La casa familiar, le pareció una
solución bienintencionada sobre todo cuando el corazón se encuentra destrozado:
Tatiana estaba recién divorciada y, en teoría estaba correcto lo que estaba
haciendo, solo se le ocurrió poner tierra de por medio para alejarse de
cualquier cosa que le recordase su más reciente vida pasada, pero…cómo podía
huir de todo lo que llevaba dentro desde…ni tan siquiera podía recordar, cuándo
empezó a sentir esas sensaciones extrañas que aún persistían dentro de su
corazón.
Ahora tenía que aprender a estar
sola, quizás hasta pudiera hacer todo lo que realmente le apeteciera sin temer
nada y sin dar explicaciones a nadie….Por el momento no quería pensar en su
futuro, solo deseaba estar tranquila.
Tatiana, se encuentra tras una
larga ausencia en la casa de sus antepasados después del fracaso de su
matrimonio; este reencuentro con el pasado no le estaba resultando nada fácil.
Acababa de cumplir los cincuenta, se encontraba sola, a pesar de lucir buen
aspecto, su mirada desprendía una tristeza que siempre supo le acompañó a lo
largo de su vida. Y ahora se encontraba de nuevo en el hogar paterno dispuesta
a desentrañar todo aquello que le había preocupado desde siempre y que le había
hecho salir de Moscú precipitadamente: El destino que eligió fue España, pero
el motivo que le atormentaba no desapareció con la lejanía, haciendo que esa
obsesión fuera una de las causas que destruyera su matrimonio, ¿ ó quizás hubo
otros motivos?.
Se encontraba mirando por balcón
por primera vez desde que llegó. Tras los cristales, ve con nostalgia distraída
cómo una suave manta blanca de nieve cubre las cúpulas de la Basílica de San
Basilio.
La gran explanada de la Plaza
Roja, ante sus ojos aparece como un mar
de algodón en calma, un coche de caballos interrumpe sus elucubraciones, al ver
cómo sus ruedas rompen la armonía del dulce manto níveo del suelo, haciendo a
su paso dos heridas paralelas en el asfalto interminable. Después de unos
momentos de contemplación se aparta de los cristales que se habían empañados
con el vaho que desprendía su respiración. Cierra parcialmente las cortinas de
terciopelo que lucían de un color azul desvaído, dejando que entrara la tenue claridad de las
farolas de la plaza. Se sienta, y pasea su mirada por el salón como si jamás lo
hubiera visto antes, entorna los ojos y empieza a recordar vagamente su niñez
en aquella casa que ahora se le antojaba que estaba repleta de historias que
nunca supo descifrar en su inocencia de niña, aunque siempre tuvo la intuición de que allí pasaba algo que ella
no entendía, y que en su adolescencia
nunca se atrevió a pedir explicaciones.
De repente, sus ojos se quedan
fijos ante uno de los cuadros que tenía frente a ella, era un retrato de una
mujer madura de cuerpo horondo, vestida con ropas caras que parecía desprender
autoridad, mientras su mirada parecía derramar una amargura profunda.
Después de unos minutos de
contemplación, no supo cómo su subconsciente, sin su permiso empezó a trabajar
a velocidades de vértigo, llegando a reavivar esos recuerdos que tanto tiempo
habían estado agazapados en los pliegues del olvido.
Ante esta situación se tapa la
cara con las manos, no podía ser verdad todo aquello que su mente le estaba
revelando. Se levanta de la butaca bruscamente, sale precipitadamente del salón
y, como si fuera un autómata sin sentido alguno, empezó a recorrer la casa como
si la visitara por primera vez las habitaciones de aquel primer piso del
edificio aristocrático, desde donde se podía divisar un espléndido panorama del
espectacular “RUS” (ahora llamada Rusia). De pronto siente que sus pies se
quedan clavados ante un cuadro, en el silencio pudo oír cómo salía de aquella
pintura, una melodía polifónica que era
interpretada por el tañar de campanas, mira detenidamente el cuadro, era
una panorámica del pueblo de Rostov, donde desde tiempos inmemoriales suelen
acudir atravesando el lago Nero los fieles para orar a la llamada de las
campanas… Tatiana después de la primera impresión que le causó el toque de
campanas, mira detenidamente la pintura, y tras la iglesia aparecía un bosque
de pinos y abetos, en uno de los laterales, unos abedules parecían arropar a una niña pequeña que
parecía clamar con sus bracitos en alto que alguien le abrazara. No supo él
porqué ante aquella visión su corazón pareció desbocarse aprisionando su
respiración.
................. (continuará.....)
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