sábado, 27 de febrero de 2016

Entrevista en la radio el 20 de febrero de 2016

Queridos lectores:
El pasado sábado día 20 de febrero me hicieron una entrevista en el Hotel Extremadura para Radio Unión Catalunya, en su programa Rincón Extremeño dirigido por Jesús Baños, un programa para todos los extremeños que viven en Cataluña.
 Allí tuve el placer de ser entrevistada por Rosa Perona (poetisa) y estar con Jesús Serrano (el director de Radio Sansueña de Arroyo de la Luz) y José Luís Franco "Franquete" (humorista cacereño).
Os dejo el enlace para que la escuchéis y unas fotos de aquel día:
http://www.ivoox.com/20-02-16-el-rincon-extremeno-audios-mp3_rf_10505884_1.html











                                                              



Las torretas del jardín (final)

Pero Anna nunca llegó a saber el entramado o chanchullo  de aquella herencia para que llegara a ser propiedad de su familia.
A pesar de haber sido todo dentro de la  legalidad, seguía habiendo algo confuso que Anna no llegaba a descifrar, sin duda todo aquello había sido perfectamente calculado esperando tal vez a que llegara el momento oportuno para que se hiciese uso de ella.

Los recuerdos se pierden en el laberinto del camino, quizás por esa razón Anna no volvió a recordar  que un día estuvo allí disfrutando de un jardín exuberante y que nunca se le ocurrió pensar que alguien cada día lo tenía que regar para que aquel jardín hermoso y misterioso pudiera mantener  su lozanía.











miércoles, 17 de febrero de 2016

Las torretas del jardín (2ªparte)

