martes, 1 de mayo de 2018

El Tridente 2º Parte

cabeza parecía dar vueltas, era como si estuviera metida, o más bien viviendo en directo y de lleno  en una historia que se me antojaba rara, casi inimaginable, entonces, sin apenas darme cuenta ante mí y con estupor mis ojos se abrieron desmesuradamente pues apareció de la nada  un ser grande, poderoso, yo encogí mi cuerpo, me encontraba asustada, una ola como una lengua cálida y espumosa lamió mis pies descalzos,  entonces al reaccionar  descubrí que  era Poseidón, el rey del mar, que, emergía de las profundidades buscando a su esposa la bella Anfitrite, parecía furioso, pues decía a voces que  no sabía nada de ella desde que se alejó de su lado, contándole la historia de que debía emerger  hasta  la superficie porque necesitaba jugar  con sus hermanas  las Nereidas en la isla de Naxo.
Yo ni siquiera sabía por qué me encontraba allí admirando aquel insólito espectáculo, ni tampoco como pude saber que era Poseidón el que se encontraba ante mí, siempre supe por la mitología de que estuvo enamorado de su esposa y, que, nada más verla por primera vez, cayó rendido a sus encantos,  de ese modo sin pensarlo se desposó con ella convirtiéndola  en reina del mar y de los ríos.
Mi cabeza seguía girando sin un segundo de tregua imaginando cosas extrañas.
 ¿Sería la consecuencia del estrés vivido durante la última semana?
 Todo era tan absurdo, ¿Desde cuándo y cómo supe yo qué Poseidón  había dejado de amar a su esposa? Pero si pude apreciar por la furia que desprendían los ojos de Poseidón, que no eran de un ser enamorado, la buscaban, eso sí, cómo un esposo que se sabe traicionado y despechado, todo comenzó  desde el momento en que supo  qué  Anfitrite se había alejado de él enterada de su desamor. Más tarde, Anfitrite al saber que estaba siendo perseguida por su esposo, con gran tristeza pero airada se encaminó en pos de una maga, para que pusiera solución a su problema, no tardó mucho en  encontrarla, entonces después de contarle su aflicción le pidió que hiciera algo que fuera efectivo para su propósito y, sin  pensar las consecuencias, se hizo de una hierba  mágica, que, arrojó en el manantial donde cada día solía bañarse la ninfa favorita de Poseidón, que era la causante de su desesperación.
 A la mañana siguiente, al sumergir la Ninfa su cuerpo en el agua de la fuente dónde había echado Anfitrite la hierba mágica; la bella ninfa, se transformó en un horrible monstruo, que al verse reflejada en las aguas de la fuente, hizo que corriera de espanto hacia el mar para quedarse para siempre en el fondo, donde nadie la pudiera encontrar.
Pero el enfado de Poseidón se acrecentó aún más al saber lo que había sido de su Ninfa y,  qué los hijos que tuvo con Anfitrite, se habían confabulado con su madre al inculcarle ésta, un  odio feroz  hacia él. Poseidón, ante esta situación montó en cólera, encontrándose poco después en un estado de frenético delirio, no obstante  entró en el barco para buscarla, no la encontró, la nave se encontraba vacía, entonces y, ante este inesperado desaire del  que creyó había sido objeto por parte  de la que aún era su esposa; dio de nuevo rienda suelta a su  ira que se acentuó, hasta el punto que hizo que se produjera una erupción de agua tan grande utilizando su tridente, que  los vientos empezaron a ulular  creándose  de esa manera  las tempestades.
Yo, ante esta visión increíble no podía moverme, mis piernas y los pies se habían clavado en la arena dejándome inmovilizada, entonces fue cuando descubrí que Poseidón fue el primer dios, según los griegos,  él sólo con su fuerza  podía dominar el mar. Pero con todo el  poder que poseía  no llegó a pensar  que había engendrado dos hijos tan crueles cómo él.
Entonces yo, al contemplarlo sentado en el suelo junto a proa y cómo bañaba  sus pies en el mar, me hizo pensar que aquel gigante se había calmado y, fue cuando vi  tranquilizadora  cómo acariciaba con la punta de sus dedos las apacibles aguas; entonces, y de momento todo cambió pues pasó algo que jamás podré olvidar, del mar empezaron a salir monstruos de todos los tamaños, que Poseidón conforme estos iban saliendo a la superficie cómo si de un niño pequeño sé tratara, comenzó a jugar con su tridente, los  pinchaba uno a uno, para poco después  devolverlos al mar maltrechos.
Horrorizada, seguí mirando desde mi atalaya,  parecía que su ira iba en aumento de nuevo y, que ante su desbordante enojo, confundido, quizás no supo diferenciar a los monstruos cuando estos salían del mar, creándole la dudaba  de, que tal vez, se regocijaba el pensar de que  entre los que había pinchado con su tridente, pudiera encontrarse Anfitrite.

 Entonces ordenó a las olas que anegaran todas las playas hasta no quedar nadie vivo en ellas. 








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