lunes, 16 de abril de 2018

La pensión Final

 Anna, expectante ve cómo la puerta al abrirse da paso a  la señora elegante que vio en el fondo del pasillo, que pisando segura avanza hacia ella, Anna cuando mira su cara da un respingo, aquella mujer parecía tener la cara desfigurada a pesar de estar parcialmente tapada por una gruesa capa de maquillaje, sus ojos parecían dos bolas de fuego como las que lucen las alimañas en la oscuridad del campo. Anna  no puede moverse ante esta aparición, se encuentra paralizada como si algo sobrenatural pusiera a su alrededor un  muro insondable que le aprisionaba.
La mujer, se acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede mover un solo músculo, en su estado de terror, no se percata que la mujer saca de debajo de su chal una daga, que con destreza se la pone junto a la garganta con intención de degollarla; una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir un dolor tremendo a la mujer, Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo, mientras la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada encima de la cama, siente que su cabeza se había trastornado, cuando nota cómo sus piernas se humedecen lentamente con un reguero gelatinoso y frío que la van mojando cada vez más. De repente da un salto, el colchón  se encontraba  empapado de sangre, se tapa la boca con las dos manos para no gritar, en aquella habitación se había cometido un crimen, y en aquella misma cama…quizás era el mismo cadáver que vio cómo lo bajaban dos hombres cuando ella  llegó.
 Entonces creyó ver que dos de los policías que se encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible para ella, y sin saber el motivo, Anna comenzó a reír de manera convulsiva, llegando los policías  a temer por su estado mental. Cuando más tarde se encontraba  calmada –dijo—ustedes creen que pueden urdir porque sí, algo tan grotesco—no me miren así—Anna acusaba directamente a los policías--como han podido urdir esta trama para que me hiciera amiga de una desconocida, aunque bien pensado, eso se llama llanamente echar las redes, y yo, como tonta, huyendo de mi soledad  caí en esa red como cae una trucha en el anzuelo. ¿O tal vez  se dieron cuenta de mi vulnerabilidad para tomarme como cebo?  Pues ignoraba que mi desengaño pudiera llamar tanto la atención, hasta el extremo de poner mi vida en peligro?
Anna dejó de hablar unos instantes, indudablemente estaba portándose como una imbécil, aunque pensándolo bien creyó que era lo que había sido toda la vida.
Una vez en su casa cacereña, sentada en el sofá, se encontraba más sosegada y,  recuerda aquel día que quizás, por el capricho del destino, había sido elegida para desenmascarar a uno de los cerebros más perverso que operaba en Madrid desde hacía un par de años y que llevaba de cabeza a la policía. ¿Pero…entonces qué clase de cerebros perversos fueron  los que la involucraron a ella en semejante misión?
 Sonríe con desgana, y recuerda que siempre fue una mujer de una naturaleza tranquila.  ¿Quién fue el que le tendió la trampa haciendo posible que un encuentro fortuito se convirtiera en amistad?
Anna se levanta pasea por su salón, ahora recordaba que nadie le había comentado que le sucedió a  su “amiga” Rebeca, pero… ¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que nunca más volvió a saber de ella.
Anna cerró los ojos, apoyó su cabeza en él respaldo de su sillón, y quiso soñar despierta pensando  que  por un solo un  día había llegado a ser  una heroína.
Pero ignoraba la razón por la cual fue elegida para cumplir con esa misión. En unos segundos su cara se tornó pálida cómo la cera, sus ojos se encontraban tan cerrados que parecían dos cuencos vacíos, su cuerpo inerte parecía hacer esfuerzos para parecer que descansaba plácidamente  en su sillón favorito.
 Ella siempre quiso soñar, lo necesitaba, quería olvidar los desengaños que le dio la vida, por esa razón deseaba creer que siempre fue  feliz, olvidando  que ella fue la víctima de una cruel traición.
Mientras ajena a todo lo material su alma se regocijaba paseando por la habitación, no tenía prisas en marcharse, pues en su contemplación creía estar viendo  a un ser feliz, que a pesar de que todo fueron  engaños, no supo  que la llevaron  hacia una muerte que no se merecía.  







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