sábado, 27 de febrero de 2021

Cuando despierta la bestia

Mira a su alrededor intentando amortiguar el miedo que sentía, cuando descubre ante ella algo indescriptible, toda la montaña se encontraba salpicada de cerezos con el fruto maduro que esparcía un intenso color rojo sobre el campo, dando la sensación que la montaña se encontraba salpicada con gotas de sangre. Espantada, quiere pensar que todo es producto del agotamiento. Mira el suelo, aquella vereda por donde habían subido  se encontraba cubierta de huesos fósiles, fue cuando supo de donde venía aquel ruido extraño, que oyó bajo sus pies mientras caminaba, ahora lo sabía, era el extraño crepitar de huesos,  horrorizada vio cómo el suelo de la vereda era un osario.

Esos huesos que en su caminar iba pisando empezaron a cobrar vida, se asusta, debía estar soñando ¿podía acaso, hipotéticamente hablando, que fuera posible que a sus pasos estuvieran resucitando criaturas muertas?

La tierra   parecía temblar bajo sus pies, mientras seguía implacable el mismo ruido del crujir de los huesos. Entonces, y ante sus ojos estos seres se disponían con total normalidad  a ensamblarse, eran unos huesos que ante ella se mostraban jugosos mientras se iban configurando, transformándose en la estructura de unos seres humanos extraños. ¿Acaso todos los componentes de esa extraña excursión estaban viendo lo mismo que ella? Se queda por unos momentos pensativa, porque al mirarlos pudo ver por su expresión que no parecían darle importancia a lo que a ella le estaba causando pavor.

Poco después pudo oír pasos que parecían seguir tras los suyos, mira hacia atrás desconfiada y, estos seres estaban allí, junto a ella, se encontraban alineados cómo un ejército disciplinado que se dirige al campo de batalla. Anna se pasa la mano por la frente que se encontraba empapada en un sudor frío, casi cadavérico, entonces supo que se encontraba perdida.

Un ruido inesperado le hace creer que había entrado en el infierno, un enjambre de insectos, negros, brillantes, de procedencia desconocida se estaban acercando escandalosamente hacia ellos. Ya estaban a punto de entablar aquella batalla imposible de poder ganar contra aquellos seres volátiles que eran numerosos, pero de momento todo cambió cuando mira hacia la dirección por donde desaparecen los insectos, y entonces pudo ver cómo aparecía en la cima de la montaña, un hombre alto, vestido con túnica de color granate; sus ojos eran cómo dos azabache que nadaban en un cuenco de sangre. 

El efecto que este hombre causó en Anna casi le hace desvanecer, cuando minutos después coronan la cima fatigosamente, ve a otro hombre que se hallaba sentado en una piedra redonda que giraba con parsimonia aplastando el fruto del olivo. El ruido que hacía el jugo de la aceituna al caer en uno de los contenedores subterráneos, era tan escalofriante cómo aquel desolado lugar.

El hombre que parecía el jefe que ante sus invitados parecía sentirse contento, cuando dirige la mirada hacia su criado, éste se acerca al ver la señal que aquel hombre poderoso le hacía con la mano, que con este gesto le ordena acercarse, el criado al instante aparece portando una bandeja con pequeñas tazas que contenían una pequeña porción de aceite, entonces invita a beber a todos los presentes, el color  del aceite era verdoso la  textura era  espesa, el sabor áspero y amargo, Anna se asusta después de haber bebido un sorbo, aquel caldo no tenía el clásico olor a la aceituna recién exprimida, era otro olor, raro, pero para ello no era muy difícil de identificar. Ante esta revelación, Anna siente que el mundo se hunde a sus pies, aquel aceite olía a sangre.

El hombre poderoso mira hacia donde se encontraba aquel extraño ejército de huesos vivientes, que con un gesto les hace mirar hacia un lado de la montaña, donde se encontraba un olivo centenario con sus ramas secas que milagrosamente conservaba la fruta en perfecto estado y a la espera de ser recogida. De pronto Anna siente un tremendo temblor en su cuerpo cuando las ramas de aquel olivo intentan abrazarla. 

 El instinto de conservación hace que Anna corra montaña abajo, el descenso casi perpendicular hizo acelerar aún más su loca carrera, que al ser también accidentado no nota que sus pies van tropezando constantemente con objetos resbaladizos y punzantes.

