domingo, 20 de diciembre de 2020

Libros.


Ya puedes descubrir las peripecias y aventuras de un cacereño que sale de su tierra para conseguir sus sueños de venganza.
UN AGENTE LLAMADO SCOTT,
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LIBROS


Y puedes entrar en los pensamientos y venganzas  de una joven que por azar  descubre lo que pasó en su tierra durante la II Guerra mundial.
TODO COMENZÓ EN MIELEC.
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jueves, 17 de diciembre de 2020

NAVIDAD 202O

Ya está aquí ese día tan soñado para  los católicos de todo el mundo, sabemos que este año es diferente, sobre todo para los que no podemos celebrarla con parte de nuestros seres queridos, esos hijos y nietos que tanta alegría aportan con tan solo su presencia, pero no vamos a caer en el pesimismo, no es tan dramático, pues los creyentes llevamos en nuestro corazón un amor tan grande que  nunca nos sentimos solos, pues traspasa fronteras y distancias, que es lo que nos acercan a algo tan hermoso que nadie nos puede arrebatar, que es la celebración de la Navidad,  pues ÉL  se encuentra entre nosotros, dándonos su aliento para que nadie desfallezca por la situación ante la contrariedad en la que nos encontramos por la pandemia y, otras cosas más.

Entonces yo me atrevo a decir, NIÑO DIOS quédate  con nosotros  y en agradecimiento te cantaremos un villancico para que con la flauta y el tamboril podamos bailar, y así celebrar tu nacimiento redentor.

Niño bonito no llores más, que a mí me aflige el verte llorar…

FELIZ NAVIDAD.




domingo, 6 de diciembre de 2020

ADIOS, 2020

 

¿Qué nos deparará cuando pasen estas Navidades?

Yo por lo tanto humildemente os recomiendo que aunque de aquí para atrás estas fiestas tan entrañables  y que siempre creímos eran iguales, y que ahora estamos comprobando que estábamos equivocados, pues siempre han sucedido cosas que quizás motivadas por la juventud las hemos obviados al carecer de importancia, pero este año que despedimos ha sido muy diferente a todos los que hemos vividos hasta ahora, pues el presente nos ha sumido en una soledad inesperada, tanto que no vamos a querer recordar, ya sé que el virus ha hecho estragos que se han unido otras situaciones adversas que han aparecido en nuestra convivencia sin que  ninguno de nosotros lo hayamos buscado. Espero que al decirle adiós a este nefasto año no nos falten para el próximo las ansias de amar,  porque para vivir, éstas deben quedar intactas.

Por lo tanto no nos queda otra que, pedir con todas nuestras fuerzas, que este NIÑO que nos mira  desde su cunita, que nos libre del posible mal que nos acecha, y que derrame su amor sobre nosotros, no sólo para salvarnos de las enfermedades si no de los demás peligros que también pueden ser mortales.

Yo te pido en el nombre de todos los puros de corazón, que nos des la fuerza necesaria, para que podamos estar todos unidos y,  que con esta unidad, hagamos que vuelva de nuevo las sonrisas a nuestras vidas.

Que el niño Jesús derrame su amor en nuestros corazones.   

 




martes, 1 de diciembre de 2020

El detective

 En cuanto se ve solo sale del escondrijo, mira por la rendija de la puerta, y ve como aquella vitrina que  pendía del techo y que momentos antes le había parecido sospechosa, ahora estaba siendo manipulada y,  pudo contemplar cómo bajaba para ser abierta, atónito contempla cómo el hombre que la manipulaba lo hacía con la pericia de un forzudo, dobla el cuerpo del que parecía ser un cadáver como si se tratara de un pelele, para meterlo sin dificultad dentro de aquella vitrina. De nuevo se dejó oír el ruido de la cadena que era  izada de nuevo, para volver a ser colocada en su sitio.

Después de haber observado aquella maniobra Víctor vuelve a su escondite, entonces uno de aquellos hombres desaparece ante sus ojos en la oscuridad y, el que parecía haber ganado  en aquella contienda se queda, y ve cómo saca de debajo de su gabán un cilindro, y que abriendo el cajón con una ganzúa, hace un cambio, llevándose consigo el que se encontraba metido en el cajón.

 Víctor nunca se creyó un cobarde, pero supo que, estaba metido en algo que en su contrato le habían ocultado. Mientras ve impotente como aquel hombre sale del despacho con total impunidad, con el cilindro bajo el brazo, no dejándose ver la cara al ocultarla tras una mascarilla quirúrgica, pero aquella figura a Víctor le pareció familiar. Entonces decide esperar el momento oportuno para salir de allí, ya se empezaba a notar movimiento en aquel palacio, Víctor decide serenarse, no podía perder la calma, tenía que pensar en la manera de salir de allí sin ser sospechoso, en aquella terrible espera cree volverse loco.

 ¿Qué es lo que estaba pasando allí?

Aquel despacho, en un momento le pareció, que se convertía el andén de una estación de metro, donde entraba y salía mucha gente. De nuevo aparece el guarda jurado, se acerca al cuadro que tenía de cabecera el administrador, lo descuelga, y coge lo que parecía un lienzo enrollado que se encontraba en el dorso del cuadro; al cogerlo, lo extiende cuidadosamente, encima de la mesa para meterlo en un tubo que parecía de plástico. Poco después sale tranquilamente del despacho con aquel tubo bajo el brazo. Víctor, tenía que salir de allí cuanto antes, pues  ya se oían los susurros de las mujeres de la limpieza que empezaban su tarea diaria, sale de su escondrijo antes que una de aquellas limpiadoras entrara, cuando baja las escaleras saluda a una de las mujeres que limpiaba la alfombra con un aspirador, le da los buenos días, y tranquilamente se dirige a la puerta de salida.

Cuando Víctor llega a su modesto despacho, mira con orgullo la placa de bronce que rezaba Detective Privado. Suena el teléfono, al otro lado una voz cálida; le dice, has conseguido hacer bien mi encargo…El movimiento del reloj que pende de la pared, de aquel humilde despacho, parecía haber sido manipulado, pues le pareció que estaba falseando la hora; y metiendo la mano en el pantalón, saca aquel papel que por descuido del administrador cayó al suelo al encontrarse metido en aquel cilindro.

 Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Víctor, mientras se decía para sí, nunca pensaste que  con un detective de poca monta, es difícil jugar al juego de las mentiras; se sienta en su sillón y balancea una de sus piernas que indolente había puesto en el apoyabrazos del sillón, sabía que había descubierto algo importante, aunque la silueta de aquel “hombre” en la penumbra llevara con gran elegancia un sombrero de campana y una mascarilla quirúrgica, sin sospechar que en un descuido había dejado  asomar levemente su melena morena y brillante; creyéndose  que podía despreciar la sagacidad del detective, pero, Víctor también sonríe al pensar que ella ignoraba que la tenía  en sus manos, pues, aquella cinta del sombrero, que él creyó ver en la oscuridad, era una de esas cintas que cierran los papiros,  y que  fortuitamente había caído al suelo justo al lado del  cilindro, que, poco después él recogió . Pues ella ignoraba que aquella cinta de su sombrero era la clave para desenmascarar, sin embargo ella no le dio a este detalle  la más mínima  importante, ignorando de que él tenía con esa cinta la prueba de que ella había estado allí,  por lo tanto la tenía en sus manos, sobre todo por que la delataba como ser la instigadora de aquellos robos.

