¿PORQUÉ
AQUEL DÍA NEVÓ?
Aquella mañana comenzó a caer la
nieve sobre Madrid, lo hizo inesperadamente, en unos momentos los copos
empezaron a teñir las calles y las avenidas de blanco. Anna desde los cristales
de la churrería donde se encontraba desayunando, deja vagar sus pensamientos
mientras contempla el ir y venir de la gente que como ella iba a trabajar cada
día, también veía como caminaban con prisas después de haber perdido mucho
tiempo buscando donde poder aparcar para
poder desayunar.
Ante esta contemplación se toma el
último sorbe de café, no llega a terminar el líquido de la taza, aquella mañana
se encontraba inquieta sin motivo aparente, y cuando se dispone a salir de la
churrería, un hombre se interpone entre la puerta y ella, lo mira sorprendida
al recibir el golpe que le propinó con un portafolios que llevaba en la mano,
Anna hizo un gesto de desagrado, el hombre, muy cortés la obsequió con una media sonrisa, que esa sonrisa le heló la sangre, era la
primera vez que se cruzaba con él, no sabía quién era, pero aquella sonrisa
quedo grabada en su cerebro.
Una vez en la calle, se mira los pies
y ve con desagrado que no llevaba puesto el calzado adecuado, decide llamar un
taxi, la nieve parecía caer con mucha
intensidad por momentos, el trayecto que había de la churrería a la oficina, se
le hacía difícil al no llevar el zapato adecuado para caminar por el asfalto
que en unos momentos se hizo resbaloso al cubrirse por la nieve.
Una vez en la oficina y, cuando entra en su
despacho, situado en el edificio de los ministerios, se sienta ante su mesa,
una pila de informes la esperaban para ser revisados, con desgana mira aquellos
papeles que por primera vez desde que ocupó ese puesto no supo por dónde
empezar; saca su agenda del cajón, la pone encima de la mesa, el estado de
ánimo frenético en el que se encontraba le hace trabajar sin parar, a la hora
del café, duda si ir a la cafetería de costumbre, pero cómo si un motivo
importante le esperara, se puso en pie, se acercó al perchero y se puso el
abrigo con precipitación, al bajar en el ascensor, su corazón se acelera, poco
después al salir a la calle, aspira con ansiedad el aire que parecía necesitar,
tanto como un pez necesita sumergirse en el agua, entra en la cafetería, el
camarero sin que ella lo pidiera, y como siempre, le sirve un café con
tostadas, y entonces lo vio de nuevo, la mira, y ante aquella mirada Anna
siente que aquel hombre la estaba manipulando, y que por su actitud parecía
esperarla, mientras le sonríe, Anna no consume el café, pues precipitadamente
sale a la calle, y entra como una exhalación en el ascensor de su oficina, una
vez en el pasillo, y antes de entrar en su despacho, le pareció verlo de nuevo,
pero desecha la idea, esta vez creyó ver que hablaba con su superior. Su
excitación aumenta, una de sus compañeras al notar que se encontraba nerviosa
le pregunta.
¿Necesitas algo?
No nada, sólo es que la nieve me pone nerviosa—contestó--.
Con mano temblorosa descuelga el
teléfono, marca un número que tenía apuntado en su agenda; al otro lado, una
voz masculina le tranquiliza, después de intercambiar unas cuantas palabras
insulsas, cuelgan.
Cuando llega la hora de salida, una
vez en la calle Anna se precipita a coger un taxi, necesitaba estar en su
apartamento, y descansar, cuando llega a su casa, abre la puerta con una
excitación que le era difícil de controlar, la jornada había sido dura, de
repente siente como si un terror auténtico le invadiera, no entiende cómo esa
sensación pudo apoderar de ella, y comenzó a sentir cómo dentro de su cabeza unos
pensamientos difíciles de explicar, pues
una vez dentro de su casa estos pensamientos se manifestaban
en forma de monstruos.
De repente y aún con la luz mortecina del
atardecer, y cuando se encontraba sentada para relajarse, entonces ve aterrada
cómo las luces de su apartamento empezaron a encenderse sin motivo aparente,
intenta sobreponerse ante aquella visión, no sabe cómo podía tener esos
pensamientos, para distraerse pone la radio, un locutor decía que, los rusos
acababan de lanzar con éxito el primer satélite orbital y estaba sobrevolando
los Estados Unido, y eso a ella que le podía importar, cambia de dial, no necesitaba
saber los detalles, y cambia una y otra vez de dial.