Cuando ya se encontraba cerca de la vereda que conducía a la carretera, ante ella aparece el dueño de una almazara, a la cual la empresa que ella regentaba le compraba el aceite, el hombre tenía un aspecto harapiento, desnutrido, pero a Anna, no le importó su aspecto, solo se regocijó al verlo, pues creyó que era su salvación.

El hombre se acerca a Anna con un vaso de aceite, la invita a beber, Anna da un paso atrás, aquel hombre que siempre creyó era pacífico la taladraba con la mirada que era tan profunda que parecía perdida, tras ella otra voz le dice con tono imperativo “bebe”, y el vaso de Anna se quedó a la altura de su boca sin haber bebido ni una sola gota.

Anna entonces comprendió que para llegar ser ejecutiva en una importante empresa, y fue cuando reconoció que adulterar los productos, sólo para obtener “medallas” no era ético.

Pero aquellos huesos se encontraban cada vez más cerca de ella, y en un instante comenzaron a danzar a su alrededor Anna no podía creer que fuera verdad lo que estaba viviendo.

Y seguidamente apareció de nuevo aquel olivo centenario, que al acercarse, sin más, la estrangula con sus secas y débiles ramas, mientras se oía una voz que mascullaba; nadie puede adulterar los frutos del olivo, porque es sagrado, tanto que hasta es destinado para ser derramado, como bendición sobre los cadáveres.

Anna en su agonía quiso pedir perdón por su deplorable acción, pero ni el viejo olivo, ni los huesos de las personas que bebieron el aceite adulterada,  parecían tener compasión de ella.

Poco después se presenta ante ellos una furgoneta desprendiendo un olor intenso a aceite rancia, que traslada el cuerpo inerte de Anna hacia un cementerio nada usual, pues fue depositado en una vieja almazara abandonada, su cuerpo fue puesto bajo la piedra cilíndrica de la molienda que se encontraba mugrienta por estar en desuso, que aun así, parecía estar preparada  para que su cuerpo fuera triturado.

La misma noche que Anna desapareció como ser viviente, por las escaleras de su apartamento subía una legión de huesos entró en su apartamento, que al entrar demolieron todo cuanto allí se encontraba, sin omitir las obras de arte que se encontraban manchadas por las manos sucias por la avaricia de una joven ambiciosa.

Mientras las vecinas murmuraban tras la mirilla de las puertas cómo un ir y venir de gentes extrañas sacaban objetos. Una de las vecinas comentó a otra  al día siguiente que  mientras subían en el ascensor el portero les comentó.

  Anoche en el tercero, hubo mucho movimiento, creo que  la joven estirada que vive en ese rellano cambió de nuevo  la decoración de la casa.

Nadie volvió a comentar nada de ella.  

FIN




domingo, 21 de febrero de 2021

Cuando despierta la bestia. 1º parte.


 

Aquella noche Anna llega más tarde de lo que le era habitual a su casa se encontraba cansada, mal humorada, el trabajo realizado aquel día no había sido todo lo fructífero que ella había deseado.

Cuando llega a su apartamento, cierra la puerta con el pie, seguidamente, dirige su dedo índice hacia el botón del contestador cuya luz roja tintineaba con insistencia. Aquel día, no le interesaba para nada los recados que aquellas llamadas gravadas podían contarle.

Mientras tanto se adentra por el pasillo camino de la alcoba para cambiarse de ropa mientras escucha sin interés algunas de aquellas llamadas, que casi siempre eran de las mismas personas, las cuales no le decían nada importante.

Apoyada en la pared se quitaba los zapatos. Una voz hartamente conocida para ella, le decía con voz gangosa, Anna soy Pedro ¿Cuándo puedo verte? Es urgente, clic.

Se desabrocha los botones de la blusa, se baja la cremallera de la falda, mientras, indolente  la deja caer quedándosele suspendida entre las piernas, una falda que se mostraba tan arrugada cómo en esos momentos se encontraba su alma.

De repente una voz nueva para ella le hace parar en seco, entonces escucha con atención el contestador, estaba siendo invitada a un evento por una persona que no reconocía; se acerca al contestador, pues al parecer creyó recordar vagamente ese acento, después de hacer un recordatorio fugaz de los días pasados, piensa que podía ser un chico gallego que le presentaron en una exposición cultural. Y este chico ahora la estaba invitando a una cata de aceite. Después de escuchar, Anna se queda por unos momentos pensativa, no entendía el motivo de su invitación cuando solo mantuvieron entre los dos una fugaz conversación, que no le daba licencia para llamar a su casa ¿Quién le había dado su teléfono?