Aquella mujer que lo había contratado, quizás quiso que él fuera testigo de aquella pantomima; aquella mujer poco después, hablando con Víctor parecía tranquila, por el tono de su voz se creía triunfadora, porque desconocía que aquel “pobre” detective había descubierto su trama, y la tenía atada de pies y manos.

FINAL

 

 

 

  

 




domingo, 22 de noviembre de 2020

Eldetective 2º parte

 La noche, le estaba pareciendo mucho más corta que de costumbre; no obstante, mira de nuevo hacia el techo, aquel nuevo elemento que había aparecido colgado ante sus ojos, llegó a ponerlo nervioso, y si era…entonces tuvo el impulso de encaramarse al armario de acero para poder ver más de cerca de qué se trataba y qué función desempeñaba  aquella inesperada y rara vitrina. De repente empezó a sentir un miedo que no sabía cómo dominarlo.

Ya parecían asomarse los primeros albores del día, tenía que terminar su trabajo antes que los cristales de las vidrieras inundaran de color aquella sala. Por su olfato de detective, supo que se encontraba sólo, y eso le satisfizo. Sorpresivamente, le pareció que el trabajo le estaba resultando quizás demasiado fácil; entra en aquella habitación, que en su plano rezaba como el despacho del administrador, la puerta se encontraba entreabierta, una vez dentro se mueve con mucha precaución, en esta sala todo se mantenía en la más absoluta oscuridad, cuando decide encender la linterna, se oye algo que le alarma, esto hace que tenga que buscar un escondite a ciegas, palpando logra meterse bajo una mesa. Desde aquel ridículo escondite, ve entrar a un guarda jurado seguido por el que supuso podía ser el administrador, que por su aspecto desaliñado y su mal humor dedujo le habían fastidiado algo de lo que estaba disfrutando y, que precisamente no venía de un sitio muy recomendable.

Desde su escondrijo, pudo oír para su sorpresa, cómo el administrador le decía al guarda con voz cascada ¿estás seguro que no ha entrado nadie aquí?, el hombre pareció encogerse, desapareciendo por unos instantes aquella apariencia de hombre duro ante aquella pregunta inesperada. El administrador, cada vez más contrariado, arremete contra el guarda jurado ¿sabías acaso, que aquí tú prioridad es mantener este despacho fuera de cualquier ojo que no sea el mío? y, como si lo único que le importara fuera su despacho, en dos zancadas, se planta ante un cuadro que presidía la pared, Víctor desde su escondrijo pudo ver cuando el cuadro fue alumbrado por la linterna que portaba el guarda, entonces fue cuando pudo observar de que aquel cuadro era una muy mala copia del retrato del Papa Inocencio X, una sonrisa casi le hace toser, al pensar que sí lo viera Velázquez seguro que le hubiera dado un soponcio.

El hombre que supuso Víctor era el administrador pulsa un botón, el cuadro se abre cómo si fuera la hoja de un libro, mira la pared, para su sorpresa allí no había nada parecido a  ninguna caja fuerte, estaba seguro al encontrarse demasiado cerca, pero sí  pudo ver con total claridad, que lo que allí se guardaba, eran algunos lienzos que parecían estar pegados en el dorso de aquel cuadro, que, por cierto, de nuevo, le da la risa, ante la contemplación de aquella pintura esperpéntica, sobre todo por encontrarse en aquel santuario de perfección y belleza. El administrador, mientras manipula el cuadro, se afloja la bufanda que parecía asfixiarlo

La incomodidad por la postura que había tenido que adoptar bajo la mesa, Víctor  sintió un tirón en uno de los músculos de la pierna, que hizo, que al chocar el pie con la madera, ésta crujiera. Ninguno de los dos hombres oyó aquel ruido al encontrarse abstraídos en comprobar si seguían allí aquellos lienzos que desde hacía cinco meses estaban allí camuflados para, que supuestamente Victos hiciera el cambiazo en el momento oportuno, y que seguramente estaría previsto vender en el mercado negro.

 Con tan sólo una ojeada, el administrador, supo, que todo se encontraba un perfecto orden, porque tras aquel horrible cuadro se escondía, una obra de verdadero arte.

Salen los dos hombres de aquel despacho, el administrador, habla algo entre dientes, el guarda jurado, le sigue sumiso. Víctor, no pudo oír lo que susurraron los hombres, pero sí estaba seguro de que después de estar allí tenía que averiguar lo que aquellos dos hombres se llevaban entre manos. Cinco minutos después y una vez seguro de encontrarse solo sale del escondite; de nuevo se oyen pasos que parecían acercarse al despacho, no tiene tiempo de volver a meterse bajo la mesa, en la penumbra, descubre en una esquina una columna de mármol que sostiene un busto de Napoleón; se pega a la pared para poder ponerse tras ella, y allí estuvo escondido casi sin respirar esperando a que aquellos pasos no entraran en aquel despacho.

En la espera angustiada, nota que algo se desliza por su cabeza, para segundos después, pararse en su cuello, que le hace distraerse unos segundos, sin darse cuenta, que los pasos que antes había escuchado, ya estaban dentro del despacho; por lo tanto tenía que seguir inmóvil escondido tras la columna, sabía que no podía quedarse a descubierto.

 Víctor se había comprometido a sí, mismo, y desde ese mismo instante, que tenía que desenmascarar lo que estaba pasando en aquel palacio. Poco después, y cuando estaba a punto de salir de su escondite, de nuevo entra el administrador, esta vez estaba sólo, en sus manos, llevaba un cilindro o rulo de papel que parecía un manuscrito; abre uno de los cajones de la mesa de despacho que se encontraba cerrado con llave, y precipitadamente deposita allí aquel rollo de papel, en sus prisas ignoró que dentro de aquel cilindro había  otro más pequeño que cayó al suelo.

Víctor cuando estaba a punto de dar un brinco al notar en su cuello, algo que le pareció podía ser un bicho que le andaba por la cabeza, pues notó que tenía más de dos patas, entonces creyó  que se trataba de una  araña de esas que suelen estar entre los cajones de madera donde se guardan los lienzos que nunca son revisados por los expertos y que esperan encerrados a que les llegue su momento de gloria.

 De pronto suena el teléfono, el administrador, lo descuelga para volver a colgar sin decir una sola palabra. Cuando el administrador se acerca a la puerta para salir, aparece otro hombre, que lo empuja hacia dentro, una vez los dos hombres dentro, el que fue el último en llegar, echa una mirada circular por aquel despacho, Víctor expectante mira la escena, pero ignora qué es lo que van a hacer aquellos hombres,  pues algo raro pasaba porque ninguno de los dos intentó pulsar el interruptor de la luz, uno de ellos encienden una linterna que saca del bolsillo del pantalón, pero daba poca  luz, no obstante sus siluetas reflejadas por la claridad que entraba por una de las vidrieras que daban a la plaza que hizo que  Víctor viera sus manejos, pues desde su escondrijo pudo apreciar cómo los dos hombres se miraban cara, a cara, entre los dos parecía haber un odio que traspasaba los límites de la oscuridad. En unos segundos, Víctor, dejó de percibir la silueta del administrador, seguidamente aquella linterna se apagó, no pudiendo oír nada, pero en un segundo un golpe seco que caía al suelo le hace sospechar lo que allí estaba pasando.

Inmediatamente aquel hombre sale del despacho arrastrando un cuerpo inerte que supuso era el del administrador, pero en aquel silencio aparece un tercer hombre, entonces, se oyó el chirrido de una cadena deslizarse por una polea.

