domingo, 23 de septiembre de 2018

VVivencias 3º Parte

confortable la estancia, aquella dama  era joven, vestía una túnica bordada en hilos de oro, se encontraba sentada en un balancín, mientras me hacía gestos muy expresivos y hospitalarios con la mano, queriéndome decir, entra, ya sé que eres un pozo sin fondo de curiosidad.
Entonces entro algo cohibida, la dama me hizo una pregunta que no supe contestar al  encontrarme aturdida, no obstante mi intuición creía saber de quien se trataba, pero mi raciocinio no lo admitía.
No entiendo el por qué se ha resistido a entrar, aunque puede que  imponga el saber que estos son mis aposentos---yo no me atrevía a mirar a pesar de aquel ambiente cálido.
¿Qué es lo que creías que podías encontrar tras estos muros?
¿Buscabas algo en concreto?
De pronto se escucharon plañidos y gimoteos desgarradores que llenaron de ruido el palacio, la dama, apretó los puños, pero su rostro se encontraba  impasible, parecía sufrir mucho escuchando aquella balumba de lloros, que sin remedio se le clavaban como garfios en su corazón.
Yo, solo pude decir quiero saber la verdadera historia.
¿Qué es para ti la verdadera historia?
Ahora la dama parecía disfrutar ante mí, pues era en esos momentos uno  de sus súbditos que se encontraba ante ella indeciso.
Aquella gran dama, por un instante pareció que se desposeía de su grandeza pero, que no podía disimular que poseía autoridad.
Yo noté como si estuviera sumida en una porfía que se translucía en su semblante, pues me dio la impresión que su mente se encontraba inmersa en una pugna de quien se resiste a fracasar ante una decisión importante.
Los lloros no cesaban.
Yo me encontraba, aturdida.
Entonces—dije—en uno de esos impulsos que me caracterizan.
No entiendo el por qué tienen que ser expulsados los judíos y los moros si siempre han formado parte de esta comunidad.
La gran dama, siguió sin alterar  ni un solo músculo de su cara, y sin apenas moverse me dijo.
¿Acaso has creído que la historia de un pueblo se escribe con ñoñeces?
Esta respuesta me pareció de su altura, pues estaba diciendo la verdad.
Poco después, pareció olvidar el tema de las expulsiones.
La dama me miraba, parecía esperar que le dijese otro motivo importante que me hubiera inducido a encontrarme ante ella, yo seguía manteniendo mi boca cerrada, con mi mutismo, el rostro de la dama parecía dar muestras de irritación, pero ésta irritación  parecía menor que su intriga. Y mirándome a los ojos –me dijo--entonces tal vez la razón de tu presencia tenga yo que averiguarlo. No tema, me dijo seguidamente, es mi forma de distinguirla con mi afecto-- yo seguía en el limbo.
Mientras ella siguió diciendo, todo el mundo sabe que va para un mes que me encuentro en Cáceres, bueno aquí en esta ciudad he tenido toda clase de problemas al encontrarnos cerca de Portugal







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