Pero no pudo salir de su asombro,
cuando ve cómo ese animal, salta desde la campana, para ponerse junto a su brazo,
que en esos momentos temblaba. El terror que siente, no le deja pensar, de
pronto, se pudo oír un ruido estremecedor, el suelo, empezó a temblar, los apliques
de los lucernarios empezaron a caer estrepitosamente al suelo. Ante tanto
desatino, seguía pensando Inés que se encontraba en medio de una pesadilla.
Pero aquel bicho, no parecía haberse conformado con bajar de la chimenea, ahora
se encontraba tan cerca de ella que le rozaba el brazo con sus fuertes y
pequeñas garras. Inés creyó que parecía decirle algo, pero en esos momentos su
mente no estaba dispuesta, ni en condiciones de entender nada.
El horror, parecía crecer dentro
de ella, llegando a conseguir que pensara que se estaba portando cómo una
estúpida. Desorientada mira hacia la calle; asombrada pudo ver que las farolas
de la calle se encontraban encendidas, los peatones, circulaban por ella
indiferente, ignorando lo que allí
dentro estaba pasando.
De un salto, Inés se pone ante la
puerta, intenta pulsar el timbre que mueve el resorte manual para abrir la puerta
en el caso de una emergencia. Pero al acercar su mano, al pulsador, su brazo se
paralizó, en medio de aquel botón se encontraba el escarabajo impidiéndola
salir. Ya no sabe qué más puede hacer, aquel botón era su última oportunidad de
poder salir de allí.
Con desesperación empezó a
golpear los cristales de la puerta con sus manos cómo único recurso, pero
nadie, miraba hacia dentro, más tarde, lo intenta gritando con todas sus
fuerzas, pero de nuevo nadie parece escucharla.
En esos momentos, pudo oír una
voz que parecía venir de ultratumba. ¿Te gusta este ambiente en el que ahora te
encuentras inmersa? Inés, cada vez más confusa, no puede creer lo que le está
sucediendo, en esos momentos creyó que había perdido la conciencia. De nuevo
pudo oír aquella voz; que le decía, ¿De veras te gusta todo esto?. No temas
solo quiero que sientas, nada más que un poquito de lo que me estás haciendo
pasar a mí. Dime, ¿Por qué ese celo en tus investigaciones, que has llegado
hasta el extremo de perturbar mi paz?. Nadie en esta Era había tenido noticias
de que yo hubiera existido; claro que muchos de los de mi especie han sido y
son muy famosos, pero yo ¿Qué fue lo que visteis en mí?.
Pero creo que tú tienes mucha
culpa por tener un celo enfermizo, que ahora se le llama profesionalidad, ¿ó
tal vez se llame ahora también ambición? Te empeñaste con esa absurda
investigación, el ser quizás la primera mujer que osaba estudiar una fase
olvidad del Antiguo Egipto, haciéndome volver a la vida, cuando en aquellos
tiempos en los que viví, en estos tiempos solo es historia, como se dice ahora, es “agua pasada”.
Te digo que era muy feliz antes
de que me devolvieras a la vida; me encontraba muy a gusto en mi morada en un
reino de inframundo protegiendo a mi Faraón en su pirámide. Y ahora, ¿puedes
decirme que va a pasar conmigo? Porque aunque no lo merezcas, te voy a contar
mi vida a breves rasgos: Primero, fui para mi gran jefe Nefer llamado el
Silencioso; un deseado talismán, después y, a su muerte, le acompañé como un
fiel servidor de viaje para el más allá.
Pero apareciste tú con tu cabeza
llena de ilusorias glorias; el día que me enteré de cual era tú trabajo, pensé,
que esas investigaciones estaban un poco trasnochadas, pues ya se sabía casi de
todo, sobre la función que desarrollábamos en aquellos tiempos, los ahora
llamados insectos.
¿Acaso olvidaste lo más
importante de esta historia?
¿Sabías tal vez que nosotros los
escarabajos teníamos un poder divino tan grande que hasta los mismos Faraones
llegaron a temernos?
¿Acaso ignoras que yo, con el
poder que me otorga la divinidad, puedo, si me apetece convertir este mundo en
el que tú vives, en un infierno aún peor de cómo en estos momentos está?