Seguirá

 



sábado, 14 de noviembre de 2020

El detective

Víctor  hacía más de un mes que recorría la Piazza de Navona de Venecia en Roma: Desde fuera, cada día estudiaba la estructura de uno de los palacios que configuraban la plaza, poniendo especial atención en el llamado Capitolino, este es un palacio barroco, que era poco visitado por los turistas a pesar de estar declarado cómo museo.

Este palacio, se encontraba situado en la Vía del Corso, el cual había pertenecido aún príncipe del siglo XVII, cuyos descendientes y, aún a pesar de los años transcurridos se encontraba en un interminable litigio con el gobierno por la potestad y explotación de las obras de arte que allí se atesoraban y, que habían pertenecido a los descendientes  de aquel palacio.

Víctor, aquella noche había entrado en aquél palacio por un agujero inmundo,  después de haber recorrido parte del subsuelo  de la ciudad y pasar por malolientes alcantarillas que le hicieron dudar  de aquel trabajo ante los peligros que tenía el tener que  atravesar recodos traicioneros que suelen esconder fosas  insondables. 

Pero Víctor  llegó a la hora que había previsto. Estaba empezando a anochecer y el palacio se encontraba desierto. Después de haber escondido en el sótano la ropa que había usado en su recorrido; se viste con un mono de trabajo negro, minutos después llegaba  al punto exacto, donde estaba previsto tenía que encontrar las instrucciones a seguir.

Aún no había recobrado el dominio de sus nervios; pero a pesar de todos sus temores, ya se encontraba dentro de aquel palacio. Después de subir las escalinatas que conducen al piso principal; intenta situarse, en aquella casi oscuridad, pues se encontraba desorientado, las luces de emergencia  no daban para mucho, pero ese detalle ya lo había previsto; no era el momento de flaquear, tenía que mantenerse lúcido y con grandes dosis de astucia, hasta que sus ojos fueran adaptándose a la escasa luz. Ahora, tenía que confiar plenamente y sin dudas en el plano que previamente había confeccionado después de ojear archivos clandestinamente por el cual tuvo que hacer algún que otro soborno a los funcionarios que eran mal pagados.

El palacio como todos los del siglo XVII era complicado en lo a la arquitectura se refiere. Una vez dentro, sigue fielmente las instrucciones del plano, que va leyendo alumbrado con una diminuta linterna pero, para él enormemente eficaz.

 Se introduce en un salón que le hizo pensar que era de grandes dimensiones, y supuso que se encontraba en el sitio adecuado de lo que estaba buscando. Sus ojos, al poco tiempo de encontrarse allí, se adaptaron a la poca luz que desprendían unos pequeños ojos rojizos que salpicaban caprichosamente el techo.

De repente, encontró en la oscuridad y a la luz de su linterna surgidos como de un mundo de tinieblas, ante él se encontraba un hermoso sueño, la incredulidad le hizo dudar, no podía alejarse de su cometido por aquella belleza que tenía ante él, aunque las paredes de ese inmenso salón, se encontrara tapizado de cuadros con maravillosas pinturas;  ilumina con precaución con su linterna el entorno; ante sus ojos el primer cuadro que tiene ante él, estaba firmado por Haus Memling, entusiasmado, sigue alumbrando con su linterna, allí también había cuadros de Tiziano, Rubens, Tintoretto, Caravaggio; Víctor tiene que coger aire, sus pulmones, se encontraban escasos de oxígeno por la emoción, ahora empezaba a comprender el encargo que le habían hecho, pero no debía dejarse enredar, su misión era otra, aunque tampoco cuando le hicieron el encargo  le dijeron con exactitud qué era lo que en realidad tenía que investigar aunque ahora parecía que todo empezaba a encajar. Ante él se encontraba los más grandes maestros de la pintura de todos los tiempos. Aquel palacio, guardaba un gran tesoro.

Víctor, empieza a darse cuenta de lo arriesgado que empezaba a ser todo aquello; recorre la vista tras su linterna, y encuentra una puerta, a su lado un armario de acero, que parecía estar  estratégicamente previsto para algo concreto, y deduce que estaba cerca la puerta por donde tenía que entrar.

 Era la entrada al despacho del administrador y cuidador de todo el palacio; antes de entrar echó una mirada de desconfianza hacia una vitrina que colgaba del techo, esa vitrina, no estaba recogida  en su plano cuando le dieron el encargo; reacciona, no podía perder ni un segundo en cavilaciones, ya pensaría más tarde lo que tenía que hacer al respecto con aquella vitrina.

SIGUE




lunes, 9 de noviembre de 2020

Mis últimos libros

 Os recuerdo que se acaba de publicar mi última novela UN AGENTE LLAMADO SCOTT, en Amazon, también si lo deseáis podéis entrar en la página y leer la sinopsis de las dos novelas, TODO COMENZÓ EN MIELEC, dos novelas que no te dejaran impasibles.

Son novelas de  historia, intriga y magia y, que mejor que el  regalo de un libro para estas Navidades, que se nos presenta el tener que pasar mucho tiempo en casa.

Porque un libro te hace soñar con entrar a un mundo inimaginable, que hace que con la lectura, te sientas héroe o villano, os la recomiendo.

Y es de TERESA SÁNCHEZ ROMERO.

Solo en Amazon.

Gracias por vuestra atención no me falléis os quiero




viernes, 6 de noviembre de 2020

En honor a mi padre

Siempre tuve un especial interés por Garrovillas de Alconetar, quizás este interés me vino de cuando era pequeña, cuando un día y por casualidad, oí decir a mi padre  que había nacido en este lugar, pero nunca se me ocurrió preguntar  el motivo que tuvo la familia para que se trasladaran a vivir a la capital siendo Garrovillas un pueblo cargado de historia.

Pero ahora entiendo el señorío que emanaba de mi padre, pues todo aquel que lo conocía  le llamaba con respeto Señor Víctor.

Cuando más tarde supe la historia de este pueblo señorial, pues en muchas de sus fachadas se prodigan los blasones, y dónde también los Templarios tuvieron su morada, y supe  que esta zona de Cáceres se sufrió  una hambruna  producida por una devastadora sequía que afectó  a todos de manera desastrosa.

Una parte de esta población tuvo que emigrar; la familia de mi padre fue una de la que sufrió este revés, y optó por ubicarse en la capital, quizás nunca se mencionó  este hecho por haber pasado por esta penosa situación hasta que se adaptaran a esa nueva vida que les tocó vivir.

Y más tarde para mí sucedió algo inconcebible, pues la casualidad me llevó a conocer la tierra de mis ancestros, pues mis hijas me invitaron a conocer la Hospedería que había abierto sus puertas, aquel domingo nos encaminamos a Garrovillas para pasar una velada en familia. Recuerdo que aún no se habían realizado las reformas actuales.

Aquel día entraba por primera vez en aquella fortaleza—palacio, yo me dirigí hacia las amplias escaleras, anchas de granito, majestuosas, que conducen al piso noble, y recuerdo que cuando me encontraba subiendo las escaleras, algo se encendió en mi alma, pues me resultó difícil creer que aquel escenario me era familiar, mis hijas me observaban desde abajo, cuando vieron mi reacción y, bajé las escaleras brincando, y yo al mirarlas vi en sus miradas una mirada de complicidad, pues ellas habían sentido la misma sensación que yo.

Me atrevo a contar esta parte privada de mi historia, porque  acaba de llegar a mis manos  algo que para muchos puede llegar a ser insólito.

Empezaré por contar que hay intención por parte de La Junta extremeña el restaurar el convento de San Antonio de Padua, pero aquí  creo  que viene lo insólito, pues por el momento  esta  restauración  de una de las maravillas arquitectónicas de nuestro querido Garrovillas, se ha suspendido, porque según se dice, han aparecido dentro del convento “cosas raras”.