Poco después y cuando se disponía a cenar, decide aceptar la invitación, pues necesitaba desconectar del agobiante ambiente del trabajo en el cual se encontraba atrapada. Aquella invitación podía ser su salvación aunque fuera solo por un fin de semana.

Descuelga el teléfono, sigue las instrucciones de aquella voz metálica que salía de una centralita, que sin hacer preguntas le da el número desde donde le habían hecho la llamada, marca el número gravado, enseguida se pone en contacto con el autor de la llamada. Después de mantener una insulsa conversación por tratarse de dos desconocidos, quedan para el sábado de la semana próxima, la hora, 9,30 de la mañana.

Anna no supo de donde pudo sacar en esos momentos esa mística, que siempre creyó sólo la podían padecer los tontos desocupados cuando se sienten acogidos por un grupo que creyendo que éstos podían superar sus expectativas. Pero a pesar de su euforia desmesurada, seguía sin entender el porqué de su aceptación, pues sólo sabía del aceite que consistía en hacer un buen márquetin para que el producto se vendiera mejor, y que el aceite sale de la aceituna, ante esta manifestación, Anna empezó a reír cómo hacía tiempo no hacía.

Siempre supo que lo suyo era el asfalto, las luces de neón los restaurantes caros, tenía que demostrar que pertenecía a la llamada élite de gerentes de empresas que son los que deciden cómo vender los productos para que su empresa tenga mayor rentabilidad.

Cuando llegó el día señalado, la invadió la incertidumbre, no se sentía segura de querer acudir a aquella cita que denominó “a ciegas”, pues curiosamente no recordaba ni el aspecto ni tan siquiera el rostro de aquel individuo.

Aquella mañana el amanecer ya había presagiado un día espléndido, el sol parecía querer lucir sus rayos dorados  quizás para ella con más atrevimiento que nunca, pues su luminosidad parecía clavarse con ardiente ahínco en sus brazos mientras caminaba hacia la cita. No supo el motivo por el cual se sentía pletórica, con una sensación placentera que le dio la impresión de que se había metido en cada poro de su piel, haciéndole vivir una rara y explosiva euforia desconocida hasta ese momento para ella.

Poco después el encuentro se produjo en una pequeña placita solitaria de la periferia, allí en un todoterreno la esperaba un hombre que parecía poco locuaz.

Después de montar en el vehículo, empezó a sentirse incómoda, arrepentida de haber tomado aquella precipitada decisión.

Habían rodado unos cuantos kilómetros, alejándose cada vez más de la población cuando el cielo empezó a cubrirse, unas terribles nubes grises se apoderaron del cielo construyendo un techo oscuro y amenazante. Anna se atreve a preguntar.

 ¿Estamos llegando? pero el hombre no parece haber oído la pregunta, sólo la mira mientras se encajaba los auriculares en las orejas.

Anna ya no se siente segura, deseaba salir cuanto antes de aquel coche que parecía asfixiarla, su acompañante no le hacía recordar para nada de quién podía ser su anfitrión.

 En un viraje brusco se desvían hacia un camino terroso, a unos kilómetros y después de un insufrible traqueteo de unos amortiguadores duros al fin, pudo divisar un llano donde  un helicóptero parecía esperarlos. A pie del aparato, tres personas la saludan, suben todos al helicóptero, este se pone en marcha.

Cuando la tarde empezaba a declinar, Anna se pone  alerta por si podía captar algo entre sus acompañantes, pues necesitaba tan sólo un gesto para al menos intuir de qué iba todo aquello. Tal vez espera una sonrisa que le pudiera dar una pista de tranquilidad a su desorientación, pero  no percibió nada, aquella gente parecía hipnotizada y ella había perdido la noción del tiempo. Poco después se dio cuenta de que no había probado bocado desde que salió de su apartamento.

Aquel cielo, al carecer de luna hizo que la noche fuera presa de una oscuridad tenebrosa, los relámpagos que parecían surgir de una lejana montaña se hicieron cómplices aumentando su desasosiego, pues con su resplandor nos cegaba a los ocupantes del aparato.