Por eso te pido, por favor, no
consientas que me posean manos que no sean dignas, porque te aseguro que si
llego a estar en manos de algún político, éste no dudaría en usarme para obtener
más poder, pero sólo y exclusivamente para su beneficio, y, hasta llegaría a destruir sin
ningún pudor todo aquello que le estorbarse, si con ello supiera que podía
reencarnar en un dios. Pero, todos estos poderes adquiridos con maldad son arma
de dos filos y, tarde o temprano
terminan ardiendo en el averno, no sin antes hacer sufrir a seres
inocentes; como….sí aquel impresentable llamado Hitler, ó acaso creías que en
el más allá no estamos enterados de lo que sucede aquí.
Pero tú, como si nada, me has
devuelto a la vida, ¿para meterme en una urna de cristal en cualquier museo que
ponga Egiptología, para que todos me miren como
si fuera una distracción de feria. ¿No crees que yo valgo más que eso?
Te pido encarecidamente que no cometas esa equivocación. ¿Acaso llegaste a
pensar, ó tal vez analizaste cuando te encontrabas inmersa en tú investigación,
las consecuencias que un hecho cómo éste puede acarrear al mundo? ¿Ó tal vez
acaso, fue un error al no saber interpretar con exactitud los papiros, que
tuviste en tus manos? En este caso te perdono, porque la verdad es que nuestra
forma de escritura, suele confundir a muchos egiptólogos, porque en muchos
casos algunos jeroglíficos aunque parezcan fáciles de interpretar, no lo son en
absoluto, pues se podían cometer diversas variaciones de tal manera que el que
los escribía pudiera tener privacidad, sobre todo en aquellos que guardaban
grandes secretos, bueno es una temática que ha sido practicada desde todos los
siglos,¿ pues quién no se ha llevado algún secreto a la tumba?.
Ahora solo te pido por mi bien y
por el de la humanidad, que me devuelvas a mi antiguo estado; pues tan solo
necesito descansar, pues no me gustaría tener que volver precisamente en esta
Era, aunque pensándolo bien no es tan diferente a la que yo viví.
Inés después de escuchar todo
aquel relato, que parecía salir de la boca de aquel escarabajo, se dio la
vuelta, y tras ella se encontraba aquel joven de tez tostada, pero supe que no
era por ser un golfista, si no por el sol implacable del desierto del Antiguo
Egipto.
Entonces pudo ver que en sus
manos sostenía una pequeña caja de terracota. El joven acercándose a ella le
dijo: Aún no te he dicho mi nombre, y tendiéndole la mano, mi nombre es Ramosis
y, este joven siguió hablando bajo la atenta mirada del escarabajo. Yo sabía que
esto algún día podía ocurrir.
Ahora te voy a contar mi
historia. Yo ese día disfrutaba de un agradable paseo, por él jardín y, para
contemplar el paisaje me senté a la sombra de una palmera, allí con el frescor
que desprendían sus hojas, me puse a contemplar los azufaifos, tamariscos y un
viejo sauce que inclinado parecía buscar agua en aquella seca tierra.
Yo me levanté al observar que el
sauce escondía parcialmente entre sus raíces, un recipiente, me agacho para ver
que secreto escondía aquel sediento sauce, y sorprendido pude coger y, sin
apenas escarbar un recipiente, cuando lo tengo en mis manos, vi que asomaba el
filo de un papiro por aquella cantarilla desportilladla de barro.
Me la llevé consigo, hasta saber
qué poder hacer con ella, después de descifrar aquel escrito que se mostraba
cómo jeroglífico. Entonces tuve noticias de tú investigación, acto seguido me
vine en tu busca para que no cometieras ninguna equivocación. Por ese motivo te
cité en nombre de un amigo, porque este escarabajo en su vida pasada hacía
profecías, y aquí está escrita una de ellas.
Las piernas de Inés empezaron a
temblar. ¿Qué podía pasar si este escarabajo o talismán de Nefer el Silencioso,
llegara a caer en manos de un ambicioso desaprensivo?.
Ante esos pensamientos de Inés,
le pidió a Ramosis que le acompañara a Egipto, para depositar aquel valioso
escarabajo donde debía estar. Días después remontaron el río Nilo, hasta llegar
a Menfis, para más tarde llegar a la región de Saqqara donde dejaron descansar en su pirámide, a uno
de los talismanes más poderosos que jamás existieron.
Una vez depositado en su lugar,
Inés suspira aliviada, pues si hubiera caído en manos inapropiadas, este hecho
hubiera cambiado él sólo, el rumbo del mundo al encontrarnos en un momento
álgido de corrupción.