¿A qué se refieren como cosas “raras” acaso les aterra  saber que la muerte no existe, porque no desaparecemos? Por lo tanto estos seres que se supone se encuentran habitando estas ruinas y lugar de oración, estos SERES puede que no soporten  como su hábitat, una joya valiosa que se consienta dejar morir,  con  ese desprecio absoluto a todo lo bello, pues esas paredes medio derruidas, que no se olvide que aún respiran historia, una historia que nos pertenece a todos porque es necesario saber de dónde venimos para saber a dónde vamos.

Quizás es un rompecabezas que nos presenta la historia, al ser como siempre estos inmuebles pactos de la especulación al saber que se encuentran enterrados en estos lugares de culto, algunos de los personajes que en otros tiempos dieron esplendor a estos lugares.

El misterio, a lo desconocido, no suele gozar de credibilidad, sin embargo, no olvidemos que existen razones para creer  que hay enigmas que pueden llegar a tener visos de ser reales, aunque muchos de ellos se nos presenten  enmarañados  por las nieblas del olvido.

Y yo digo que Garrovillas de Alconetar es una joya que solo le falta quitarle el polvo para poder contemplar su pasado glorioso, y no hay que olvidar que aún tiene vida.




domingo, 18 de octubre de 2020

Vivencias

 Alguien pronunció su nombre, Cohen, que al oír su nombre anciano se puso a temblar, yo me acerqué para tranquilizarlo, mientras un grupo de inquisidores pasaba junto a nosotros, miro a mi alrededor como si aquella plaza la viera por primera vez, entonces, descubro una bella torre de estilo gótico cubierta de hiedra, destacando en ella un impresionante matacán sostenido por nueve ménsulas, me quedo extasiada, adornando esta edificación única en su fachada se encuentran dos ventanas góticas arqueadas y divididas  mediante columnas o pilastrillas.

Un gorjeo, hizo que mirara hacia el muro que se encontraba pegado a la pared de este matacán, entonces descubrí un precioso Pavo Real que con su cola desplegada parecía llamar la atención de su pareja, éste ave se encontraba junto a la Torre que pertenece a la casa de los Sande, familia con linaje.

Tampoco calculé la hora ni el tiempo que pasó desde que salí de mi casa cuando decidí pasear por esta ciudad, solo sé que ahora mis ojos se posan en el palacio de los Golfines de arriba, en cuya fachada se pueden apreciar dos blasones que nos cuentan que ellos los Golfines la construyeron, y en el que se encuentra en la fachada y  a nuestra derecha según miré vi que existe un blasón que pertenece a los borbones, pero el de la izquierda era de los Golfin, siendo las armas de la casa de Cerda, descendientes de la primogénita Casa Real de Castilla.

Sigo mirando, mi curiosidad me hace osada y mi cabeza comenzó a recordar las clases de historia que se impartían en el colegio, y disfruté regresando a mi pasado.

Esta casa fue construida  por los Cerda y los García Golfin, primero la concibieron cómo una casa fuerte que luego más tarde se amplió adosando los inmuebles de su alrededor.

 Después de haber estudiado la fachada pensé y, según mi criterio  deduje  que era excesivamente decimonónica con aires pseudoclásista; en la pared no observé ningún arco que destacase de forma especial, pero a mí siempre me pareció que esta fortaleza guardaba un delicioso sabor medievo, porque si se mira a su alrededor se  pueden ver algunos de los mejores ajimeces, que son ventanas—balcón o mirador cerrado con celosía donde sin ser vistas las damas de la casa podían asomarse, llegando a ser de esta manera, testigos desde la clandestinidad de amores imposibles, que es lo que hace al hombre ser fiero o manso.

Entonces no quise perderme aquel entorno, miro  buscando las cuatro torres que fueron en su inicio las que protegían la fortaleza, pero me llama poderosamente la atención, solo  una, la que se encuentra  en el centro del edificio, llamada del  homenaje, que no todas las  fortalezas suelen tener, pues ésta  fue  especialmente  salvada  de ser desmochada en virtud de una real orden concedida por Fernando el Católico.

Desconocía las horas que llevaba caminando, estoy cansada, me encontraba en medio de una incipiente oscuridad, parada, y sin fuerzas para seguir, enfilo la calle de los Condes frente al palacio de los Golfines de Arriba, un jaleo de repiques de campanas que comenzaron a tocar me sobresaltan, pues parecían disputarse el convento y la iglesia de San Mateos la hora que convocaba a la oración, pero por más que miraba y escudriñaba las estrechas callejuelas, yo no veía a ningún feligrés que acudiera a esa llamada,  solo sé que me palpitaban las sienes con tanta algarabía, que un dolor inmenso parecía taladrar mis oídos.

De pronto vi salir  del palacio de los Golfines  una señora con aspecto de gran dama, a su lado se encontraba un hombre vestido ampulosamente, sus calzas eran de gamuza, herreruelo de raso negro de tafetán acuchillado y capota de gorgorán, desde luego la indumentaria me llamó la atención. Nada más salir a la calle aquel caballero se separó de la señora, yo, noté que la señora  conducía su mirada con interés hacia donde mi vista se perdía; muy amablemente se dirigió a mí, ¿Tanto  le gusta esta torre? Yo la miré un tanto desconcertada por aquella pregunta que no esperada, que era la del despiste  como tengo por costumbre cuando me encuentro contemplando algo que hacía que acaparada toda mi atención.

 Mi cabeza en esos momentos, se encontraba haciendo conjeturas de cómo, habían podido proteger de las insidias  del tiempo todo aquel  patrimonio, testimonio del pasado, intacto.

En esos momentos me sentí diminuta, necesitaba desaparecer, las pisadas de dos ancianas me hacen despertar de mí ensoñación, ante mis ojos aparecieron con vestimenta  enlutada desde el pañolo a las colondras, parecían dirigirse a la iglesia a su paso quedaron el fragante olor a orines, tras ellas un villano rijoso cejas muy juntas y barba facinerosa las seguía pero sus intenciones fueron fallidas al verme a la puerta de este palacio, en compañía de una ilustre dama.

De pronto una voz me sobresaltó ¿Le apetecería ver la torre por dentro?

 Me quedé mirándola, no podía creer que estuviera invitándome a visitar una de las estancias de su casa, pero, no obstante, yo la seguí y, me vi subiendo junto a ella las escalinatas que conducen  hacia el piso principal, a su lado me sentía conmocionada, mientras tanto ella daba vueltas a una sortija que llevaba en su dedo corazón, parecía indecisa sobre algo que intentaba querer preguntarme, yo la miraba porque no encontraba palabras para agradecerle su gesto, entonces ella rompiendo mi mutismo me comunicó que el palacio constaba de seis patios, todos ellos rodeados con las características columnas de las casa griegas helenísticas  y de la época greco-romana.

Las sombras de la noche comenzaron a apoderarse de las callejuelas que parecían túneles tenebrosos donde no hay luz que ilumine el final.

Entonces la señora –dijo-si te parece bien vamos a entrar en la torre que tanto veo que te ha llamado la atención, esta torre  es llamada del Homenaje (bueno creo que sabes el porqué de esa distinción) esta torre alberga una especial capilla que  muchos  cacereños  ignoran  su existencia por hallarse en una propiedad que aún se encuentra habitada.

Una vez dentro de la capilla, me pareció pequeña y evocadora, no pude expresar lo que mi corazón sintió, entonces miré hacia el techo, y descubrí que su cubierta era una atractiva bóveda de crucería.