Ya llevábamos dos horas navegando por el centro de un cielo de las más altas oscuridades cuando el piloto por primera vez vuelve la vista hacia ella, sus miradas se cruzaron, esa mirada de aquel hombre a Anna le causo una impresión escalofriante, aun así se atrevió a preguntar ¿Dónde nos encontrábamos? El silencio fue la respuesta. De repente empezaron a descender para poco después aterrizar en un llano sembrado de maíz, descendimos los ocupantes, todos en silencio, mientras el helicóptero levanta el vuelo para minutos después desaparecer en el horizonte.

Anna se encuentra desolada cuando ante aquella situación recapacita y entonces cree saber pero demasiado tarde, el motivo por el cual había sido invitada a aquella cata.

Pero ¿qué motivos oscuros la indujeron a aceptar?

¿Era acaso una llamada urgente de su conciencia, que le pedía dejar de comercializar, con la salud de los consumidores?

Cuando Anna mira a su alrededor, se encontraban los tripulantes y ella en medio del campo bajo un techo enorme de nubes amenazantes, alguien en esos momentos con voz seca, ordena que recojan del suelo cada uno de ellos una mochila, estas se hallaban alineadas en el suelo como cuando los colegiales van de excursión. Todos obedientes cargamos con la mochila a la espalda, Anna sigue sin comprender de que va todo aquello, quiso creer que se trataba de una broma pesada. Aún no había logrado que ninguno de los “invitados” abriera la boca para decir algo aunque fuera una incongruencia, pues en esos más que nunca necesitaba saber cuál de ellos tenía acento gallego.

Alguien ordena que comiencen a caminar, entonces algo extraño se produce en el ambiente, pues Anna vio cómo todos incluso ella, comenzaron a andar dóciles como autómatas, adentrándonos por una estrecha senda flanqueada por arbustos punzantes, era tal la oscuridad reinante, que en su caminar sólo podía distinguir las siluetas difuminadas de sus compañeros de viaje.

Después de un largo trecho  caminando a ciegas, empezaba a clarear el día, fue cuando vio que estaba situada en la falda de una montaña, que en desigual simetría había unos escalones que en su cansina ascendencia parecían ser interminables; cuando llevaban escalado unos cien peldaños, Anna se siente desfallecer, su ritmo cardiaco se encontraba demasiado acelerado, se para unos segundos para aspirar aire, cuando de pronto se empezó a oír el chillido escalofriante de las hienas, que parecían salir de cada uno de aquellos peldaños, haciendo con su presencia que el ascenso a cada paso fuera más insoportable.



jueves, 11 de febrero de 2021

Cruz de los Caidos

CRUZ DE LOS CAIDOS

Porqué siempre he oído decir, que así es mi tierra, un pedazo de la alta Extremadura, que  según parece nunca se mueve, que siempre se muestra pasiva ante los avatares que le presentan sus gobernantes. Pero, no se puede olvidar un factor muy importante y es, que Cáceres está compuesto por dos ciudades en una, una de ellas es bella y cautivadora la llamada Ciudad Monumental, con sus calles adoquinadas, sus casonas pétreas, por lo cual es algo que nunca podrá envejecer porque está y siempre estuvo ahí. Ahora los dirigentes de turno nos quieren arrebatar algo que forma parte del Cáceres moderno, LA CUZ DE LOS CAIDOS, monumento a todos aquellos que cayeron en una guerra sin sentido, pero que a los que no vivimos esa crueldad, nos hace saber que ante Dios todos los que cayeron fueron hijos suyos por igual pues no hay color para un padre.

 Por lo tanto yo pienso, qué daño puede causar a una ciudad el que esta cruz sea un referente y punto de encuentro durante muchos años de los cacereños. Pues esta cruz, señores que quieren derribar, se muestra como un corazón que late en medio de la modernidad.

 Porque está y siempre estuvo ahí, vigilando con ese don que marca el señorío, que sabe  impregnar a toda una ciudad, que sabe guardar su antigüedad pero que a su vez es moderna, porque esas son nuestras raíces que si se cortan nos podemos marchitar, porque Cáceres está viva, somos muchos los que veneramos el solar donde hemos nacido, y aunque desprendamos hidalguía en esas raíces, nadie tiene el derecho de arrebatarnos algo que no hace daño a nadie, sólo está ahí recordándonos que la razón por la que se puso, es para recordarnos que nunca más se vuelva a repetir otra barbaridad semejante; porque Cáceres, sabe respetar lo que tiene, tampoco se puede olvidar que Cáceres es joven y bullicioso, que ya no espera su futuro glorioso, EN SILENCIO.

TERESA