martes, 6 de febrero de 2018

El Hallazgo Primera parte



No tenía dudas, en cuanto  vio aquella casa que se encontraba medio derruida donde la entrada majestuosa mantenía intactos tres arcos de medio punto, Casilda se sube a un pequeño montículo, y entonces ve que  lo que quedaba de su cubierta mostraba el barro oscuro de sus tejas árabes, la fachada se encontraba flanqueada por dos palmeras que se encontraban a punto de secarse.
Casilda se dirigió a Jerónimo, su esposo, y le dijo: esta casa es todo lo que siempre quise, ella encierra  definida mis ilusiones, por lo tanto, está decidido, será nuestro refugio definitivo, dijo contundente. Aquí quiero que vivamos para que podamos proyectar todos nuestros sueños que solo sabemos tu y yo  que vienen de un pasado lejano sin futuro.
Y, miró de nuevo aquellas ruinas que se encontraba escondida entre la maleza y, que habían descubierto fortuitamente cuando paseaban por una estrecha calleja rural que bordeaba la sierra.
A Casilda le pareció que la casa era majestuosa aún a pesar  de encontrarse  en no muy bien estado de conservación debido al abandono, como sucede en muchas casa de campo, pero desde que la vio sumergida entre la maraña de hojas secas y raíces, creyó que era especial.
Los dos decididos  comenzaron a indagar por el entorno sobre quién podía ser el propietario. Enseguida  encontraron a un hombre que acodado en la barra de una pequeña cantina  cercana a la carretera.
Era un hombre de aspecto descuidado pero de refinados modales, su mirada profunda delataba su tristeza.
No hizo falta mucha negociación, el hombre aceptó el precio de venta que Casilda y su esposo le ofrecieron y, sin más dilación, compraron la pequeña dehesa de cincuenta hectáreas.
El terreno tenía suficiente espacio para albergar unas cuantas encinas y otros tantos olivos. También poseía un pequeño jardín que aunque se encontraba muy deteriorado  parecía ofrecer muchas posibilidades de reconstrucción.
Casilda, inmediatamente pensó en darle un aire silvestre que no perdiera ese toque rural que le sumaría aún más atractivo.
La casa se rehabilitó con muchas prisas a pesar de conllevar una laboriosa restauración fiel a su arquitectura.
Una vez instalados, una tarde al entrar en la casa después de dar un largo paseo por la sierra, a Casilda le dio al entrar la sensación  que el zaguán y al caminar se alargaba demasiado y, que el techo de bóveda de cañón encalado, parecía perderse hasta llegar a una nueva y desconocida  puerta ojival, la abre, y ante ella había un amplio patio que había estado oculto a sus ojos, se encontraba ornamentado  con numerosas  macetas dispuestas en fila encima de un murete de piedra.
 Plantas de romero y la banda se mezclaban con las hortensias y azaleas, creando un ambiente tan aromático  cómo salvaje. En el centro, una vieja fuente de piedra emitía un relajante murmullo. Este lugar no parecía pertenecer a la casa, pues sin lugar a dudas no había sido restaurado al ignorar que existiera. Pes la casa después de la restauración quedó agradable según Casilda la decoración encajaba con lo que ella creía pensaba era la comodidad, dejó en el mismo lugar algunos muebles que allí se encontraron que dispuso fueran restaurados que a Casilda le pareció que los habían limpiado con acierto.
Aquella tarde, y después de haber supervisado el más mínimo detalle de la casa, decide quedarse a dormir en ella por primera vez, poco después se retira, era  temprano, el sol entraba por las ventanas cómo haces de luz, pero Casilda necesitaba  descansar, se encontraba agotada por las emociones  recibidas en la casa de sus sueños.
 Mientras Jerónimo conduce sus pasos hacia la pequeña biblioteca repleta de libros de sus autores preferidos.
Llegó la noche y la luna, esparcía destellos luminosos  como un foco de plató, alumbrando el campo, haciendo de los olivos y encinas enfiladas  una centuria dispuesta para la lucha. Un ruido extraño hace levantar la cabeza a Jerónimo, confuso, se acerca a la puerta, entonces vio una sombra alargada que dejaba el pasillo que  entraba en la alcoba de invitados.
Tras la excitación de la sorpresa  le invade una rara pero suave calma, cierra el libro, y decide acostarse. Poco después le rinde el sueño y queda profundamente dormido.



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