viernes, 5 de octubre de 2018

Vivencias Final

De pronto una voz me sobresaltó ¿Le apetecería ver la torre por dentro?
 Me quedé mirándola, no podía creer que estuviera invitándome a visitar una de las estancias de su casa, pero, no obstante, yo la seguí y, me vi subiendo junto a ella las escalinatas que conducen  hacia el piso principal, a su lado me sentía conmocionada, mientras tanto ella daba vueltas a una sortija que llevaba en su dedo corazón, parecía indecisa sobre algo que intentaba querer preguntarme, yo la miraba porque no encontraba palabras para agradecerle su gesto, entonces ella rompiendo mi mutismo me comunicó que el palacio constaba de seis patios, todos ellos rodeados con las características columnas de las casa griegas helenísticas  y de la época greco-romana.
Las sombras de la noche comenzaron a apoderarse de las callejuelas que parecían túneles tenebrosos donde no hay luz que ilumine el final.
Entonces la señora –dijo-si te parece bien vamos a entrar en la torre que tanto veo que te ha llamado la atención, esta torre  es llamada del Homenaje (bueno creo que sabes el porqué de esa distinción) esta torre alberga una especial capilla que  muchos  cacereños  ignoran  su existencia por hallarse en una propiedad que aún se encuentra habitada.
Una vez dentro de la capilla, me pareció pequeña y evocadora, no pude expresar lo que mi corazón sintió, entonces miré hacia el techo, y descubrí que su cubierta era una atractiva bóveda de crucería.
Poco después y con la emoción a cuestas, me encontré de nuevo en la calle, no sin antes despedirme de esta señora con agradecimiento, pero, al llegar al portal y antes de que me diera cuenta la señora había desaparecido de mi vista, entonces supe que existe un espacio de tiempo en la vida en el  que un instante se puede convertir en algo mágico, en algo que puede ser muy especial.
La luna comenzó a iluminar con rayos punzantes a aquel recinto mágico, haciendo con su fulgor  que la vida se detuviera, los animales  diurnos, empezaron a aparecer haciéndose los dueños de la noche magnificando las sombras distorsionando los volúmenes, impregnando en esa tarea a la ciudad en un halo de misterio que hace que nuestras pupilas se dilaten y nuestros sentidos se agudicen. 
Entonces supe y sin lugar a dudas de que estas casonas fortalezas, guardaban dentro de su seno joyas de incalculable valor  arquitectónico, sin olvidar que en sus entrañas reposan las aguas oscuras y tranquilas de los Aljibes que alimentaban con sus aguas a sus moradores.
Pero y las fachadas… mi ojos se agrandaron, este nuevo descubrimiento hizo que se produjera en mi cabeza un terrible estallido que llegó a conmocionarme, las fachadas de los palacios eran diferentes a cómo yo las había conocido, pues ante mis ojos lucían colores que jamás creí existieran en esta ciudad, mi mirada parecía enloquecer al contemplar semejante cromatismo, ante mi cada fachada lucía un color diferente, en unos destacaban el color ocre, mientras otros que encontrándose  en la misma calle su fachada brillaba con blancura nívea, otras lucían el color albero.
  No salía de mí asombro, mi mente necesitaba descansar, poco después  entro en uno de los zaguanes y para mi sorpresa, descubro, que en la pared había un escudo policromado con las armas del dueño de la casa.
Salgo conmocionada, necesitaba saber si los demás palacios también tenían su propio escudo esculpido en un maravilloso policromado.
¿En qué siglo me encontraba?
Me toco los brazos, estoy viva.
¿Dónde se encontraba esa piedra palpitante y envejecida que me hacía soñar?
Pero una voz del pasado me dijo, debes pensar que en la época en la que viviste tu niñez, estos palacios ya  no se necesitan cal para desinfectar las fachadas de las epidemias aquello ya pasó.
¿Acaso es que la piedra es mucho más elegante que la cal?
 De nuevo comenzaron a sonar las campanas, yo aturdida ante tantas ensoñaciones deambulé  por una de las muchas y estrellas callejuelas entre escudos nobiliarios y torreones hechos migas  aún sin recuperarse de la herida de haber sido desmochados.
Me sentía azorada, por donde pasaba en esos momentos, allí mismo,  se habían compartido tantas aventuras y desdichas que no se podían decir que hubieran sido resueltas, pues entre esos  muros de piedra gris que oprimen las estrechas calles, se siguen notando en su palpitación aquellos conflictos que vivieron sus vecinos. Que sin dudas fueron descabellados, pero ellos quisieron que aún siguieran patente en la añoranza de aquel que se encuentra atrapado por el encantamiento, y desea saborearlo.
El ruido de hierro, me sobresaltan, pues con el vertiginoso giro de sus ruedas parecían limar los cantos del pavimento, mire para guarecerme en algún portal, entonces mi vista se topó con un carromato entoldado y dos hombres forzudos en el pescante, uno de ellos con la fusta pegaba sin piedad  a los caballos que subían la cuesta sin resuello, una voz creí oír que salió de debajo del entoldado, gritó, muerte a los judíos, cuando se alejaron seguían gritando como posesos.
De repente tengo una visión que me hace temblar, me miro y no me reconozco, mis ropajes pertenecen a otra época que no es la mía, una señora vestida de negro se pega a mi espalda, parecía querer custodiarme, estoy confusa, creo que me dirijo a la iglesia, pues las campanas repicaban hasta taladrar mis tímpanos.
¿Acaso estaba viviendo una realidad?
Al salir de misa y, en la misma plazoleta de San Mateo, me pareció  ver cómo se reunía toda la nobleza, las damas vestían con ricas vestiduras, los caballeros engalanados con grandes sombreros de ala ancha, la fachada de la iglesia se encontraba adornada con grandes colgaduras  y escudos representativos de las grandes familias.
Entonces en uno de mis escasos descuidos, los nobles se enzarzaron en una refriega cuerpo a cuerpo donde todos parecían desear  derrotar al que creían eran sus enemigos, era una lucha  por la supremacía y el poder del territorio.
No tardé en saber el motivo de aquella algarabía, pues no era otra cosa que un concejo enfrentado a consecuencia de sus banderas nobiliarias  que eran las provocadoras de estos graves altercados.
En este punto me paro a reflexionar, pues entonces supe que lo que creí estar viviendo me lo contó la reina Isabel la llamada Católica, una tarde de ensoñación.
Vuelvo a la realidad y me encuentro sentada en el poyete que remata la fachada de la Iglesia de Santiago, la más antigua de la ciudad, frente a mí el palacio de Godoy de grandes dimensiones donde tantos cacereños vinieron al mundo, mirándolo tan hermoso con su balcón esquinado, tuve un sentimiento de pena, porque el que vio en su seno nacer vidas, ahora con el mismo desapego con que en algunas ocasiones se trata a los mayores, al parecer olvidado se está dejando morir, después de haber sido uno de los inmuebles de extramuros con más historia.  
Por esta razón y por muchas más quiero rendir mi humilde homenaje a este pasado que sin lugar a dudas hicieron de Cáceres una ciudad que fue, es, y seguirá siendo. Una joya de un valor incalculable para la cultura.



