domingo, 11 de noviembre de 2018

La huida 2º parte

Durante el vuelo, piensa en el diseño, que había creado y en la muestra que le llevaba a su jefe, mira en el bolso y aquella muestra extraordinaria hecha en oro blanco aún  la llevaba consigo, y piensa que estaba creada con tanta imaginación que no pocas señoras darían lo que fuera por lucirla, guarda la joya en un departamento del bolso secreto, saca el dibujo del boceto para contemplarlo, se regocija ante aquella joya que una vez realizada le dio resultado deseado; para ella el resultado fue extraordinario, esta contemplación le excitó como creadora, pero también pensó que había perdido la oportunidad de saber el impacto que podía haber tenido aquel diseño en el escaparate de la joyería.
Anna por unos momentos centra su atención en lo vivido en la joyería, ¿Por qué aquel joyero le encargó ese diseño de tan dificultosa realización?
 ¿Para qué mujer sería?
Ya se encontraba en Kuala  Lumpur, cuando recoge su escueto equipaje de la cinta transportadora, mira en todas las direcciones, desconociendo el motivo. Cuando sale del aeropuerto de Klia pide un taxi para que la llevara al hotel Majestic, que según le dijeron se encontraba a tan sólo 15Km del aeropuerto. Después de rodar dos kilómetros aproximadamente, el taxi se para, Anna pregunta qué sucede, el taxista no parece escuchar su pregunta, el hombre ante los aterrados ojos de Anna comenzó a bailar rodeando el coche cómo si se tratara de un ritual,  Anna intenta salir, pero las puertas parecían estar atascadas, mira desesperada a todas partes, pero nadie para ante sus gritos, entonces se da cuenta de que la ventanilla del conductos se encontraba abierta, con la agilidad de un atleta, salta por cima del sillón  hasta ponerse ante el volante, intenta ponerlo en marcha, mientras, el taxista, no dejaba de danzar. Anna se baja y llama al primer taxi que ve pasar por allí, con la respiración agitada --le dijo—lléveme a toda prisa al hotel Majestic, cuando entra en él Hallel del hotel, se olvida de lo que acababa de vivir pues se queda admirada, era una estancia amplía, a su derecha se encontraba un bar salón decorado con un lujo indescriptible, miró hacia el techo y vio que se encontraba bajo una cúpula dorada cubierta de estrellas que parpadeaban  cómo si fuera la noche, bajo unos pequeños puntos de luz, se encontraba un pianista, que con dulces melodías animaba a los clientes del hotel.
Cuando llega a su habitación, ve con extrañeza que todas las ventanas se encontraban abiertas de par en par, las cortinas blancas, volaban a su antojo cómo su fueran fantasmas en la hora de recreo, ya sabía que el clima era cálido, pero con la humedad que da el trópico, no entendía el motivo por el cual se encontraban las ventanas abiertas, llama a recepción, poco después el director se presenta ante ella, era un hombre alto excesivamente delgado, parecía nervioso, Anna enseguida supo el porqué de su nerviosismo, era musulmán, y parecía tener mucha prisa para llegar a tiempo a la oración. Segundos después pudo oír cómo los altavoces que parecían estar difuminados por la ciudad, resonaban los hipnóticos cantos de la adhañan, era la llamada a la oración a los musulmanes.
El director sin decir palabra sale corriendo hasta llegar al ascensor, entonces pudo ver cómo otros fieles se precipitaban como él…La voz de una mujer que se encontraba tras ella le hace reaccionar que al acercarse le dice, ¿Puedo atenderla en algo?, soy la gobernanta de esta planta. Anna la mira perpleja, entre los musulmanes no era habitual tener a mujeres trabajando en las plantas de los hoteles. No obstante se alegra de que sea una mujer, seguro que entendería mejor su reclamación. Anna le comenta lo de las ventanas que se había encontrado abiertas. La mujer sin más explicaciones, --le dice—que le siga, conduciéndola a otra habitación, la mujer desaparece sin más explicaciones pero al asomarse a la ventana, ve complacida las dos majestuosas torres Petronas símbolo de la ciudad.
 De pronto fija la mirada en la famosa pasarela que une a los dos colosos, recordaba haberlas visto en una película, mientras intenta averiguar el título de la película en la que las había visto, de repente  aterrada se fija cómo un hombre que se encontraba en la pasarela que enlaza a los dos edificios, se encontraba colgado de la barrera de seguridad, de repente  ve cómo cae al vacío, asustada, busca con la mirada a la gobernanta para comentarle lo que acababa de ver, la llama, con voz trémula, pero la gobernanta parecía haberse difuminado. Una vez se serena se asoma de nuevo, mira hacia donde había caído ese hombre, pero allí no había indicios de que hubiera pasado ninguna tragedia.
Tenía pensado ir a comer a algún restaurante típico, pero se le había quitado el apetito.