Poco después y con la emoción a cuestas, me encontré de nuevo en la calle, no sin antes despedirme de esta señora con agradecimiento, pero, al llegar al portal y antes de que me diera cuenta la señora había desaparecido de mi vista, entonces supe, que existe un espacio de tiempo en la vida en el cual y en un instante lo que contemplamos se puede convertir en algo mágico, en algo que puede llegar a ser muy especial.

La luna comenzó a iluminar con rayos punzantes a aquel recinto que parecía hechizado, haciendo con su fulgor  que la vida se detuviera, los animales  diurnos, empezaron a aparecer haciéndose los dueños de la noche magnificando las sombras, distorsionando los volúmenes, impregnando en su tarea,  a la ciudad, en un halo de misterio que hace que nuestras pupilas se dilaten y nuestros sentidos se agudicen. 

Entonces supe y sin lugar a dudas de que estas casonas fortalezas, guardaban dentro de su seno unas joyas de incalculable valor  arquitectónico, sin olvidar que en sus entrañas reposan las aguas oscuras y tranquilas de los Aljibes que alimentaban con sus aguas a sus moradores.

Pero y las fachadas… mi ojos se agrandaron, este nuevo descubrimiento hizo que se produjera en mi cabeza un terrible estallido que llegó a conmocionarme, las fachadas de los palacios eran diferentes a cómo yo las había conocido de niña, pues lucían colores que jamás creí existieran en esta ciudad, mi mirada parecía enloquecer al contemplar semejante cromatismo, ante mi, cada palacio lucía en sus fachadas un color diferente, unos destacaban el color ocre, mientras otros que se encontraban en la misma calle  brillaban con blancura nívea, también se encontraba el color albero.

  No salía de mí asombro entonces asomé la cabeza a un zaguán, la verdad es que no sabía que buscaba, lo único que sabía era que mi mente necesitaba descansar.

 Poco después  entro en uno de los zaguanes y para mi asombro, descubro, que en la pared incrustada, se encontraba un escudo policromado con las armas del dueño de la casa.

Salgo conmocionada, necesitaba saber si los demás palacios también tenían su propio escudo esculpido en aquel maravilloso policromado.

¿En qué siglo me encontraba?

Me toco los brazos, estoy viva.

¿Dónde se encontraba la piedra palpitante y envejecida que me hacía soñar?

Pero una voz del pasado me dijo, debes pensar que en la época en la que viviste tu niñez, estos palacios ya  no se necesitan cal para desinfectar las fachadas, pues ya no existe la peste: aquello ya pasó.

¿Acaso la piedra no te parece que es mucho más elegante que la cal?

 De nuevo comenzaron a sonar las campanas, yo aturdida ante tantas ensoñaciones deambulé  por una de las muchas y estrellas callejuelas entre escudos nobiliarios y torreones casi derruidos aún sin recuperarse de la herida de haber sido desmochados.

Me sentía azorada, por donde pasaba en esos momentos, allí mismo,  se habían compartido tantas aventuras y desdichas que no se podían decir de que hubieran sido resueltas, pues entre esos  muros de piedra gris que oprimen las estrechas calles, se nota, se palpa en el ambiente todos aquellos conflictos que vivieron sus vecinos. Que sin dudas fueron descabellados, pero, que  aún siguen patente esa añoranza en todo aquel que se encuentra atrapado por el encantamiento, eso sí, si sabe saborearlo.

Un ruido de hierro, me sobresaltó, pues con el vertiginoso giro de sus ruedas, estas con su traqueteo parecían limar los cantos del pavimento, miré para guarecerme en algún portal, entonces mi vista se topó con un carromato entoldado y dos hombres forzudos sentados en el pescante, uno de ellos con la fusta pegaba sin piedad  a los caballos que subían la cuesta sin resuello, una voz, que creí oír que salía de debajo del entoldado, que decía a gritos, muerte a los judíos, cuando se alejaron seguían gritando como posesos.

De repente tengo una visión que me hace temblar, me miro y no me reconozco, mis ropajes pertenecen a otra época que no es la mía, una señora vestida de negro parece custodiarme, creo que me dirijo a la iglesia, pues las campanas repicaban hasta taladrar mis tímpanos.

¿Acaso estaba viviendo un sueño, una realidad?

Al salir de misa y, en la misma plazoleta de San Mateos, parecía estar reunida toda la nobleza, las damas vestían con ricas vestiduras, los caballeros engalanados con grandes sombreros de ala ancha, la fachada de la iglesia de San Mateos se encontraba adornada con grandes colgaduras  y escudos representativos de las grandes familias.

Entonces en uno de mis escasos descuidos, me perdí el motivo por el cual dos nobles caballeros se enzarzaban en una refriega cuerpo a cuerpo donde todos los allí presentes parecían desear  derrotar al que creían eran sus enemigos. Sin dudas era una lucha  por la supremacía y el poder del territorio.

No tardé en saber el motivo de aquella algarabía, pues no era otra cosa que un concejo que se enfrentaba a consecuencia de sus banderías nobiliarias, que eran las provocadoras de estos graves altercados.

En este punto me paro a reflexionar, pues lo que creí estaba viviendo me lo contó la reina Isabel la llamada Católica, una tarde de ensoñación.

Vuelvo a la realidad y me encuentro sentada en el poyete que remata la fachada de la Iglesia de Santiago, situada en el extramuros siendo la más antigua de la ciudad, frente a mí el palacio de Godoy de grandes dimensiones donde tantos cacereños vinieron al mundo, me quedo mirándolo, era tan hermoso con su balcón esquinado, tuve un sentimiento de pena, porque el que vio en su seno nacer vidas, ahora con el mismo desapego con que en algunas ocasiones se trata a los mayores, al parecer este palacio se encuentra olvidado, se está dejando morir, después de haber sido uno de los inmuebles de extramuros con más historia.  

Por esta razón y por muchas más quiero rendir mi humilde homenaje a este pasado que sin lugar a dudas hicieron de Cáceres una ciudad que fue, es, y seguirá siendo. Una joya de un valor incalculable para la cultura.

FINAL

                             

 




viernes, 9 de octubre de 2020

Vivencias

No entiendo cómo pudo pasar, pero de pronto y, sin más  me vi en la Plaza de San Mateos, Que, ante mí asombro y en mi cabeza algo hizo que aquel ambiente en el que me encontraba se fue convirtiendo en un  murmullo donde pude escuchar voces de tiempos remotos, yo, en esos momentos creí estar contemplando  la actuación de un mago que se recrea en sacar a la luz las vidas  de personajes pertenecientes a la ficción. Entonces y mientras escuchaba saqué la conclusión de  que tal vez, aquellas voces discordantes podían ser la consecuencia de las disputas que con frecuencia solían mantener los vecinos  por conseguir el dominio absoluto de este territorio llegando a veces incluso a matarse por tan solo… pero quizás estas disputas no eran solo para que pudieran  disipar sus miedos eran solo por el temor de que le pudieran arrebatar sus Mayorazgos.

De repente tras de mí alguien me habla, pero no veo a nadie a mí alrededor, pero aquella voz insiste, parece insistir en que obedezca, pues me decía pase Huesa merced, pero yo no podía entrar por aquella extraña puerta, ni tampoco era yo una merced, miro extrañada a mi alrededor, no conocía a nadie, pero, al mirar de frente pude apreciar que una mujer de aspecto regio me miraba desde el fondo de un salón de paredes enteladas y piso alfombrado que hacían confortable la estancia, aquella dama  era joven, vestía una túnica bordada con hilos de oro, se encontraba sentada en un balancín, mientras me hacía gestos muy expresivos y hospitalarios con la mano, diciéndome entra, una vez a su lado, con voz armoniosa me dijo, ya sé que eres un pozo sin fondo de curiosidad.