La cabeza le empezó a dar vueltas mientras aquellos seres pequeños y amorfos reían a carcajadas al escuchar la historia que les era contada. Mientras, ella permanecía en pie sin poder moverse. De repente un rayo iluminó el jardín que seguido de un fuerte trueno hizo temblar la montaña y, entonces cómo fuera de lugar se sintió como si fuera un náufrago en medio de un océano tempestuoso tan sólo asida a un tronco tambaleante.
En aquel momento el jardín empezó a bullir, por las cuatro esquinas empezaron a salir seres que bailaban al son de un tambor que provenía  de otro ser que se encontraba encaramado en una pequeña alfombra voladora.
Anna creyó estar viendo una representación teatral, mientras se hacía oír una voz melodiosa pero enérgica que dirigiéndose a la concurrencia dijo:
-          Este teatro, señores, es el mejor y el más representativo del pueblo coreano, y para quien no lo sepa les digo que son llamamos Changguk.
En unos segundos el jardín se convirtió una en una patética barraca de ferias, mientras unos cuantos que parecían pertenecer al elenco de actores se acercaban a las torretas, donde se encontraba el grupo de la “hipotética” familia, y a aquel que Anna le otorgó el titulo de patriarca por ostentar el mayor volumen de masa gelatinosa. Este ser, al ser sorprendido y encontrarse en medio de tanta confusión, cayó  el libro al suelo, mientras tanto un actor de aquel grupo los incitaba a que volvieran a meterse de nuevo en aquellas torretas o mausoleos.
De repente otro grupo empezó a tomar formas de esperpentos fantasmagóricos que  hacían acrobacias, todos con sus monerías empezaron a rodear a aquellos seres que no acertaban a entrar de nuevo en las torretas.
En la copa de un almendro donde se encontraba un grupo enmascarado, era aplaudido con entusiasmo por el público que  aclamaban gritando Talmori, Talmori, estos actores parecían ser los más agresivos.
En unos momentos ya habían acudido todos los campesinos del entorno para formar parte de la fiesta. Alguien pide silencio, aquella potente voz hizo que Anna saliera de golpe de su ensimismamiento, esa voz habló hiriente, como un latigazo en plena cara.
-          ¿A que habéis venido? –dijo.
-          Estamos aquí para que nos exorcices.
En esos momentos los gritos y llantos de los allí presentes se fundieron con el silencio del campo. Otra voz gritó:
- ¿Acaso creíais que por poner muchos kilómetros de por medio podíamos olvidar las mentiras que urdisteis a vuestro pueblo hundiéndonos con ello a la miseria y desesperación?
- ¿Y vosotros  os  hacéis llamar budistas pacíficos? Pues hemos venido aquí, sólo para  que nos devuelva la libertad que nos quitasteis con engaños, tú, el gran señor feudal.
El cielo se empezó a cubrir de nubes eran negras amenazantes, tanto que parecía la respuesta a las plegarias de los campesinos de querer inundar aquel hermoso paraje que ya no les pertenecía.
Al instante se oyó el chirrido de los hierros de unos carros que entraron a toda velocidad por la vereda de pizarra, se pararon ante la puerta de la casa. De aquel carruaje engalanado con guirnaldas y campanillas bajó un hombre alto, delgado, sus ojos oblicuos no le hacían justicia, tenía porte, de gran señor, el silencio ante la presencia de aquel hombre se podía masticar, una lluvia fina empezó a caer convirtiéndose en torrente, empapando a los allí presentes.
Mientras aquel señor se empezó a despojar de su traje para quedar su cuerpo tan sólo cubierto por una túnica de color azafrán.
El señor al dirigirse a ellos les habló de manera diferente al que parecían haberle oído a hablar, pues ese tono  hiriente como el chasquido de un látigo, parecía haber desaparecido de su léxico.
Anna  miraba con detenimiento al gran señor, se quedó atónita;
 ¿Acaso no era el abuelo que conoció por un retrato que encontró olvidado en el desván?
Quiso preguntar pero un espasmo de glotis, la dejó muda, sin duda era él.
¿Qué significado tenía todo aquel lío de seres raros invadiendo su jardín?
¿Quiénes eran en realidad  los que habían salido de la torreta funeraria?
¿Acaso se había perdido en el espacio-tiempo?
Entonces de pronto cedió la tensión, un trueno cómo si fuera parte de esa magia les hizo volver a tomar su anatomía  habitual, entonces el hombre con  ojos rasgados y porte occidental les dijo de nuevo con una humildad que confundió a todos.
-          Por mi parte-dijo solemne-queda todo solucionado, no habrá más demonios que os importunen, pues estas tierras son buenas y hace tiempo que os esperaban, pues nunca dejaron de ser vuestras.
De repente las torretas funerarias se esfumaron, desapareciendo ante los atónitos ojos de Anna.
En la entrada de la finca colgada en el enrejado de la verja se podía ver una enigmática máscara negra, de ojos grandes rodeados de plumas blancas llamada Chuibali por los coreanos, que su misión era el de aterrorizar a todo aquel que intentaba entrar en aquellas tierras. 
Los altos muros de vegetación no dejaban ver el interior de la finca.

Continuará...






miércoles, 10 de febrero de 2016

Las torretas del jardín (1ª parte)

