martes, 18 de junio de 2019

¿Estamos controlados?


La puerta de aquella casa se encontraba siempre cerrada, la luz que se veía desde la ventana  era mortecina permaneciendo toda la noche encendida, era un pueblo pequeño, pero nunca llegaron a saber sus pocos habitantes quien habitaba aquella casa de aspecto ruinoso, solo y de vez en cuando se paraba ante la casa un coche de carrocería antigua  acharolado, nadie vio bajar del coche a nadie, solo paraba unos minutos, para poco después desaparecer por uno de los caminos de tierra poco transitado, que solo conducía a una aldea casi desierta  dónde solo se conocía que tuviera un habitante que nadie osaba visitar.
Una mañana que se había desencadenado un fuerte viento que hacía crujir las viejas maderas de las ventanas, Anna la única maestra en treinta kilómetros cuadrados al llegar al pueblo, y no tener alumnos que enseñar a causa del mal tiempo, entonces decidió volver a su casa, pero al pasar por la calle donde se encontraba la casa misteriosa, se atrevió llamar a la puerta con los nudillos de la mano, tímidamente, hizo unas cuantas llamadas  y, cuando estaba a punto de sucumbir la puerta empezó a abrirse lentamente crujiendo los goznes con un lamento.
Anna duda antes de entrar, pues una voz amable parecía invitarla a pasar, entonces y antes de entrar  dirige su mirada en todas direcciones por si estaba siendo observada, que al no ver a nadie, empujó la puerta  y entró.
Sentado en un sillón confortable se encontraba un hombre  que como saludo –le dijo-No tengas miedo, soy viejo, mucho más que este siglo, por lo tanto carezco de fuerza física  para atacarte, Anna ante estas palabras se tranquiliza y, entonces el hombre comenzó una narración que Anna escuchó con atención.
Yo creo que tenía siete años  cuando por primera vez entré en esta casa, mi memoria de viejo, en este instante me trae ver cómo mi abuelo, tocaba cada noche para que me durmiera un tambor, pidiéndome que le llamara” Don Nicanor, por solo tocar el tambor” y, siguió diciendo, nunca me dejaron salir  de esta casa, pero yo me encontraba informado desde que tuve uso de la razón de todo lo que pasaba  en el mundo exterior.
He visto sin estar allí la Puerta del Sol madrileña, he paseado  por las calles Mayor y Arenal, he comido ricos caramelos de la confitería “La pajarita” que se encontraba en Carretas, también he visto cómo a toda velocidad pasaban por mi lado los ómnibus tirados por cuatro caballos, también berlinas ocupadas por políticos que iban al congreso, lujosos Landós cruzando a toda velocidad… Un silencio hizo que Anna reaccionara ante este inesperado relato.
El hombre con los ojos cerrados no dejaba de hablar. Los sábados por la tarde la reina regente Mª Cristina y, el rey aún menor, iban a Atocha para asistir  a la solemne salve  de fines de semana, que por supuesto yo también me encontraba allí.
Recuerdos…Recuerdos, que solo son recuerdos de algo que nunca viví pero… y levantándose del sillón se acercó a Anna que al contemplar su estatura retrocedió unos pasos.
El hombre y como si no hubiera percibido el gesto de Anna, preguntó ¿Sabe señorita si ha empezado bien este siglo?, y sin esperar respuesta, hay que daría yo por  ver de nuevo mi Madrid, el Madrid del alma mía que tanto añoro, ahora cuando cuento…bueno, es preferible no decir la edad que tengo porque puede que te asustes y eches a correr. Anna cada vez entendía menos. Creo que asistí a fiesta de la coronación del rey Alfonso XIII, y creo si mal no recuerdo que este evento acaeció en 1902, más tarde después de su boda y cuando regresaban de San Jerónimo y, el séquito pasaba por la calle Mayor se perpetró un atentado contra la real carroza, aquello fue tremendo para el pueblo de Madrid sobre todo para los que estuvimos presente.
El hombre mira a Anna mientras paseaba por la habitación moviendo sus largas piernas con dificultad. Entonces-dijo entre dientes-mal inicio para un matrimonio regio ¿Crees acaso que este atentado pudo ser un anticipado de lo que iba a ser más tarde la frustración de la familia real? Lo comento porque más tarde muere Sagasta, Silvela entrega su ministerio a Maura, mientras es asesinado Canalejas cuando se encontraba escrutando el escaparate de una librería en la misma puerta del Sol, ya sé que por ahora hay gentes nuevas en el gobierno, tengo oído que son de diferente calaña, la verdad es que todo parece haber cambiado muy drásticamente, bueno ya te he dicho que no soy de este siglo, pero me preocupa…
Una campanada que llega desde el jardín le hace callar unos instantes, pero el hombre enseguida se recompone y con voz amable le invita a que le siga, al entrar en el jardín se vuelve hacia ella y le dijo Anna, te invito a almorzar ¿Porque se llama Anna verdad? Y mientras recorrían la estrecha vereda del jardín le dice a boca jarro, crees que con tantas crisis económicas puede llegar a subsistir decentemente un pueblo, o un País, se para unos segundos para preguntar de nuevo, crees Anna ¿Qué puede haber alguna esperanza  de poner fin a tanta poliquitería que está comprobado no  sirve nada más para desmoralizar al pueblo?
Anna ya no escuchaba  solo temblaba ante la sabiduría de aquel hombre, pues sabía demasiado de los entresijos de los políticos.
¿Quién era en realidad ese hombre?
Al llegar al centro del jardín Anna pudo comprobar que en medio del jardín se encontraba una mesa dispuesta para dos comensales, Anna espera a que el hombre le indique donde sentarse, pues tenía el presentimiento de que allí debía haber más personas, pero ¿Por qué había solo dos servicios de mesa?
El hombre con un gesto le pide sentarse frente a él, de pronto es cubierta por una nube  que hace imposible la visibilidad, una vez pasado este incidente Anna se percata de que le habían servido su plato, ante la mirada del hombre mete la cuchara en el plato de sopa, pero cuando la mete en la boca siente que la sopa parece tener vida, al tocar su paladar, entonces desconfiada abandona la cuchara en el plato, pero como si la cuchara estuviera  hechizada,  seguía llevándole el contenido del plato a la boca.
Anna se desconcierta, siente pánico se levanta de la silla, quiere salir de aquel lugar, pero el hombre se lo impide, diciéndole, tu desde hace tiempo has querido saber que pasaba en esta casa, te he visto cada día y, al término de tus clases he visto cómo te asomabas por la rendija



No hay comentarios :

Publicar un comentario