Yo me quedé sin palabras, pero entré, sin dudas algo cohibida, y cuando me encontraba a un palmo de la dama ésta me hizo una pregunta que no supe contestar al  encontrarme en esos momentos aturdida, no obstante mi intuición creía saber de quien se trataba, pero mi raciocinio no lo admitía.

No entiendo el por qué se ha resistido a entrar, aunque puede que  imponga el saber que has entrado en mis aposentos---yo ni me atrevía a mirarla a pesar de aquel ambiente cálido---

¿Qué es lo que creías poder encontrar tras entre estos muros?

¿Buscabas algo en concreto?

De pronto se escucharon plañidos y gimoteos desgarradores que llenaron de ruido el palacio, la dama, apretó los puños, pero su rostro se encontraba  impasible, parecía sufrir mucho escuchando aquella balumba de lloros, que sin remedio se le clavaban como garfios en su corazón.

Y yo en esos momentos solo pude decir, quiero saber la verdadera historia.

¿Qué es para ti la verdadera historia?

Ahora la dama parecía disfrutar ante mí, pues yo una cacereña era en esos momentos solo era uno de sus súbditos que se encontraba ante ella indeciso.

Aquella gran dama, por un instante pareció que se desposeía de su grandeza al mirarme complacida, pero, no podía disimular que poseía autoridad.

Yo noté como si al mirarme estuviera sumida en una porfía, pues se translucía en su semblante, también me dio la impresión que su mente se encontraba inmersa en una pugna de alguien que se resiste a fracasar ante una decisión importante.

Los lloros no cesaban.

Yo me encontraba, aturdida.

Entonces—dije—en uno de esos impulsos que me caracterizan.

No entiendo el por qué tienen que ser expulsados los judíos y los moros de esta ciudad si siempre han formado parte de esta comunidad.

La gran dama, siguió sin alterar  ni un solo músculo de su cara, y sin apenas moverse me dijo.

¿Acaso has creído que la historia de un pueblo se escribe con ñoñeces?

Esta respuesta me pareció de su altura, pues estaba diciendo la verdad.

Poco después, pareció olvidar el tema de las expulsiones.

La dama en su mirada parecía esperar que le dijese otro motivo importante  por el que me hubiera visto inducida a encontrarme ante ella, y yo seguía manteniendo mi boca cerrada, con mi mutismo, el rostro de la dama pareció dar muestras de irritación, pero ésta irritación  parecía menor que su intriga. Y mirándome a los ojos –me dijo--entonces tal vez la razón de tu presencia tenga yo que averiguarlo.

 No tema, me dijo seguidamente, es mi forma de distinguirla con mi afecto. Yo seguía en el limbo.

Mientras ella siguió diciéndome, todo el mundo sabe que va para un mes que me encuentro en Cáceres, bueno aquí en esta ciudad he tenido toda clase de problemas al encontrarnos cerca de Portugal, pero esa es otra historia.

 Pues debes saber que he tenido que enfrentarme y, aún a mí pesar con los nobles residentes en esta ciudad, que por cierto, si no llego a venir se hubieran matados unos y otros, nada, tan solo por poseer más de lo que ya se les ha otorgado, pero yo les he dejado en calzones—dijo con una mueca muy significativa de triunfo—ya no pueden guerrear desde sus torreones, pues he dado orden de que las desmochen desde ahora se tendrán que mirar a la cara cuando quieran luchar; también te comunico que acabo de terminar de bordar un pendón que espero luzcáis en ocasiones especiales para que se sepa que estuve aquí  en Cáceres hospedada en este palacio por sus mercedes los Golfines de abajo, desde donde he sabido como siempre imponer mi soberanía.

Era tan amable el tono de sus palabras que creí podía relajarme, entonces más calmada pude apreciar que quizás fuera cierto lo que se decía de su aspecto personal que sin duda era despreocupado pues le denunciaba su olor corporal que tenía mucho que desear; entonces pensé en la época, y por supuesto la disculpé, después de todo era una mujer de estado no una muñeca de salón dispuesta solo para el baile, entonces fue cuando intuí  que podía llegar a ser la reina sin dudas, más poderosa de España.

De pronto me sentí mareada, al terminar aquella conversación  no sé cómo pude bajar las escalinatas del palacio que se encontraban  tapadas con una alfombra hecha para la ocasión, cuando llego al peristilo de ese estilo mitad cacereño mitad romano con sus bellas columnas; traspaso la puerta enrejada que guarda el zaguán, cuando una voz autoritaria hizo que me parara en seco, era la  voz de la Reina Isabel de Castilla y de Aragón por su matrimonio con Fernando. En esos momentos me decía con solemnidad, haz saber a todos los cacereños que no olviden,  que yo,  Isabel llamada La Católica, estuve aquí para sembrar la paz entre los nobles.

Una vez en la calle, sin saber qué hacer, me paro a contemplar la fachada de aquel palacio, confusa, bajo la cabeza, para inmediatamente mirar de nuevo hacia la fachada, era la misma de siempre, pero…

 ¿En qué siglo me encontraba viviendo? Me froto los ojos, no podía ser cierto.

Miro de nuevo hacia arriba y sonrío, la verdad es que es uno de los palacios  más bonitos de la cuidad, entonces posé mis ojos en la torre cuadrada que da  justo a  la esquina de la cuesta del Marques, que conserva  un enorme matacán que se encuentra sujeto por tres ménsulas, sigo sin saber qué me estaba pasando, allí inmutable se podía apreciar con deleite una de las mejores labores más bellas y pétreas de bolillos que puedan rematar un edificio, en realidad se presentaba el remate de aquel palacio como  una increíble crestería  de estilo plateresco, que hasta ese momento y,  cuando me encontraba contemplándola  embobada, descubrí que en  sus encajes  se asomaban figuras de fantásticos animales como los que solían hacer los plateros del momento.

Había empezado a anochecer en la plaza había una escasa y claudicante luz que avanzaban lentamente filtrándose por las estrechas calles perfilando con su sombra los palacios de Mayoralgo, y Episcopal, entre ellos se podían apreciar unas sombras alargadas y delgadísimas que como agujas parecían querer pinchar la cúpula del campanario de la Con-Catedral, no sé cómo, pero de repente me encontré sentada en el poyete que cómo zócalo remata la fachada de la Con- Catedral.

Me fue imposible recordar el tiempo que estuve en esta contemplación, pues no aprecie que un anciano se había sentado a mi lado, en su tez morena destacaban surcos cómo hendiduras, que al ser estas  tan marcadas desfiguraban su cara, su aspecto era de amargura.

Continuará




lunes, 28 de septiembre de 2020

Vivencias 3º


Y así fue y, no hace muchos días entré con un grupo turístico como oyente donde un historiador, hablaba sobre el solar del palacio del Mono, dándonos una magistral clase de historia. El patio era diferente a lo que me había imaginado, creo que me impresionó su pétrea austeridad, en la barandilla de las escaleras, como remate del pasamano, se encontraba un mono encaramado y atado a un cordel, la mirada de aquel primate me sobrecogió, más tarde supe la historia de los moradores de aquella casa, que me hizo suponer debió ser aterradora.

 Pero ese detalle lo dejo para los guías, que saben hacer bien su trabajo.