¿Hola… hay alguien?
Cada vez que Anna iba a la casona de campo, al abrir la pesada verja sentía sensaciones extrañas, y cuando se encontraba en la puerta, nada más abrirla hacía cómo  siempre y, por costumbre  la misma pregunta, una pregunta sin respuesta, pues sabía que no había nadie que pudiera contestar, pero para ella era como un rito, pues  lo hacía para cerciorarse de su soledad que desde hacía un año buscaba para sosegar su alma.
Atraviesa el zaguán, sube hasta el primer piso, entra directamente a su alcoba abre el maletín de mano que era el único equipaje que llevaba cuando iba a la finca, saca un libro el cual pensaba leer en el paradisiaco silencio del jardín. Era un día de otoño precioso, allí en aquel entorno entre olivos y madroñeros se sentía  relajada, pues creía que era el sitio ideal para desprenderse de todo aquello  que le molestaba.
Aquella finca la había recibido su abuelo como herencia de un pariente que nunca llegó a conocer, pero al ser la herencia legal en aquel extraño testamento donde los documentos sin duda alguna eran originales con la firma del donante incluido el sello del notario.
 El abuelo, después de recibir aquel legado no sin tener algunas  reservas, pronto supo que hacer de aquella finca y de aquella casona vieja del 1800, pues la transformó en una magnífica estancia donde toda la familia se sentía feliz disfrutando del paisaje extremeño en los meses de verano.
Anna abandona la casa para dirigirse al jardín, con el libro bajo el brazo y una botella de agua sube las escalinatas de granito sintiéndose afortunada al percibir en sus fosas nasales el agradable aroma que desprende la tierra húmeda después de que ésta hubiera soportado una tormenta el día anterior. Aquel entorno siempre le fascinó, el jardín es uno de esos jardines que están diseñados para el uso y disfrute de los dueños. ¿Pero quienes fueron los primitivos  dueños?
Anna se encamina hacia su lugar preferido, un banco de piedra que circundaba junto con otros más del rectangular espacio que guarecido por un bello enrejado parecía una bandeja de jugosas frutas, del mismo material  del banco una mesa  que hace de soporte a la botella de agua, bebe un sorbo su mirada parece perdida, su cabeza pensante como era por costumbre en ella, desde hacía un tiempo era incapaz de discernir lo que le angustiaba, pero allí en aquella soledad sentía que no había motivos para la lucha con la que  hacía tiempo estaba conviviendo, cierra los ojos y, quiere pensar que la naturaleza en esos momentos era su aliada.
Abre el libro, pero algo le impide que se centre en la lectura, entonces empezó a sentir frío, se cubre con el chal, su mirada melancólica le hace contemplar el jardín que desde siempre le había producido una rara atracción, ese día lo veía más que nunca enigmático, y decidió al no centrarse en la lectura analizar toda su flora y ornamentación.
La vereda se encontraba cubierta por un manto de hojas amarillas, crujientes que al ser transportadas y arrastradas por la brisa crepitaban con ese ruido característico que hace creer que arrastran algo pesado, Dirige su atención al centro del jardín donde se encuentran cuatro torretas o monumentos  funerarios orientales, con el aspecto ennegrecido  por su larga exposición a las inclemencias del tiempo.
A Anna nunca no supo cómo por primera vez se le había ocurrido preguntarse el por qué se encontraban allí aquellas horribles torretas y si eran monumentos funerarios que estuvieran guardando restos de los antiguos propietarios… Anna empezó a hacer elucubraciones que creyó eran acertadas, si, no ¿Qué motivos imperantes había para que fueran llevados desde Corea? Sus pensamientos son irrumpidos por el ruido de unas pisadas, se sobresalta, mira a su alrededor, pero no ve a nadie. Sigue con sus cábalas sobre los motivos que pudieran haber tenido los primitivos dueños de aquella finca  para trasladar estas piras funerarias desde tan lejanas tierras hasta Extremadura y sólo para  que fueran ubicadas en el centro del jardín. Alguna razón poderosa tenía que haber. Pues hasta dónde ella podía llegar en lo que sabía de historia los aguerridos conquistadores extremeños no llegaron hasta esos confines.
Anna no encontraba la lógica.
Empezaba a anochecer una brisa cada vez más fría enrareció el ambiente, se levanta para entrar en la casa, pero cuando intentó abrir la verja para salir del jardín algo inusual le llamó poderosamente la atención que le produjo una convulsión que la dejó paralizada. De aquellas torretas  y por sendas ventanitas  o huecos, empezó a salir un humo de color amarillo, denso que, parecía tener una textura gelatinosa, este fenómeno inexplicable en unos momentos empezó a fundirse formando un grupo compacto que parecía una familia.
Los contempla, su cabeza no parecía querer tener conciencia de lo que estaba presenciando, era cómo una de esas representaciones pictóricas donde el pintor traduce con los rasgos de su pincel,cómo es la felicidad. Anna cuando reacciona la primera intención es la de salir corriendo, pero algo invisible y poderoso se lo impide, pues sentía los pies pegados al suelo, ante este desconcierto que siente el libro se resbaló de su mano, pero antes de llegar al suelo ocurrió algo inesperado mágicamente el libro voló hacia esos seres que lo recibieron con júbilo, la figura que parecía ser la dominante de aquel grupo les manda callar, abre el libro y, como un maestro rodeado de sus discípulos comenzó a leer en voz alta.
Pero Anna no sospechaba que aún le aguardaba muchas más visiones incomprensibles.

La lectura estaba siendo narrada  en el idioma coreano con voz melodiosa.



Continuará...