Anna empezó a pensar cómo pudo llegar hasta allí. Tan
sólo era una joven estudiante, eso sí era brillante, que estaba terminando la
carrera de antropología, ella sólo se dedicaba a los estudios de los orígenes
del hombre.
Y de nuevo, como le estaba sucediendo, se sumió en
un cansancio infinito.
A cada minuto que pasaba se encontraba más
confundida. Quizás allí hubiera algo que estuviera conectado con los orígenes
del hombre…
Anna se sentó de nuevo en el banco para pensar en la
forma de salir de allí pero atónita descubrió que las escaleras habían
desaparecido. Entonces pensó que para nada necesitaba saber los orígenes de
aquella casa extraña porque el saber es tan volátil que si no se cultiva se
puede perder y eso que algunos eruditos llaman sabiduría, no puede permanecer
para siempre en un mismo individuo ¿acaso se acuerda el hombre cuando le llega
la vejez de todo lo que ha aprendido en la vida?
Fuera el viento mudaba las nubes de sitio y empujaba
la puerta, que se resistía a ser derribada dando crujidos a modo de protesta.
Ella siempre supo, desde que tuvo consciencia que su cerebro era especial y que
quizás ese era el motivo por el cual siempre fue la más galardonada de su curso
en la universidad.
Anna empieza a hacer reflexiones aunque su cabeza
estuviera metida en un caos, ¿pero acaso alguien está capacitado para guardar
en su cerebro todo aquello que ha aprendido, o lo que ha vivido al milímetro?
Anna no se reconoce, pasea por aquel ancho pasillo y
entra sin pensar en uno de los salones. Le dio la impresión de que estaba decorado
para rodar una escena, de esas películas que sentado ante la pantalla, ves como
el terror se transforma hasta el punto de hacerte reír. A Anna le pareció aquel salón patético porque
cuando miró el artesonado del techo estaba pintado de negro, imitando el estilo
rococó pero de un pésimo gusto. De algunas de las vigas y en forma de círculo,
colgaban gárgolas de figuras extrañas que parecían por su posición estar
dispuestas para lesionar las cabezas de sus visitantes. Siguió adelante, y a lo
largo de las paredes se exponían grandes cuadros pintados sobre madera donde
destacaban imágenes bíblicas y apocalípticas. Anna se quedó clavada al suelo,
sin ser capaz de dar un paso…en una de aquellas tablas estaba representado un
ángel que huía del cielo seguido por un rayo.
Pero, esa cara…
Anna creyó
reconocer en aquella madera pintada en blanco y negro que era…ante aquella
visión del ángel caído se sintió
atemorizada, cerró los ojos y al abrirlos se encontró cara a cara con el chico
con el que hacía semanas estaba
saliendo. Carlos la miraba de una manera extraña y al acercarse a ella le dio
un beso en la frente mientras le dijo:
-
Sabía que tenías que
venir aquí.
Anna sintió
cómo aquel beso le helaba la sangre. Y por primera vez en su vida se encontraba
en una situación límite en la cual dudaba ante lo que estaba viendo, pues hasta
entonces el mundo siempre se le había presentado para ella cómo algo
maravilloso que había que disfrutar. Aquel chico se acercó al cuadro, por un
instante Anna creyó que se fundiría con la pintura; un murmullo de voces parecían
acercarse, Anna no tenía fuerzas para moverse, Carlos la cogió de la mano
mientras le lanzaba una mirada de odio, cómo si presintiera que aquella jugada
le estaba saliendo mal. Intentó acercarla al cuadro tirando fuertemente de su
brazo, ella se resistía.
Continuará...
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