para saber que en esta parte del mundo se exhala belleza
por los cuatro costados. Trabajamos los dos en una financiera, aunque nos queda
poco tiempo, se nos termina el contrato.
¿Os
vais porque no sois felices aquí? Sí, dijo Gonzalo con una sonrisa de oreja a
oreja, dejando en el aire un halo de misterio. La verdad es, que no solo
vinimos a trabajar, sino también para buscar lo que parecía negarnos nuestra tierra.
Los dos amigos se miran, Álvaro el que parecía el más tímido de los dos, de
repente le cambia la expresión de la cara, frente a ellos, en mitad de la acera
vestido de etiqueta, se encontraba aquel hombre siniestro.
Un
viento racheado empezó a rugir por la avenida, se refugian en unos grandes
almacenes, ninguno habla, pero los cuatro se encuentran inquietos, corriendo
suben por las escaleras mecánicas y, cuando Álvaro da el último paso para
adentrarse en el rellano de la segunda
planta, un rayo atravesó la vidriera de la claraboya, para caer en las
escaleras por donde subía aquel hombre vestido de etiqueta y con ojos de
infierno que parecía perseguirlos y que estuvo
a punto de alcanzarlos.
Ningún
cliente de los que se encontraban allí supieron de aquel rayo que cayó en las
escaleras y, fulminó a aquel ser despreciable. Para calmar sus ansiedades,
compran impulsivamente, salen de nuevo a la calle, el día se les antojó más
placentero que unas horas antes. De repente, ven cómo se acerca a ellos el
hombre de ojos verdes , Gonzalo y Álvaro les tienden la mano, se saludan, las
dos amigas no salen de su asombro.¿Quien era aquel hombre? ¿De qué lo conocían?
De
repente se desata un huracán que hace temblar la chimenea en el tejado de
aquella casona de campo que, habían alquilado junto con los amigos para aquel fin de semana.
Ya
se encontraban todos en el salón de la casa, súbitamente alguien entra, en
aquel momento el aire cesó, el salón se iluminó con la claridad del amanecer,
allí en medio de ellos se encontraba aquel hombre de mirada dulce. En ese
momento el ruido de un motor irrumpe, perdiéndose en la lejanía. Este, movió la
cabeza mientras sonreía. Todos estaban en aquel salón, menos aquel chico nuevo
llamado Fausto, que nadie sabía quién lo había invitado y, que desde que llegó,
rompió la convivencia del grupo con tan solo su presencia. En su ausencia, de
nuevo reinó la armonía entre aquel grupo de amigos.
Alguien,
dijo desde el fondo del salón, ha sido un alivio para mí el perder de vista
esos ojos…el silencio se hizo patente, mientras todos recordaban aquella
mirada, que parecía diabólica. No hubo dudas, desde ese momento supieron quien
era, pues había desaparecido al verse descubierto. Siendo por todos, sabido que, las ratas siempre huyen por las
alcantarillas.
Nunca
dejarían de asombrarse al recordar aquella mirada oscura y penetrante, que les
hizo tener pesadillas. No podía ser otro que la encarnación del “Averno”.
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