lunes, 17 de julio de 2017

Lo mejor es la neutralidad

Alguien, que Anna no recordaba bien quién pudiera ser, se dirigió a ella al término de una conferencia sobre literatura mágica, ese hombre se puso ante ella con pose de prepotencia, pues de esa altivez que proclamaba, sólo se podía sacar la conclusión de que todo aquel que  adopta esa pose es porque  que le gustaría ser alguien y, no lo  es.
Entonces le dijo a Anna, que lamentaba comunicarle que no sabía escribir, que el papel en el que ponía esos garabatos valía más cuando se encontraba en blanco. Gracias, le contestó Anna con una sonrisa, agradeciéndole su crítica decidió ignorar el incidente y, sin más, siguió su camino hacia la salida.
Una vez en la calle, Anna reflexionó muy a su pesar pues aquellas palabras lograron herirla, y tuvo que preguntarse si acaso ese desconocido estaba en lo cierto, el hombre no pareció satisfecho con la actitud pasiva que adoptó Anna, porque en su mirada dejó entrever una frialdad sobrecogedora que  le hizo sospechar que tejía a su alrededor una malla viscosa de difamación con la misma cautela con que la araña compone su red atrapadora.
 Una vez pasada la primera impresión, en sus labios afloró una sonrisa de complacencia, al no entender tantas molestias,  por  parte de aquel desconocido, y se sorprendió al saber que  sus relatos pudieran haber hecho tanto daño.
 Entonces recordó que en una ocasión llegó hasta sus oídos que algunos de sus lectores disfrutaban leyendo sus libros, algunos hasta llegaron a manifestárselo por la calle haciéndole  comentarios de que al igual que un poeta sabía manejar las palabras, estos  comentarios  le hicieron  gracia al mismo tiempo que subía su autoestima, pues según ese ciudadano desconocido, Anna desdibujaba con su bolígrafo las palabras; pero esa crítica (destructiva o instructiva, según se mire) pero al intuir  que no iba a dejar mella en ella, como para olvidarse de seguir escribiendo lo que se le antojaba, este desconocido desapareció de su vista.
Pero ante este  dilema innecesario, Anna decidió quedarse al margen, creyó que  no era el  momento ni siquiera ético de ponerse a favor de ninguna de las dos opciones,  ni de los halagos ni de los detractores. Anna me confesó, que dijeran lo que dijeran unos y otros, para ella era un elogio, ya por sí sólo, el que se hablara de su trabajo.
Y me dijo, (confidencialmente) puedo garantizarte que la palabra para mi es importante, porque siempre hay que huir como del aceite hirviendo de las lenguas ladinas porque si ésta llega a salpicarte, puede ser tan cruel como una daga cercenadora que mutila las buenas intenciones, siendo lo contrario otras palabras, esas que se susurran con la intención de acariciar los oídos poniendo en el tono amor.
Por esa razón “ciudadano sin nombre” en tu honor, en mi próximo libro te voy a dedicar unas palabras muy sencillas de comprender; un susurro puede tener  varias connotaciones, según las circunstancias y el tono en las que se pronuncien, una opción es, que al pronunciarlas  puede producir terror a quien la escucha, la otra opción es que si se dice  con dulzura al oído, puede despertar ilusiones que siempre alegran el corazón.
Al día siguiente supo por ella misma  que había aceptado aquella crítica con deportividad, por cierto, me comentó que le había sido beneficiosa.
Al día siguiente se lanzó a la calle con el propósito de recabar información para su cuarta novela, paseó por lo más céntrico de la ciudad, saludó aquí y allá, contempló escaparates, se sentó en una terraza para tomar un refresco que calmara su sed.
En realidad, no sabía cómo empezar la novela; poco después sin ser consciente de ello,  se encaminaba hacia un destino incierto, iba distraída cuando ante ella se cruza un caballero bien vestido que cubría su cabeza con un sombrero de ala ancha, por su forma de caminar Anna dedujo, que parecía  presumir de belleza.
Aquel cimbreo de su cuerpo le intrigó, entonces inducida por las meninges, esa membrana que está formada por tejido conectivo y que según parece cubre todo el sistema nervioso central, bien, pues todo esto que se halla en nuestra cabeza, le dio una orden incuestionable “síguelo”.
Anna obediente siguió ese mandato, sin apenas darse cuenta, se vio caminando fuera de la ciudad, entonces el hombre miró hacia atrás y, ella se sintió ridícula al no encontrar palabras para justificar su conducta.
Ya sabía de antemano que una buena palabra dicha a su tiempo puede llegar a justificar lo injustificable, ante la mirada de aquel hombre Anna se sintió despojada no sólo de su palabra, sino también de su lengua, pues se le quedó pegada al paladar.
Anna admitió que alguna que otra vez  sus palabras le habían sacado de algunas situaciones embarazosas, pero contando como el Todo Poderoso que le había dotado de carácter perseverante, siguió a aquel hombre, la verdad es que no pensó que aquel hombre  pudiera mirar para atrás, pues en el caso de haberlo hecho, no hubiera sabido qué decirle.
En aquel momento sólo pensaba en las palabras de disculpa que le pudieran servir  para justificar aquella sin sentido persecución; pero aquel hombre poseía un Don, que era el de dejarla sin palabras, entonces sin más, y como el que tira un cigarrillo ya consumido, se desprendió de uno de los brazos, que tiró lejos de él; aquella acción provocó en Anna  una reacción que hizo que se aceleraran sus pulsaciones, mientras su boca seguía muda como la de una monja de clausura.
Habían caminado unos cuantos pasos más y, se desprendió de una de sus piernas, arrojándola lejos de él cómo hizo con el brazo, aquella actitud del hombre la  dejó perpleja, pues seguía caminando con una sola pierna sin apoyo alguno, ella ya no sabía con exactitud lo que pensaba, pues no se entendía ni ella misma, en la fracción de unos segundos pasó de creer que era un sentimiento de admiración, para  convertirlo al instante  en algo excepcional.

Anna interrumpió sus pasos, pues deseaba hacerle una pregunta, pero antes de que esta fuera  formulada, el hombre contestó--- este es mi Don—si lo que deseas es seguirme hasta que llegue a mi destino, entonces te mostraré cual es  el final del trayecto, pero, hasta que llegue ese momento, debes esperar, y si quieres saber algo más de mí tendrás que averiguarlo por ti misma.











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