viernes, 20 de diciembre de 2013

Siempre se debe mantener la lucidez (1º parte)



Anna  era la artífice de todas las fiestas que se celebraban en su pandilla; una pandilla en la que todos derrochaban alegría y juventud y Anna, que fue siempre muy amiga de sus amigos, las organizaba  y conseguía que fueran  siempre las más divertidas.
No supo el motivo por el cual empezó a salir con un chico que conoció en la última fiesta que habían celebrado todos los amigos juntos. Inesperadamente, ese chico era un desconocido para la pandilla y desde entonces ella, extrañamente, había dejado de frecuentarla. Anna empezó a pensar que sus amigos no parecían los mismos de siempre y no quería reconocer el motivo por lo que esta situación le daba un amargo sabor de boca. Una noche sentada ante su escritorio le exigió a su cabeza con desesperación que recordase porqué se encontraba en aquella situación, pero algo muy fuerte parecía impedírselo, ella creyó que era su natural carácter alegre el que le impedía recordar los últimos acontecimientos vividos, que por cierto no le eran gratos.
Una tarde soleada del mes de abril se encontraba sentada en una terraza viendo pasar a la gente que indiferentes deambulaban ante ella desconociendo su estado de ánimo, que en aquel momento se encontraba por los suelos. Cuando  terminó de beberse el refresco, decidió pasear. No entendía que es lo  le pasaba, por primera vez en su vida se encontraba llena de zozobras y desasosiego e ignoraba la razón.
No supo cómo se encaminó hacia la parte más antigua de la ciudad. Sus calles estaban perfiladas por casas medievales  que parecían las guardianas de los grandes misterios del pasado. Mientras caminaba despacio, no recordaba con exactitud en cuál de aquellas casas fue donde se celebró la fiesta de su cumpleaños ya  que a ella nadie le dijo quien  había decidido a última hora que la fiesta se celebrara en un caserón antiguo.
Anna, que caminaba sin rumbo, de pronto se sintió perdida en medio de una plaza desconocida y sin saber discernir ni el tiempo ni el espacio en que se encuentra. Mira aquellas paredes de piedra que parecían hablarle, en ese lenguaje que sólo saben hablar las piedras que han vivido muchos avatares y que ella no sabía entender. Se adentró por una de aquellas calles estrechas que salían cómo tentáculos desde el centro de la plaza misteriosa. La eligió al azar y subió por una cuesta cansina, que amagaba con consumir sus agotadas  energías. Una vez arriba, se encontró ante una casa grande cuya fachada presidía una puerta enorme de madera con herrajes fuera del anclaje, se veían desvencijados y se podía apreciar claramente el oxido impregnado que hacía que la puerta estuviera inclinada hacia uno de los lados.
Se paró unos momentos ante aquella casa y no supo cómo pero algo le impulsó a entrar; en aquella calle no parecía haber más que aquella casa. Extrañada, no sabía que pensar, miró con detenimiento la fachada de granito y levantó la vista asombrada de que no tuviera ventanas que dieran al exterior; miró hacia el cielo como pidiendo clemencia cuando descubrió una gran nube de forma lenticular y de geometría perfecta. Dio un paso atrás para ver mejor aquella maravilla de la naturaleza y fue entonces cuando se  sorprendió al oír una voz que le decía:
-          Anna, ten cuidado, guarécete del viento que empezará a soplar en unos momentos y vendrá acompañado con fuertes rachas huracanadas.
Sin pensarlo, empujó la puerta que al estar cuarteada se resistía a la apertura. De nuevo insistió empujando con todas sus fuerzas y ante la presión los goznes saltaron haciendo algo  más fácil la entrada por una  hendidura. Poco después se encontraba ante un espléndido patio del románico tardío donde la piedra de las arcadas estaba bellamente trabajada exhibiendo los blasones heráldicos de la familia que lo mandó construir. Un pozo en medio del patio era depositario de las aguas recogidas por las lluvias, se acercó a él con cautela y un ruido infernal parecía salir del brocal,  sus aguas  estaban cociendo a borbotones.
A la derecha del patio unas escaleras estrechas y oscuras parecían insistir a que subiera al primer piso. Una vez arriba entra en uno de los salones que lucía un pórtico espectacular lleno de belleza; allí sin complejos la piedra exhibe cuatro torsos de conquistadores y otros tantos de nativos americanos que parecen estar unidos como hermanos después de la conquista. Aquella puerta se encontraba abierta, antes de entrar asoma la cabeza para preguntar:
- ¿Hay alguien ahí?
Ante un silencio por respuesta que le hizo estremecer, la angustia empezó a dominarla hasta el punto que empezó a gritar de desesperación e hizo con sus gritos que se oyera un eco que parecía querer despertar las iras del infierno.
Allí, en aquella casa, no parecía haber señales de vida y entonces Anna empezó a intuir que aquella casa no se encontraba sola por casualidad, estaba poblada de presencias y emanaciones que salían por las paredes, todo allí parecía surgir de otro mundo. Agotada miró hacia atrás y encontró un banco de madera donde se sentó e intentó serenarse, no sin antes percibir el paso de halo gris que atravesaba aquel pasillo como una exhalación.
Ya no pensaba nada, no estaba segura de si todo aquello que le estaba pasando era producto del cansancio, ese cansancio que sentía sin motivo aparente desde aquella fatídica fiesta. Desde la perspectiva del banco lo veía todo difuso, inconexo  y creyó que no debió haber entrado en aquella casa porque no tenía nada que ver con ella. Echó una ojeada a su alrededor y todo allí era antiguo y tan viejo como el mismo mundo, se quedó mirando una cómoda adosada a la pared, lacada, con sendos jarrones de fina porcelana limpias y relucientes que descansaban sobre la encimera de mármol que parecía recién pulido. No supo que pensar, aquel mueble junto con sus adornos eran contemporáneos.
Cuando se levantó del banco, no se atrevió a dar ningún paso más, tenía que salir de aquella casa cuanto antes, aquello parecía una pesadilla, pero supo que aquella casa era un imán para ella y no la dejaba salir, allí había algo que ella desconocía.

Continuará... 


Nubes lenticulares

Fuente: objetivomalaga.diariosur.es


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