martes, 19 de junio de 2018

Qué motivos le impulsaron a hacer este viaje

Aún faltaba una hora para que amaneciera cuando Anna aún dormida se encontraba inmersa en un estado de sobresalto, pues creyó de que flotaba en el Cosmos desde el cual pudo ver  una ciudad costera; curiosa por aquel influjo despertó, miró a su alrededor, todo le pareció tan diferente que tuvo la sospecha de que algo muy especial fue la causa de que hubiera perturbado su descanso; porque su casa, su ropa, todo le pareció extraño, creyendo por unos momentos que todo era irracional, pues no supo de dónde pudo venirle aquel extraño y repentino impulso que llegó a asustarla.  Nada más despertar supo que estaba siendo atraída por un poderoso y extraño imán, haciéndole que se sintiera atrapada por unas vibraciones raras que la arrastraban  insistentemente hacia un lugar nada verosímil inculcándole unos deseos  irrefrenables de emprender un viaje; un viaje que jamás había podido imaginar.
Poco después, más calmada y mientras tomaba un café sentada en uno de los taburetes ante la mesa de la cocina, descubrió que siempre había acariciado un sueño que le obsesionaba desde su más tierna edad, y que hasta esos momentos aún no había podido descifrar.
No supo cómo, pero, nada más tomarse el café, se vio metiendo sus enseres en una pequeña mochila; como no había previsto este viaje, supo que no tenía tiempo para despedidas, tan sólo sentía la necesidad de llegar al lugar donde creyó tenía que ir. Pues sin saberlo le había llegado la hora de cumplir su irrefrenable deseo, sin dudas era el momento idóneo, y oportuno, pues por esas fechas tenía pensado invertir sus días de ocio en hacer un viaje, ¿Pero de dónde le vino la idea repentina de ir  tras las huellas del Prerrománico?
Una hora después se encontraba saliendo de su casa cacereña con la mochila a la espalda, su corazón, al cerrar la puerta, le latía henchido por una emoción irrefrenable de aventura.
Días después caminaba por la vía empedrada de la Ruta de la Plata, atravesando senderos rurales, en aquella soledad sintió que su cabeza empezaba a recordar inesperadamente los conocimientos que adquirió junto a su padre, un reputado científico.
¿Por qué, tuvo que evocar en esos momentos su infancia junto a su padre?
Entonces tuvo la corazonada de que aquella soledad le hablaba de alguna manera y, en esos momentos supo que el destino la conducía inexorablemente a  descubrir algo que siempre le intrigo, y que tal vez su descubrimiento  pudiera darle sentido a lo que había visto y oído, cuando siendo una niña espiaba tras la puerta  del laboratorio a su padre.
 Días después de unas largas jornadas, se encontraba a las puertas de Villanueva de Arosa, callejea, por su parte más antigua, sabiendo que entre sus estrechas y laberínticas callejuelas, podía toparse con algún que otro tesoro prerrománico, que sin duda podían encontrarse camuflados y, disfrazados en viejas tabernas. Entra en una de ellas atraída por el entorno, su portada se le antojó como la entrada a un mundo inanimado oscuro y pétreo de los cuentos de terror. Una vez dentro se siente feliz, no entendiendo el motivo, pero sí supo que necesitaba sentirse arropada y protegida por aquellas centenarias paredes.
Anna pide al mozo que se encontraba tras la barra un vaso de vino fresco. Alguien, desde el otro extremo del mugriento mostrador, dice, refiriéndose a ella, qué, a refrescar el  “gaznate” ante esta incongruencia del desconocido, se hace la sorda, poco después y con el vaso en la mano, mira a su alrededor con detenimiento, aquel establecimiento era la calca exacta de las vivencias de la Edad Media Temprana. Esta observación de la que parecía haber sido objeto, empezó a inquietarla, entonces  busca con la mirada un rincón apartado donde pudiera observar sin ser observada. Una joven con saya larga, melena enmarañada y  escote generoso se le acercó a ella limpiándose las manos húmedas en el  delantal que lucía brillante por la mugre. Pero antes de que pudiera oír su voz, desapareció de su vista con la rapidez de un rayo. Anna, intenta dominar su escepticismo, pues creyó que le iba a contar algo la muchacha. En aquel establecimiento y en aquellos momentos sólo se encontraban tres personas que jugaban a las cartas, ella, observaba expectante desde la mesa de un rincón.
