sábado, 2 de febrero de 2019

Y, después. qué 2º parte

Como siempre hice, confiada en mi intuición, estaba a punto de conseguir que se dijeran alguna frase que yo pudiera descifrar para tirar del hilo, pero el joven no decía nada, mientras su cara, a cada momento que pasaba, se iba transfigurando hasta llegar a parecer un ser diabólico, pues vi cómo apretaba sus manos cerradas, tanto que parecieron dos muñones. Su voz llena de ira, al fin rompió para decir ( a su interlocutor) yo, ya lo  tengo bien pensado, se hará si, o si, y colgó.
De pronto un griterío empezó a subir por las escaleras, estas voces pedían pan y paz para su pueblo, eran hombres vestidos de harapos, que por culpa de sus mandatarios, se encontraban sumidos en la tristeza pues sus dirigentes habían sacado el dinero de su País dejándolos en la miseria mientras las arcas de los paraísos fiscales se encontraban a rebosar con el dinero que atesoraban los corruptos. Yo no estaba muy segura de saber qué estaba pasando, aquel alboroto era real sin duda, eran hombres enloquecidos por la situación en la que estaban viviendo. Se apartan para que yo pudiera pasar, cuando llego a la calle, veo que hay gentes paseando como era por costumbre, con la mirada busco una cafetería, al entrar veo que se encontraba llena de jóvenes que alegres charlaban y bebían unas copas, pido una infusión de tila, sentada en aquel taburete me sentí más tranquila, a pesar de no haber probado ni un sorbo de la tila, al estar  demasiado caliente.
Ante mí, se para una mujer, parecía solitaria, vestía una indumentaria extraña para la moda actual, se puso a mi lado, al mirarme parecía necesitar conversación, pero yo no me encontraba receptiva, por lo tanto inmersa en mis pensamientos, miré hacia otro lado, pero la mujer tocó con su mano mi brazo y, me volví hacia ella sobresaltada, aún me encontraba sugestionada por lo vivido.
¿Me puede decir la hora?
En esos momentos me avergüenzo de haber sido descortés con ella, miro mi reloj, entonces veo que son las diez de la noche, no podía ser, mi reloj al salir de casa funcionaba perfectamente, pero la hora que marcaba en esos momentos me hizo pensar. Que algo pasaba, pues no concordaba para nada la hora que tenía  en el momento en que salí de mi casa, y dirigiéndome a la señora me disculpo, lo siento mi reloj parece que se ha estropeado.
Entonces la mujer  sale de la cafetería dejando tras de sí un reguero de sangre que parecía brotar de su espalda.
Al ver aquella sangre, mi corazón se aceleró. ¿Qué me estaba sucediendo? Termino mi tila, apresurada salgo en pos de aquella mujer que había dejado un rastro de sangre y un perfume…Entre la gente la vi a lo lejos, corrí hasta llegar a alcanzarla, pero se metió en un portal de la parte antigua, poco después volví a encontrarla, iba caminando en zigzag por las estrechas callejuelas como si se encontrara enferma, yo la seguí cómo atraída por un imán, ya no sentía miedo, solo una gran curiosidad por saber  cómo su transpiración  desprendía ese olor a sangre.
De nuevo vuelve a desaparecer sigo, como un sabueso su rastro guiada por el olor que me va conduciendo hasta llegar  a uno de los palacios que se encontraba con las puertas abiertas de par en par, me acerco, me asomo desde la puerta, la luz de un farol iluminaba el zaguán.
Entro en aquel portal y, me encontré de frente con un cráneo humano expuesto encima de un taburete, se encontraba cubierto de un líquido escarlata, aquel líquido no era otra cosa que sangre que parecía reverberar del cráneo, como si fuera una herida abierta.
 Dentro del zaguán me encuentro desorientada, cuando de pronto empezaron a caer gotas de lluvia que se deslizaban por la empinada callejuela. Una nube baja cubrió el atrio del palacio como lo hace el humo de una hoguera hecha de hojas húmedas, la verja que da entrada al patio interior se encontraba abierta, me adentro en él, la luz tenue de una lámpara de aceite me induce a subir las escalinatas que dan al primer piso, una vez arriba vi cómo el suelo se encontraba cubierto con alfombras de color carmesí, las paredes engalanadas con bellos tapices con alegorías de batallas sangrientas, sigo a la diminuta luz que me guía hacia una sala, allí en una cama se encontraba una mujer, que parecía  anciana acostada cubierta por un dosel negro la colcha se veía de delicada seda, la mujer parecía agonizar, yo la miro, y me pareció ver que tenía los ojos sellados; busco con ansiedad con la mirada a la mujer que me condujo hasta ese palacio, pero no la veo y pienso que sería mi destino que aquel día fuera un día de zozobras y, por si fuera poco, me encontraba sola en una casa que no era la mía, y  con un cadáver frente a mí que ni siquiera conocía .
De pronto, unos rayos de luz blanca  se difundieron por la habitación, dejando mi mente confusa.
De pronto se oyen unos pasos seguros que pisaban con fuerza, se acercaban a donde yo me encontraba,  mi corazón se encontraba tan confuso por lo que estaba viviendo que casi no me inmuté.
 ¿Quién podía ser?
 Esos pasos sin duda eran de un militar de campaña pensé por la fuerza  con que parecía pisar. Cuando entró  en la habitación donde yo me encontraba nos vimos de nuevo cara a cara  era  aquel joven que creí era un joven galante, en aquel momento supe que algo importante y grande se estaba fraguando contra mí persona podía ser una estrategia más para debilitar mis pensamientos, que empezó con el de querer ayudarme  a subir las escaleras.
De repente, la ventana de aquella alcoba, se abrió de par en par, entrando por ella una ráfaga de viento helado.
¿Por qué de nuevo ese joven se ponía ante mi vista?
El llanto de un niño pequeño que lloraba por hambre, me hizo reaccionar, me pongo de nuevo ante aquel joven y, clavo mis ojos imperturbables en los suyos, y con una tremenda rabia le dije:
 ¿Esto es lo que los mandatarios del mundo queréis para la humanidad?
¿Qué es lo que os mueve a querer sembrar la semilla de la pobreza en el mundo, mientras vosotros, los llamados privilegiados, desde vuestros altos puestos y sentados en sillones de lujosa piel  decidid cómo han de vivir  los habitantes de la tierra?




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