A la salida, de este palacio, me puse frente a él para mirar mejor la fachada, ante mis ojos atónitos, pude apreciar unas esperpénticas gárgolas que penden del tejado amenazadoras, agudizo la vista, y una de ellas representaba a una mujer doliente, no me gusta, --pensé-- no deseo volver a mirar, pero como siempre la curiosidad de nuevo me domina y descubro que, también están representados en diferentes gárgolas un anciano y un joven, y entonces supuse que podían ser los personajes que protagonizaron  la historia que encerraba esta casona, y supuse que tenía tintes de haber sido tétrica y oscura, tanto que se me antojaba pudiera haber sido semejante a la de aquel primate que desde su sitio privilegiado parecía seguir  vigilando al intruso que osara entrar en la casa y, como era de esperar presidiendo la fachada se encuentra el escudo familiar flanqueado por dos leones.

Vuelvo a mis vivencias, paso la calle de los Condes, que parece presidir la calle su amplia fachada de casa fortaleza llamada palacio de los Golfines de Arriba, la dejo a un lado, ni siquiera la miro, porque temo que  vuelva a llegar otro día tarde al colegio y la hermana portera, que la tenía mosqueada con mis retrasos, podía llamar a mi madre para que me echase una buena reprimenda.

Ya soy una mujer adulta y, de nuevo me encuentro como otras tantas veces parada en una esquina de la calle ancha, frente a mí, el palacio del Comendador de Alcuescar, impresionante fortaleza.

 Aquí voy a hacer un inciso.

 Esto, que cuento, pasó cuando en uno de mis juegos y junto con mis amigas de colegio, entramos en los palacios para jugar al escondite, aquella tarde, nos colamos en el palacio del Comendador de Alcuercar muy decididas, entramos,  a la izquierda del zaguán se encontraban las escaleras con su balaustrada de piedra, encontrándonos en la casi penumbra, frente el patio señorial, que con sus enormes macetas restaban claridad a las escaleras; pero ese detalle nos pareció en esos momentos que era perfecto para nuestros juegos haciéndolo más misterioso, en el fondo de las escaleras y en una de sus esquinas, se encontraba una lustrosa armadura de tamaño natural que tapaba  la cabeza con un yelmo, dando la sensación de que no quería que le viésemos la  cara; yo que parecía ser la más osada del grupo, me puse tras la armadura para esconderme, pero una voz  como un trueno, hizo que todas mis amigas de juegos salieran corriendo menos yo, pues una de las cintas de mis trenzas se enganchó en algún saliente de la armadura, fue tan fuerte el impacto que sintió mi corazón, que me quedé petrificada, pues creí que aquel guerrero me había atrapado con  garras de acero, el guarda de la casa me liberó; no volviendo a entrar hasta que este colosal palacio se convirtió en un elegante Parador Nacional.

Sigo caminando, como dispongo de tiempo libre mis pasos son lentos cuando enfilo la calle Ancha, indolente ante mis evocaciones, apoyo mi espalda en la pared bajo la luz mortecina de un farol de esta ciudad que sin dudas para mí, sigue siendo fascinante, y nada más apoyar mi espalda en la pétrea pared, sentí en mi espalda un hormigueo, doy un paso hacia delante pero  mi cuerpo sigue pegado a la pared, de pronto siento que traspaso la dura piedra empezando a notar cómo en mi cabeza empezaban a bullir algo sobre las querellas que eran propiciadas por las intrigas de los antiguos moradores.

Seguirá




domingo, 20 de septiembre de 2020

Hola amigos os recuerdo que tengo una nueva novela en Amazon que seguro os gustará en de espias, con mucha imaginación que hara que paseis un rato de ocio delicioso, no lo olvideis, UN AGENTE LLAMADO SCOTT Y TODO COMENZÓ EN MIELEC. Siempre a vuestra disposición, pues sólo deseo haceros felices.





Vivencias 2ª Parte


 El itinerario que hacía cada día dentro del calendario escolar hasta llegar a mi destino, era para mí como si me adentrase en otro mundo, un mundo diferente, tanto, que a veces creía encontrarme inmersa en un enorme museo de piedra, piedras que me hacían sentir a cada paso que daba y, a veces, cuando mi diminuto cuerpo de niña se rozaba con algunas de las paredes  que configuran los palacios, yo creía sentir el palpitar de la piedra, ahora lo comprendo, pues es como si mi subconsciente hubiera creado en mí una conjunción  entre las piedras y el corazón mientras las contempla con respeto, era un sentimiento que han sido muchos los que lo han sentido, y que sin pretenderlo ha hecho que con ese boca a boca, se forjara  la historia de Cáceres, siendo de esa manera que se pudiera escribir con tinta de oro nuestra historia.

Como cada mañana y asida fuertemente por la mano de mi hermana Tini, a la salida de la calle de Caleros, subíamos a toda prisa la calle Hornillos estrecha y empinada, a veces hasta cansina, siendo el preludio de muchas más cuestas por subir hasta llegar a nuestro destino en los aledaños de la plaza de San Mateo, mis piernas eran ágiles como plumas de Águila, pues sabían sin que ellas fueran consciente de que se iban a adentrar como cada día en un mundo mágico y, con ello volver a exasperar a mi hermana al no poder seguir mi ritmo, también  pasábamos como una exhalación por el arco del Socorro, que para mí era algo peculiar—desconozco la razón-- también  me llamaba especialmente la atención al pasar por la calle Tiendas  el palacio de Carvajal, siendo uno de los muchos tesoros artístico que encierra esta especial

 Recuerdo que en primavera siempre había alguien asomado al balcón de este palacio, un balcón muy singular, que a mí se me antojaba que un dragón le había dado un mordisco, rompiendo con su fuerte dentadura la elegancia armónica de los muros de la edificación y, que al mismo tiempo y sin quizás pensarlo este dragón, con su travesura quedó para la posteridad un extraordinario  balcón esquinado.

Eran cosas mías.

Mi hermana cansada de que tirara de ella por aquel desigual pavimento empedrado, a veces me dejaba ir, mientras ella se unía a otras niñas de su misma edad, yo mientras tanto, corría hacia un ventanuco que se encontraba un lateral del palacio de Mayoralgo-- Cuya fachada doy gracias hoy de que se encuentre intacta-- por aquel ventanuco  se podía ver parte de los despojos de esa casa señorial donde un fatídico día y a consecuencia de una disparatada guerra  sin sentido, lo hirió de muerte.

Mi imaginación ante aquello que parecía un desaguisado, se desbordaba a pesar de no haberlo vivido, pero  me imaginaba que podía haber sido una estancia donde posiblemente niños como yo jugaban cada día; un día entré por la puerta principal que se encontraba entre-abierta y vi qué, al igual a los demás palacios también poseía  un patio de columnas y el tradicional pozo en el centro, entonces me sorprendió  que en una de las esquinas del patio hubiera un busto que inmediatamente pensé que  se había librado de la destrucción, quizás por encontrarse unos metros alejado de aquel desatinado bombardeo, pero luego pensé.

 ¿Por qué aquel busto no tenía cabeza?

