lunes, 11 de abril de 2016

El Escorial (final)


Anna poco después se encontraba en la calle. Aquella explanada parecía querer asfixiarla y creyó que aquel cuadro poseía el poder de  querer desnudar su alma cuando minutos antes había fijado su mirada a la derecha de la tabla y sintió un estremecimiento al descubrir la figura de aquel ser despreciable que devoraba hombres para después expulsarlos por el ano. Esa escena es repugnante,  tal vez lo que nos quiere decir con esta  representación en la tabla,  es  que la humanidad no caiga en las redes  de la lujuria y de la avaricia, donde viejos  y contemporáneos trogloditas esperan impacientes  para  satisfacer su ego.
El Bosco, cómo el gran pintor que era, en su excentricidad nos quiso plasmar en El Jardín De Las Delicias las tribulaciones del alma hasta lo más hondo del ser. Logró que entre los escépticos se aceptara el reconocimiento de que existe un cielo y un infierno, según se mire.
Anna desolada reconoce de donde le venía esa aprehensión que le acuciaba ante cualquier situación que pudiera depararle en la vida…
 ¿Era tal vez miedo a la muerte, miedo a ser feliz?
Nunca lo sabría si no dejaba de asomarse a la ventana para contemplar  la mole de piedra que sólo ella veía.
 ¿Estaba tal vez todo sólo en su subconsciente?
¿Por qué creía que El Bosco estuvo junto a aquellos que la construyeron y que ese pudo ser el motivo por el cual  pintó sus experiencias especialmente  ubicándolo allí, en ese monumento llamado El Escorial?
Aquella noche Anna, bailó cómo nunca en una de las discotecas más marchosas de El Escorial.
Una voz tras ella le dice:
— Señora, es la hora de cerrar, el Museo Nacional del Prado abre todos los días, puede venir cuanto quiera a admirar este gran tríptico el cual lleva horas contemplando,  si me permite la observación, un tanto psicodélico, pero al estar pintado por El Bosco es digno de ser contemplado. Le sugiero que venga otro día  porque por ahora no creo que se mueva de su sitio.
Anna mira al conserje:
— ¿Qué hora es?
— Es, la hora de cerrar ¿se encuentra bien?
Anna sin responder se levanta del banco lentamente, sus piernas no parecían querer obedecerla. De pronto sólo vio oscuridad seguida de una luz blanca que la despierta. Sabía que había pasado rozando el infierno, pero ya estaba segura de que había conseguido deshacerse de esas cadenas que la habían tenido prisionera, ya no temía a la muerte, pero tampoco a la vida, pues había vuelto para ser feliz,  el tiempo pasado para ella había sido  borrado. 






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