Se sienta indolente encima de la cama, acababa de presenciar, aunque fuera desde lejos un suicidio… o tal vez fuera un homicidio…El bolso de viaje se resbala por su falda, hasta caer al suelo, lo recoge,  por la embocadura asomaba el boceto de aquella joya que con tanta ilusión dibujó para aquel joyero. Al cerrar el bolso le pareció oír un ruido, era como si la polvera chocara con algo duro, mete la mano, y encuentra una piedra pequeña de color negro. ¿Quién le había puesto en el bolso esa piedra?, la mira intrigada, pero como no parecía tener valor alguno, la guarda en el bolsillo de la chaqueta, para pensar más tarde que hacer con ella, mira de nuevo el bolso y entonces ve un folio en blanco, lo coge, se inquieta al pensar de que alguien podía haber hurgado en su bolso buscando su último diseño, porque la joya la tenía a buen recaudo, pensó sonriendo. Después de mirar aquel folio que encontró en su bolso, comprobó que no tenía nada escrito, por lo tanto le intrigó,  lo mira de diferentes manera, y cuando está a punto de tirarlo a la papelera, ve que hay, unas letras gravadas en tinta invisible, lo pone a contraluz, lo mira con todo detenimiento, y entonces lee,  E-B-K- L-M-A. Anna no tiene ni idea de lo pudieran significar aquellas siglas.
Intenta despreocuparse de ese tema, centrándose en que podía hacer en ese país exótico y tan lejano de España. Saca el billetero para saber del dinero que disponía, y perpleja ve que la tarjeta de crédito que le había entregado el comisario para su uso personal, no tenía límite de gastos, se sienta, todo parecía sacado de una película de ficción. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Por qué tanta generosidad? ¿Quién estaba detrás de todo aquello? Pensó en el comisario, tenía que hablar con él, pero por su seguridad no podía hacerlo se lo tenía prohibido, Ahora se sentía más perdida que nunca.
Sale a la calle, necesitaba distraer su mente para poder pensar con claridad. En la calle Anna pudo pasear por una avenida que configuraban una gran combinación de rascacielos y selva; aquí en esta ciudad a diferencia de Madrid se podía ir caminando a cualquier parte, allí las distancias eran cortas si se miden en línea recta, pero para Anna empezaba a tener un inconveniente, que había mucho sol y demasiada humedad. No entiende que puede hacer ella allí sola, en una ciudad que está rodeada por las selvas más antiguas del mundo, mientras camina, se encuentra gente de variadas culturas y religiones, quizás es por eso es una de las ciudades modernas y más cosmopolitas del planeta, Anna pensaba que era igual que vivir en una selva pero rodeada de los mejores y más modernos adelantos tecnológicos para hacer la vida más placentera.
Se sorprende ver cómo las mujeres de religión musulmanas a diferencia de otros países también musulmanes, vestían de colores cubriendo sus cabezas con pañuelos que, al ser llamativos las hace parecer más exóticas, allí pudo apreciar que las jóvenes eran las que derrochan más glamur.
 Después de caminar un gran trecho, se da cuenta de que se encontraba en la ciudad más elegante del mundo. Entra en un centro comercial llamado Estar Hill, una vez dentro le pareció el más grandioso elegante y sofisticado que jamás había visto. Las malayas salían satisfechas del establecimiento cargadas de paquetes. Anna decide comprarse ropa adecuada para aquel clima tropical, cuando se acerca a la caja para pagar después de hacer sus compras, la encargada de la caja, la mira cómo si hubiera visto un espectro, Anna sigue con la vista la mano de la cajera que la invita a seguirla hacia un lado, atónita pudo ver que pulsaba un botón, Anna ante este gesto, corre despavorida, la habían encontrado.
 ¿Pero quién sabía que se encontraba en Malasia?
Poco después se encuentra en la calle desorientada y sin saber a dónde ir, dos guardas jurados del centro comercial la siguen, de pronto ve a un chino que vende bicicletas en un tenderete de la calle, coge una, no se para a elegir, no le importaba cómo era tan sólo quería salir de aquella situación cuanto antes. Pedalea sin rumbo fijo hasta quedar exhausta, se adentra alocadamente por una vereda ignorando que se estaba adentrando en la selva más antigua del mundo, y a tan solo a 13 kilómetros del centro de la ciudad, sigue pedaleando hasta que una ingente cantidad de monos que se encontraban por doquier le hacen caer de la bicicleta, mientras a cada  paso que daba acudían más y más monos.
 Cuando Anna intenta montar de nuevo en la bicicleta, se da cuenta de que la cadena de la bici está rota, entonces empezó a caminar sin rumbo fijo, cuando ella cree que ha llegado a lo más profundo de la selva, se encuentra con un santuario Hindú, se relaja, al pensar que sus perseguidores la habían perdido la pista.
Anna se ve ante una estatua dorada de unos cuarenta metros de altura, aquel paraje hermoso, paradójicamente estaba desierto, sólo los gritos de los monos se hacían oír, se acercan unos cuantos monos a ella intentan quitarle el bolso, ella de un manotazo intenta alejarlos, pero estos se  enfurecen más e intentan atacarla, Anna no supo por qué lo hizo pero en su desesperación sacó la piedra negra que llevaba en el bolsillo, ese gesto hizo que todos los monos desaparecieron cómo si algo tóxico se hubiera esparcido en el ambiente, en forma de un olor repelente. Un trueno de repente parece rasgar la montaña haciendo presagiar una gran tormenta, minutos después empezó a caer algo parecido al diluvio universal.
Anna sube empapada y sin aliento los 272 escalones que llevan al santuario hindú, allí de nuevo siente miedo al ver que el recinto se encontraba solitario, no percibiendo ningún ruido que no fuera su respiración. Una voz ronca,  le saca de sus cavilaciones. Tras ella se encontraba el comisario de policía, que sin más dilación, le pide la piedra.
Anna sale del templo, baja las escaleras corriendo, el comisario y dos hombres más van tras... 



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