Esto era mi hacer diario, que creo que con mi conducta indisciplinada exasperaba cada vez más a mi hermana, que me propinaba de vez en cuando un soberbio tirón de brazo para que la siguiera, de nuevo las dos nos encontrábamos subiendo otra cuesta, la de la calle Manga, ya casi  sin resuello, porque  aquí nuestras prisas se atenuaban al final de la calle por estar cerca la hora de entrada al colegio, pues aquel lugar era el más divertido del itinerario colegial, pues había un nexo dónde los estudiantes se unían para después tomar la  deriva a cada uno de su centro escolar, era la confluencia de cuatro calles, en las cuales se configuraba cada día, un digamos, tumulto infantil que alegraban el lugar con su normal algarabía, entre los colegios que se hallaban cerca de aquella esquina que eran, Cristo Rey, Corazón de Jesús, sito en la plaza de los Pereros frente al palacio llamado de la Generala, siguiendo de frente y, junto a la Iglesia de la Preciosa Sangre de los Jesuitas, adosado a ella y en la cuesta de la Amargura dentro de la Plaza de San Jorge se encontraba el Instituto de Bachillerato. Creo que había algún que otro centro de enseñanza más, pues a las horas de entrada y salidas que  no recuerdo el nombre de otros centros docentes.

  Pero si recuerdo que era un tramo muy divertido.

A veces y en nuestro caminar mi curiosidad hacía que me asomara a la puerta de un palacio llamado El Mono, situado justo en medio de  esta confluencia juvenil, pues su esquina rompe con suavidad  la cuesta de Aldana, una tarde en que ya me encontraba con el pie en la puerta de este palacio y cuando me encontraba dispuesta a entrar, mi atrevimiento se frustró al ver la cara de mi hermana que se encontraba demasiado contrariada conmigo, yo pensé que era  por tener que aguantarme día tras día, pero podía mucho más mi curiosidad y seguí mirando, con este sencillo  gesto tenía a mi alcance mirar cualquier zaguán que tuviera sus puertas abiertas  y, pensé, algún día vendré sola y estudiaré y descubriré la historia que guarda dentro.



jueves, 10 de septiembre de 2020

Vivencias de una cacereña 1º parte

 

Esta cierta afición por caminar por la parte antigua de Cáceres, surgió en mi desde muy tierna edad, todo comenzó a suceder al parecer como algo que estaba destinado a ser previsible, por supuesto, desconociendo por mi parte  el motivo por el cual disfrutaba cada día cuando inconscientemente me adentraba en las entrañas de algo que, sin apenas percibirlo estaba marcando las pautas que más tarde perfilarían mi forma de ser y pensar.

Será mejor que descubra ante vosotros estas vivencias que dejaron mella en mí:

Cuando un día ya adulta me encontraba paseando por mi querida Ciudad Monumental, era… recuerdo, uno de esos  tranquilos  atardeceres  de otoño, un otoño melancólico, que yo me encontraba pisando con devoción esos cantos rodados de las calles encajonadas de esta parte de mi Cáceres mágico. Como siempre suele suceder en este entorno. En esos momentos me encontraba justo cuando el sol comenzaba a ocultarse, y mi imaginación pudo adivinar cómo entre las torres desmochadas el sol al ir desapareciendo iba dejando con su estela mortecina un camino lleno de misterio hasta desaparecer por el horizonte.

Yo, al contemplar este adagio natural, fue para mí como si de un rito se tratara, pues sabía que el sol cedía paso a la luna.

En esa contemplación de pronto sentí en mí cómo percibía y al mismo tiempo aceptaba ese ejercicio natural, y a esa hora, parecía ser  obligatorio y propicio que el ambiente penetrase en mis sentidos, haciéndome sentir algo especial al comprobar que de la nada pudiera surgir la magia.

 Pero antes que la oscuridad truncara mi paseo, un hechizo me poseyó, y entonces me vi amparada bajo la  débil luz de un farol  de esquina, mis piernas parecían negarse a seguir caminando y, me quedé varada bajo la misteriosa luz tintineante, no sé cómo pudo suceder pero apoyada en aquella esquina me vi contemplando extasiada la más alta torre que se encuentra en aquel entorno, la cual domina como una diosa el hermoso recinto de la plazuela de San Mateo, que, no es casualidad que no se encuentre desmochada.

 Pues ante mis ojos  la vi erguida, erguida como una cigüeña desafiando al abismo-de ahí su nombre—y desde mi perspectiva vi que parecía encararse a la tímida luna que osaba posarse en sus almenas.

Que ante este contraste de piedra y luna, mis ojos se agrandaron al notar como algo parecido a un hechizo se apoderaba de aquella mole que lucía triunfante ante los avatares sufridos, mientras ella y ante de una y belleza atemporal se mantiene imperturbable con el paso de los siglos.

 Entonces, ante esta contemplación fue cuando comencé a evocar aquello que viví de niña y, que sin dudas fue el despertar de mi imaginación aún prematura; pues debía contar tal vez…siete años, quizás nueve; y vinieron a mi memoria que por aquel entonces tenía por costumbre correr por estas mágicas callejuelas, a veces en mis carreras desenfrenadas, que eran tan alocadas daba la sensación a cualquiera que me hubiera visto de que hubiera visto algo fuera de lo cotidiano.

 Más tarde supe, que todo en la vida tiene su por qué.

Y en mi inocencia, hasta más tarde no supe que tuve una revelación que me dijo, que no me sintiera preocupada por los sentimientos que me invadían, pues desde siempre y, al no ser consciente de ello, había sido atrapada por ese encanto especial que solo ellos, aquellos que estuvieron antes que yo, supieron quedarnos con su impronta el testimonio de que estuvieron aquí, y que ellos fueron los que nos enseñaron a vivir en armonía entre estas murallas hechas de barro y paja donde habitaron nada menos entre esos muros tres civilizaciones, que al echar sus raíces aquí y, al formar parte activa de esta ciudad, nos quedaron como testimonio  estas calles, estas casas, que son la esencia de esa  idiosincrasia  que nada más entrar en ellas notas cómo te sugestiona, haciendo sin proponértelo que sientas una presencia incorpórea latente que al mismo tiempo embarga el aire que se  respira y que te hace  sentir como la sangre comienza a licuarse hasta llegar a fluir con generosidad por las venas; en ese instante, es cuando sientes el abrazo y la entrega de unas vivencias, que aunque pasadas, no  puedes llegar a comprender de donde viene esa reacción que  nos ha propiciado con tan sólo pisar una de esos zaguanes.

Más tarde y mientras camino con paso lento  por las calles siento como si un hechizo me poseyera como una especie de nirvana que hace entregarte sin ataduras al encanto del entorno sin llegar a  entender tu propia reacción.

 Es un mundo que se presenta ante el paseante de forma quizás incomprensible; pero cuando ves que ha pasado el delirio del momento, viene la comprensión, que es sencillamente dejar que   la imaginación vuele y entonces todo el entorno se nos presenta como algo fuera de lo cotidiano, y sientes cómo te abandonas dando pábulo a que tú imaginación se desborde como si de un río caudaloso se tratara derramando todas tus fantasías.

 Cuando de nuevo  vuelvo a  la realidad, entonces, sin querer  pienso que he sido  transportada  a un mundo que fue real, pues nada más tocar las piedras, éstas te transmiten esas vivencias que dominadas por impulsos naturales, incomprensiblemente te dicen que aquellos primitivos moradores que siguen ahí mirándonos, contemplándonos.  

Cada día y, en mi etapa de niña, a la salida del colegio Carmelitas sito en la calle Olmos y, encontrándose este inmueble integrado en el conjunto monumental; una vez terminadas las clases, yo como siempre me escaqueaba de la autoridad de mi hermana para dedicarme a husmear los patios de los palacios que encontraba a mi paso que, por aquel entonces se hallaban muchos de ellos habitados.

Esos palacios con sus columnas y patios peristilos y donde en algunos de ellos se  perfila un estilo de adornos y alegorías  moriscas y romanas, siendo para aquel que lo visita una inyección de historia salpicada de señorío.