domingo, 17 de agosto de 2014

La pensión (1ª parte)



Dos horas habían transcurrido desde que Anna se apeara del autobús que la llevó desde Cáceres a Madrid, en el andén de la estación esperó impotente la llegada de su amiga para recogerla, la cual parecía haber olvidado su cita. Después de un tiempo prudencial en el cual creyó que la espera era demasiado prolongada, decidió salir de la estación. Mientras subía las escaleras mecánicas desilusionada, siente cómo se va adentrando en un mundo desconocido y desconcertante para ella y una vez se encuentra en la calle, busca en su bolso de mano la libreta donde lleva anotada la dirección donde se alojaba su amiga. Mientras lee la dirección siente cómo una brisa helada y desagradable la despeina, mientras sus fosas nasales lentamente se desprendían de ese olor que suelen tener los andenes a muchedumbre mezclado con el gasóleo que queman los vehículos.
A unos pasos de la estación, ve una parada de autobús, pues no había conseguido parar ningún taxi, Anna ignora el recorrido del autobús, por lo tanto no tiene ni idea de hasta dónde puede ir después de sacar el billete, olvida sus temores, se siente emocionada de poder recorrer Madrid desde una ventanilla de un autobús urbano, después de dejar pasar cinco paradas, decide apearse pues se encontraba con síntomas de mareo.
Una vez en la acera, tira de su pequeño troley, se para unos momentos y mira de un lado y otro recordando con agrado una charla que mantuvo con una de sus amigas al anunciarle que pensaba pasar unos días en Madrid entonces le dijo: “Cuando llegues a Madrid tienes que tener en cuenta a donde te diriges, tienes que saber distinguir el Norte del Sur, ya sabes, este detalle es importante que lo tengas presente”.
Anna mientras recordaba la broma de su amiga sonríe al pensar que quizás tenía razón y que no era ninguna broma, pues se encontraba en una situación de que no era capaz de distinguir los puntos cardinales. Con este pensamiento sigue caminando, se siente como si fuera una brújula destartalada después de haber sido pisoteada y con las saetas partidas. Para un taxi y una vez sentada le da la dirección al taxista, cuando éste lee la nota, la mira mientras de sus labios se escapa una sonrisa:
- ¿Acaso es la primera vez que viene usted a Madrid?
Anna se sorprende por la pregunta y afirma seca.
Diez minutos después, el taxista para ante la puerta donde un rótulo anunciaba “Pensión  Sur”. Entra observa el vestíbulo y todo lo que le rodea mientras espera que alguien aparezca, de pronto una voz que sale detrás de una de las puertas le sobresalta:
-          ¿Desea habitación?
Anna busca con la mirada, pero sigue sin saber donde se encuentra la mujer y con el mismo tono de voz contesta sí.  Mientras esperaba que aquella mujer apareciera sintió cómo su cuerpo se tensaba, la mujer no parecía tener prisas por salir de donde se encontraba, a medida que los minutos transcurrían y no se oía ningún ruido dentro de la casa.
Cuando apareció la mujer se dirigió a ella con palabras que le hicieron pensar de que su amiga había tenido escasa fortuna al estar alojada en aquella pensión, la mujer una vez instalada tras el escueto mostrador, le pide su identificación y se cerciora de que el carnet es correcto. Anna le dice que busca a una amiga que se hospeda allí llamada Rebeca, la mujer sin levantar la mirada de una de las libretas donde Anna supuso anotaba los nombres de los hospedados, le habla de manera displicente :
-          Creo que se está refiriendo a una chica que estuvo aquí hospedada con ese nombre, pero de eso hace ya bastante tiempo, ahora recuerdo que empezó a salir con un chico y un día pidió la cuenta, supuse que era para irse con él, eso es lo único que se de ella, si es que hablamos de la misma persona.
Anna no supo el motivo pero después de hablar con aquélla mujer empezó a inquietarse, aquella chica de la que le habló no debía ser la misma persona, pues estaba segura que, de haber sido la misma no le hubiera invitado a llegar hasta allí. Miró de nuevo su libreta donde tenía anotada las señas y comprobó que eran correctas.
 ¿Qué motivo podía haber tenido Rebeca para mentirle faltando a su cita de la estación?
Después de mirar el reloj Anna comprendió que no podía buscar otro alojamiento, era tarde y no sabía desenvolverse por la ciudad, tendría que esperar a que amaneciera un nuevo día y quizás entonces tendría las ideas más claras, aún así, no podía evitar sentirse presa de una gran incertidumbre.
La voz de aquella mujer le hizo volver a la realidad, tendría que aceptar la habitación que le ofreciera, pues no tenía salida alguna. Tras el pequeño mostrador, de nuevo revisa su carnet de identidad con especial interés y Anna espera impaciente para que se lo devuelva, alarga la mano para cogerlo pero asombrada ve cómo lo guarda en un cajón, Anna ante este gesto se aterra. Segundos después y a la espera de que le asignaran su habitación, oye unas voces, mira y ve cómo dos hombres intentan bajar las estrechas escaleras con dificultad asiendo una camilla donde se suponía transportaban un cuerpo. Anna cuando pasan por su lado da un paso atrás hasta pegar la espalda en la fría pared y entonces pudo ver, por la rigidez que mostraba bajo la sábana que se podía tratar de un cadáver.
Mientras tanto la patrona de la pensión desaparece. Todo es muy extraño, la puerta por donde había desaparecido la mujer de repente se abre de par en par dejando al descubierto un patio lleno de cachivaches, latas vacías de conservas y diversas inmundicias, de pronto una nueva ráfaga de aire hace que la puerta golpee la pared cómo si fuera dirigida por un mecanismo haciendo que sus golpes fueran continuados.

Continuará...

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