Hasta lograr sintonizar con Radio
Honda, que en esos momentos daba la noticia de que unas investigaciones hechas
en absoluto secreto, habían dado como resultado que las sospechas de un
importante fraude eran ciertas, y todo se ha sabido a causa de una indiscreción
de uno de los implicados, que fue el que hizo con su indiscreción levantar una
polvareda de sospechas, sobre cierto negociado que no parecen estar exento de una
conspiración.
Anna al oír esta información, su
mente pareció quedarse vacía, cómo si una fuerza poderosa le estuviera
prohibiendo pensar. Anna entra en la cocina, no tenía apetito, se pone un vaso
de leche, y coge dos galletas, poco después se mete en la cama, el sueño no
parece querer acudir a su cita obligada, de pronto el teléfono suena
insistentemente, no lo coge, siente miedo, momentos después vuelve a la tarea
de intentar dormir o al menos descansar la mente.
Se levanta con los primeros albores
de la mañana, como siempre sale hacia su trabajo sin desayunar, y al cerrar la
puerta, ve que había un paquete en el suelo, lo coge extrañada, y cuando ve que
estaba dirigido a ella, curiosa entra de nuevo en su casa, lo abre, y en una
carpeta ponía como anunciado, LOS SECRETOS DE LA BÍBLIA DEL DIABLO.
Duda en abrir aquellas páginas, en la
primera página decía, el Codex Gigas o biblia del diablo, es famoso por ser
considerado el manuscrito latino más grande de Europa conservado y por contener
un inexplicable retrato del diablo, siendo este uno de los enigmas más
interesantes de la Edad Media.
Anna no sale de su asombro, ¿Quién
podía haber mandado aquello?
Más tranquila piensa que tal vez se
hubieran confundido. Lo deja encima de la mesa y se fue a trabajar, al subir al
autobús, una mujer le sonríe como si se conocieran.
Y cuando se encontraba desayunando en
el sitio de costumbre, le vino a la memoria aquel paquete, y decidió que en
cuanto llegara a casa lo devolvería a correos. Pero cuando cogió un churro para
llevárselo a la boca, de pronto apareció de nuevo aquel hombre, sus ojos al
mirarla parecían dos ascuas incandescentes.
Anna sale de la churrería sin apenas
probar el café, con paso apresurado llega a la oficina, entra en su despacho, y
cuando va a colgar el bolso en la percha, una voz desconocida le sobresaltó, tenga
señorita se le ha olvidado que tenía que traer este paquete, el jefe está
esperando que se lo lleve.
Anna al ver de nuevo a aquel hombre, y que ponía encima de su mesa el paquete que había
encontrado en la puerta de su apartamento, quiso gritar, sin darse tregua a
pensar qué podía hacer, porqué era todo tan extraño, pero la voz de su jefe por
megafonía la reclama en su despacho, le hace olvidar preguntarle a aquel hombre
que quien era.
Anna con aquel paquete bajo el brazo,
corre hacia el despacho del jefe como una exhalación, pide permiso, entra, y el
jefe se precipita sobre el paquete nada más ponerlo en la mesa, Anna, espera
impaciente. El jefe una vez termina de ojear aquello, de pronto, y dirigiéndose
a ella dice, ¿Y los documentos que te dije que firmaras, donde los has metido
aquí no los veo?
Anna no sabe de qué le estaba
hablando, entonces el jefe se levanta, y con voz que parecía estrangulada, le
dijo, gracias por no firmar esos documentos, pues me hubieras condenado a ser un
indeseable.
Entonces Anna perpleja, piensa.
¿Pero qué tiene que ver con la
administración los secretos de la Biblia del diablo?
El jefe que pareció leer sus
pensamientos, contestó.
Nada, con nada que nos interese, pues
estuve ciego, y he estado a punto de hacerte caer en la trampa conmigo. Anna de
pronto siente que el despacho desprende un olor nauseabundo, y cuando se acerca
para abrir la ventana y ventilar, al asomar la cabeza se da cuenta que en la
calle había un gran alboroto, mira con detenimiento, y en el asfalto yacía su
jefe junto a aquel hombre, y alrededor unos papeles revoloteaban entre los
curiosos como almas perdidas.
Anna tardó en recuperarse, pero
pronto lo olvidó, pues cuando el alma se mantiene limpia todo lo desagradable
se olvida.

