miércoles, 11 de marzo de 2015

El descubrimiento (final)



Pero Anna se relaja al recordar que ella misma la cogió de la caja de seguridad,  junto con el frasquito que contenía el resultado de la investigación, esto fue dos horas antes de emprender aquel viaje.  Pero en su estado de excitación no podía pensar, aquella sustancia era muy importante, pues le dio vida a su gato… vuelve a rebuscar en la mochila, su estado a cada momento se hacía más excitado, mete por quinta vez la mano, al momento respira aliviada, en uno de los pliegues del fondo se encontraba el pequeño tubo, junto a la piedra  donde también se encontraba un pergamino con un texto antiguo escrito donde se  daba la explicación de cómo ser manipulada aquella piedra para sacar la sustancia y que sus efectos fueran positivos, porque esta sustancia( según decía el pergamino que encontró después de mucho buscar por las librerías de anticuarios) este mineral debía ser compartido según las circunstancias y el propósito del que la manipulara.
Anna aquella noche antes descansar ya tenía preparada  una estrategia a seguir, tan sólo tenía que enfrentarse a tres hombres que estaba segura no dominaban aquellos parajes y además se encontraba con ellos la cursi de su compañera. Al alba, Anna es la primera en aparecer por el  único comedor que había en el poblado, bebió un sorbo de café muy caliente y cuando se disponía a subir a la montaña, al salir del albergue ve a los cuatro esquiadores subir ufanos la montaña dónde ella casualmente tenía previsto esperarlos en la cima. El encuentro en lo alto de la montaña con su compañera fue demasiado efusivo y entonces Anna aprovechando la favorable coyuntura, con gran amabilidad se brindó para enseñarle nuevas rutas que exhibían paisajes maravillosos. Todo el grupo se acercó a ella para escuchar la propuesta que, Anna con su fingida inocencia,  les hizo,  un juego divertido que prometía  conseguir que la adrenalina les subiera a tope al ser deslizados por la ladera.
Anna se encajó en la espalda su mochila sabedora de cuáles eran las intenciones de sus compañeros casuales de ruta, entonces observó que entre ellos se podía adivinar una mueca irónica que aparentaba ser una sonrisa. En ese momento “la pija” le dijo:
-          ¿Piensas ir con la mochila? Parece que la has cargado demasiado ¿no?
Entonces Anna contestó:
-          No te preocupes, no pesa nada, pues todo lo que traje metida en ella lo he tenido que tirar, al parecer no supe que los alimentos enlatados también se estropeaban cuando son manipulados.
Todos la miraron como si fuera un cordero a punto del sacrificio.
Subieron a la cima, parecía que se alejaban demasiado de la ruta por donde habitualmente transitaban los esquiadores, se levantó una ventisca y el frío se empezaba a sentir intenso, la nieve se volvió dura, una vez arriba había que ser muy ágil para hacer un buen descenso con la nieve en esas condiciones. Decidieron regresar aunque aún quedaba al menos dos horas para la puesta de sol.
Anna solícita les indica el punto donde reunirse, todos aceptan, uno de ellos masculla al lado de su compañero:
-          Ya estoy arto de tanta comedia, había que quitársela de en medio cuanto antes.
El frío parecía haberse aliado con el viento y dijo uno de ellos lamentándose por haber ido hasta allí:
- Este tiempo no es nada bueno para mis huesos.
Poco después ya todos se encontraban al amparo del bosque de coníferas, pero alguien se da cuenta de la ausencia de Anna,  impacientes la buscaban con la mirada, ella debía estar allí pues había llegado el momento que tanto habían esperado. El viento cada vez más virulento, hacía agitar las ramas que dejaban caer la nieve dura sobre ellos, tuvieron que taparse lo poco de cara  que tenían al descubierto con las manos.
De repente se empezó a oír como pisadas precipitadas de animales que hacían temblar el suelo, parecían huir de algo y cuando quisieron darse cuenta de lo que estaba pasando un alud de nieve iba hacia ellos para sepultarlos, que junto con la manada de lobos hambrientos que se dirigían hacia el bosque para refugiarse,  se formó una gran pelea entre fieras y “personas” que terminó en una terrible sangría que la nieve se ocupó de borrar.
Anna desde una atalaya en lo alto de la montaña vio todo el dantesco espectáculo, sacó de su mochila aquel pedazo de piedra, que siempre estuvo con ella y frotándola con sus manos sintió tanto poder  dentro de ella que quiso desear todo lo que le rodeaba. La montaña en unos segundos se desmoronó, no dejando rastro de una mujer que por ser ambiciosa, no quiso compartir la sabiduría de aquella piedra, pues fue mucho más malvada  que los que  querían arrebatársela.
Aquella mañana, al despertar Anna, se sintió rara, confusa, puso los pies descalzos en el suelo y entonces se dio cuenta de que la avaricia y la ambición no es ninguna utopía, pues se puede encontrar extendida entre los seres humanos de tal manera como se expande la peste. Entonces Anna al mirarse  al espejo, siente que no se reconoce y se pregunta:
 ¿Por qué tengo que compartir algo que me puede dar todo el poder del mundo?
Una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro que parecía transformado.
Aquella piedra que ella cogió del suelo quizás no fuera tan benefactora cómo se suponía.
¿O tal vez había cogido del suelo una piedra equivocada?
 ¿Era ella la adecuada depositaria?
Aquella mañana mientras se dirigía al trabajo, una cornisa en mal estado se desprendió  por donde ella transitaba y una mano poderosa la hizo desviarse unos metros, aquella cornisa de piedra no era otra cosa que un aviso.
La piedra, sí tenía poderes, pues le hizo ver en sueños que el poder no es para enriquecerse.
Anna aquel fin de semana se acercó a la orilla del río Tajo y en un impulso tiró la piedra para que la custodiara, allí estaba segura que no la encontraría nadie.

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