       




lunes, 1 de octubre de 2018

Vivencias 4º Parte

pero esa es otra historia. Pero sí que he tenido que enfrentarme aún a mí pesar con los nobles residentes en esta ciudad, que por cierto, si no llego a venir se hubieran matados unos y otros, nada, tan solo por poseer más de lo que ya se les ha otorgado, pero yo les he dejado en calzones—dijo con una mueca muy significativa de triunfo—ya no pueden guerrear desde sus torreones, pues he dado orden de que las desmochen desde ahora se tendrán que mirar a la cara cuando quieran luchar; también te diré que acabo de terminar de bordar un pendón que espero luzcáis en ocasiones especiales para que se sepa que estuve aquí  en Cáceres hospedada en este palacio por sus mercedes los Golfines de abajo, desde donde he impuesto mi soberanía.
Era tan amable el tono de sus palabras que creí podía relajarme, entonces más calmada pude apreciar que quizás fuera cierto lo que se decía de su aspecto personal que sin duda era despreocupado  denunciándolo su olor corporal que tenía mucho que desear, entonces pensé en la época, la disculpé, después de todo era una mujer de estado no una muñeca de salón, pues intuí  que podía  ser la reina sin dudas, más poderosa de España.
Me siento mareada, no sé cómo pude bajar las escalinatas del palacio tapadas con una alfombra hecha para la ocasión, cuando llego al patio de ese estilo mitad romano llamado   peristilo, traspaso la puerta enrejada que da al zaguán, cuando una voz autoritaria hizo que me parara en seco, era la Reina Isabel de Castilla y de Aragón por su matrimonio con Fernando que en esos momentos decía, haz saber a todos los cacereños que no olviden,  que yo,  Isabel llamada La Católica, estuve aquí para sembrar la paz entre los nobles.
Una vez en la calle, sin saber qué hacer, me paro a contemplar la fachada de aquel palacio, confusa, bajo la cabeza, para inmediatamente mirar de nuevo la fachada, era la misma de siempre, pero…
 ¿En qué siglo me encontraba viviendo? Me froto los ojos, no
Miro de nuevo hacia arriba y sonrío, la verdad es que es uno de estaba soñando.los palacios  más bonitos de la cuidad, entonces posé mis ojos en la torre cuadrada que da  justo a  la esquina de la cuesta del Marques, que conserva  un enorme matacán que se encuentra sujeto por tres ménsulas, sigo sin saber qué me estaba pasando, allí inmutable se podía apreciar con deleite una de las mejores labores más bellas y pétreas de bolillos que puedan rematar un edificio, en realidad se presenta como  una increíble crestería  de estilo plateresco, que hasta ese momento y,  cuando me encontraba contemplándola  embobada, descubrí que en  sus encajes  se asomaban figuras de fantásticos animales como los que solían hacer los plateros.
Había empezado a anochecer en la plaza había una escasa y claudicante luz que avanzaban lentamente filtrándose por las estrechas calles perfilando con su sombra los palacios de Mayoralgo, y el palacio Episcopal, destacaba entre ellas, unas  sombras delgadísimas que como agujas parecían querer pinchar la cúpula del campanario de la Con-Catedral, no sé cómo, pero de repente me encontré sentada en el poyete que cómo zócalo remata la fachada de la Con- Catedral.
Me fue imposible recordar el tiempo que estuve en esta contemplación, pues no aprecie que un anciano se había sentado a mi lado, en su tez morena destacaban surcos cómo hendiduras, que al ser estas  tan marcadas desfiguraban su cara, parecía de amargura. Alguien pronunció su nombre, Cohen, el anciano se puso a temblar, yo me acerqué para tranquilizarlo, mientras un grupo de inquisidores pasaban junto a nosotros que, al ver que se encontraba  junto a mí el anciano, pasaron de largo.
No entiendo cómo pudo pasar pero de pronto y, sin más  me vi en la Plaza de San Mateos, miro a mi alrededor como si la viera por primera vez, entonces descubro una bella torre de estilo gótico cubierta de hiedra, destacando en ella un impresionante matacán sostenido por nueve ménsulas, me quedo extasiada, adornando esta edificación única en su fachada se encuentran dos ventanas góticas arqueadas y divididas  mediante columnas o pilastrillas.