No había apurado el vaso de vino fresco, cuando cree ver atravesar por los gruesos muros de piedra a un ser incorpóreo, enseguida entendió que todo allí debía  tener una explicación razonable, estaba claro que lo que ahora era una tasca, había sido en otros tiempos una de las casa más poderosas de aquella época, que ahora estaba siendo depositaria de increíbles  vivencias  e historias que habían acumulado en ella sus antiguos moradores.
Cuando se levanta dispuesta para salir, la joven aparece de nuevo, se acerca a Anna. Con mirada suplicante le pide que la libere. Anna, la mira desconcertada, y sin más, salió a la calle; cuando se encuentra fuera de la taberna las piernas le temblaban.
 Busca alojamiento, no lo encuentra, entonces recuesta su cuerpo cansado a los pies de una cruz de piedra. Después de una noche de duermevela, al amanecer emprende el camino hacia un monte cuyo nombre desconocía. Mientras aquel camino se adentraba por una sucesión de sierras intrincadas y laberínticas casi inaccesibles. En su caminar Anna siente la sensación de estar vigilada, entonces aligera el paso al creer que no estaba sola. Se acercaba el ocaso, por primera vez desde que se adentró en aquel bosque siente miedo; de repente, sus ojos pudieron percibir una gran sombra que se movía entre los árboles, amparada por la precaria oscuridad, se asusta al tener casi la certeza de que se trataba de un animal enorme que parecía acecharla, el pánico la deja inmóvil, poco después y ante una gran incredulidad, oye un gemido seguido de un golpe que hace estremecer  el suelo, no tiene idea de lo que estaba sucediendo, sólo supo que un gran terror se apoderó de ella.
 Cuando reacciona, ve a lo lejos un punto de luz que pensó era su salvación, sus piernas emprendieron una loca carrera impacientada por poder llegar a ese punto que creyó haber visto, y que le pareció se encontraba en medio de aquel valle, un valle que se mostraba frondoso al estar tapizado de arbustos, Anna sigue caminando, lo hacía tan apresuradamente que el corazón parecía querer salir de su pecho para dejarla sin latidos y a merced del silencio más absoluto. Aquel bosque parecía estar allí, desde tiempos inmemoriales, sin lugar a dudas era hermoso, pues parecía que nunca había sido habitado por ningún ser humano.
Se siente cansada cuando tiene cerca la luz que vio a lo lejos, pero, cuando vio de que se trataba, desesperada, se dejó caer a los pies de un árbol, tan sólo eran luciérnagas tramposas que con la luz que irradiaban, hacían confundir al caminante extraviado.
Anna siguió caminando, ya no parecía tener prisas, desde lo alto de la montaña sintió que toda su energía se canalizaba, pero no sabía hacia dónde, pues ignoraba si era consciente o inconsciente  de lo que le estaba sucediendo al no saber definir que era aquella visión que tenía ante ella, porque desde donde se encontraba pudo ver a lo lejos un mar misterioso y profundo donde sus olas balanceaban un junco pequeño con su vela cuadrada, estaba construido con corteza de papiro, también, pudo apreciar que la embarcación estaba prevista de remos como si estuviera dispuesta para navegar.
 ¿Qué significado podía tener que estuviera aquel junco chino fondeado en una playa gallega, que fuera utilizada por los egipcios para navegar en la antigüedad por el Nilo?

Anna cree haber entrado peligrosamente en unos conocimientos que siempre supo que fue depositario su padre, el cual llamaba a su trabajo “ Conocimientos del saber oculto”. Entonces pudo sentir ante ese recuerdo que se encontraba en una dimensión  relativa, entonces el miedo que empezó a sentir en aquella taberna nada más entrar en Galicia le pareció no tener fin, pues, mirando a aquel mar impregnado de un intenso olor a salitre, mientras lo contemplaba le hizo ver aunque veladamente que en aquel junco sé escondía una amenaza, pues sus hipnóticas olas parecían festonear caprichosamente y con su espuma la orilla de la tierra, dejando a su paso un efímero encaje de plata.  







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