lunes, 13 de enero de 2014

Siempre se debe mantener la lucidez (2ª parte)



Anna empezó a pensar cómo pudo llegar hasta allí. Tan sólo era una joven estudiante, eso sí era brillante, que estaba terminando la carrera de antropología, ella sólo se dedicaba a los estudios de los orígenes del hombre.
Y de nuevo, como le estaba sucediendo, se sumió en un cansancio infinito.
A cada minuto que pasaba se encontraba más confundida. Quizás allí hubiera algo que estuviera conectado con los orígenes del hombre…
Anna se sentó de nuevo en el banco para pensar en la forma de salir de allí pero atónita descubrió que las escaleras habían desaparecido. Entonces pensó que para nada necesitaba saber los orígenes de aquella casa extraña porque el saber es tan volátil que si no se cultiva se puede perder y eso que algunos eruditos llaman sabiduría, no puede permanecer para siempre en un mismo individuo ¿acaso se acuerda el hombre cuando le llega la vejez de todo lo que ha aprendido en la vida?
Fuera el viento mudaba las nubes de sitio y empujaba la puerta, que se resistía a ser derribada dando crujidos a modo de protesta. Ella siempre supo, desde que tuvo consciencia que su cerebro era especial y que quizás ese era el motivo por el cual siempre fue la más galardonada de su curso en la universidad.
 Anna  empieza a hacer reflexiones aunque su cabeza estuviera metida en un caos, ¿pero acaso alguien está capacitado para guardar en su cerebro todo aquello que ha aprendido, o lo que ha vivido al milímetro?
Anna no se reconoce, pasea por aquel ancho pasillo y entra sin pensar en uno de los salones. Le dio la impresión de que estaba decorado para rodar una escena, de esas películas que sentado ante la pantalla, ves como el terror se transforma hasta el punto de hacerte reír.  A Anna le pareció aquel salón patético porque cuando miró el artesonado del techo estaba pintado de negro, imitando el estilo rococó pero de un pésimo gusto. De algunas de las vigas y en forma de círculo, colgaban gárgolas de figuras extrañas que parecían por su posición estar dispuestas para lesionar las cabezas de sus visitantes. Siguió adelante, y a lo largo de las paredes se exponían grandes cuadros pintados sobre madera donde destacaban imágenes bíblicas y apocalípticas. Anna se quedó clavada al suelo, sin ser capaz de dar un paso…en una de aquellas tablas estaba representado un ángel que huía del cielo seguido por un rayo.
Pero, esa cara…
 Anna creyó reconocer en aquella madera pintada en blanco y negro que era…ante aquella visión del ángel  caído se sintió atemorizada, cerró los ojos y al abrirlos se encontró cara a cara con el chico con el  que hacía semanas estaba saliendo. Carlos la miraba de una manera extraña y al acercarse a ella le dio un beso en la frente mientras le dijo:
-          Sabía que tenías que venir aquí.
 Anna sintió cómo aquel beso le helaba la sangre. Y por primera vez en su vida se encontraba en una situación límite en la cual dudaba ante lo que estaba viendo, pues hasta entonces el mundo siempre se le había presentado para ella cómo algo maravilloso que había que disfrutar. Aquel chico se acercó al cuadro, por un instante Anna creyó que se fundiría con la pintura; un murmullo de voces parecían acercarse, Anna no tenía fuerzas para moverse, Carlos la cogió de la mano mientras le lanzaba una mirada de odio, cómo si presintiera que aquella jugada le estaba saliendo mal. Intentó acercarla al cuadro tirando fuertemente de su brazo,  ella se resistía.

Continuará...

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