Un gorjeo, hizo que mirara hacia el muro que se encontraba pegado a la pared de este matacán, entonces descubrí un precioso Pavo Real que con su cola desplegada parecía llamar la atención de su pareja, éste ave se encontraba junto a la Torre que pertenece a la casa de los Sande, familia con linaje.
Tampoco calculé la hora ni el tiempo que pasó desde que salí de mi casa para pasear por esta ciudad, solo sé que ahora mis ojos se posan en el palacio de los Golfines de arriba, en cuya fachada se pueden apreciar dos blasones que nos cuentan que ellos la construyeron, el que se encuentra a nuestra derecha según miramos parece de los borbones, el de la izquierda  de los Golfin, siendo las armas de la casa de Cerda, descendientes de la primogénita Casa Real de Castilla.
Sigo mirando, mi curiosidad me hace osada y mi cabeza comenzó a recordar las clases de historia que se impartían en el colegio, regresando a mi pasado.
Esta casa fue construida  por los Cerda y los García Golfin, primero la concibieron cómo una casa fuerte que luego más tarde se amplió adosando los inmuebles de su alrededor.
La fachada es, digamos y, según mi criterio excesivamente decimonónica con aires pseudoclasista, en la pared no se observa ningún arco que destaque de forma especial, pero a mí siempre me pareció que esta fortaleza guardaba un delicioso sabor medievo, porque si se mira a su alrededor se  pueden ver algunos de los mejores ajimeces, que son ventanas—balcón o mirador cerrado con celosía donde sin ser vistas las damas de la casa podían asomarse, llegando a ser de esta manera, testigos desde la clandestinidad de amores imposibles, que es lo que hace al hombre ser fiero o manso.
Entonces no quise perderme aquel entorno, miro  buscando las cuatro torres que fueron en su inicio las que protegían la fortaleza, pero me llama poderosamente la atención, solo  una, la que se encuentra  en el centro del edificio, llamada del  homenaje, que no todas las  fortalezas suelen tener, fue  especialmente  salvada  de ser desmochada en virtud de una real orden concedida por Fernando el Católico.
Desconocía las horas que llevaba caminando, me encuentro con las piernas cansadas, pues me encontraba en medio de una incipiente oscuridad parada, sin fuerzas para seguir caminando por la calle de los Condes frente al palacio de los Golfines de Arriba, un jaleo de repiques de campanas comenzaron a tocar, parecían disputarse la hora que convocaba a la oración a unos fieles que yo no veía, me palpitaban las sienes con tanta algarabía, que un dolor inmenso parecía taladrar mis oídos.
De pronto vi salir  del palacio de los Golfines  una señora con aspecto de gran dama, a su lado se encontraba un hombre vestido ampulósamente, sus calzas eran de gamuza, herreruelo de raso negro de tafetán acuchillado y capota de gorgorán, desde luego la indumentaria me llamó la atención. Nada más salir a la calle aquel caballero se separó de la señora, yo, noté que la señora  conducía su mirada con interés  hacia donde mi vista se perdía; muy amablemente se dirigió a mí, ¿Tanto  le gusta esta torre? Yo la miré un tanto desconcertada, pues era costumbre en mi el despiste cuando me encontraba contemplando algo que acaparara mi atención, mi cabeza, se encontraba haciendo conjeturas de cómo, habían podido protegerse estos monumentos de las insidias  del tiempo, sería para que  quedara como patrimonio, y testimonio de un  pasado para que pudiera admirarse intacto.

En esos momentos me vi diminuta, necesitaba desaparecer, las pisadas de dos ancianas me hacen despertar de mí ensoñación, ante mis ojos aparecieron con vestimenta  enlutada desde el pañolo a las colondras, parecían dirigirse a la iglesia a su paso quedaron el fragante olor a orines, tras ellas un villano rijoso cejas muy juntas y barba facinerosa las seguía pero sus intenciones fueron fallidas al verme a la puerta de este palacio, en compañía de una ilustre dama.