domingo, 20 de septiembre de 2020

Vivencias 2ª Parte


 El itinerario que hacía cada día dentro del calendario escolar hasta llegar a mi destino, era para mí como si me adentrase en otro mundo, un mundo diferente, tanto, que a veces creía encontrarme inmersa en un enorme museo de piedra, piedras que me hacían sentir a cada paso que daba y, a veces, cuando mi diminuto cuerpo de niña se rozaba con algunas de las paredes  que configuran los palacios, yo creía sentir el palpitar de la piedra, ahora lo comprendo, pues es como si mi subconsciente hubiera creado en mí una conjunción  entre las piedras y el corazón mientras las contempla con respeto, era un sentimiento que han sido muchos los que lo han sentido, y que sin pretenderlo ha hecho que con ese boca a boca, se forjara  la historia de Cáceres, siendo de esa manera que se pudiera escribir con tinta de oro nuestra historia.

Como cada mañana y asida fuertemente por la mano de mi hermana Tini, a la salida de la calle de Caleros, subíamos a toda prisa la calle Hornillos estrecha y empinada, a veces hasta cansina, siendo el preludio de muchas más cuestas por subir hasta llegar a nuestro destino en los aledaños de la plaza de San Mateo, mis piernas eran ágiles como plumas de Águila, pues sabían sin que ellas fueran consciente de que se iban a adentrar como cada día en un mundo mágico y, con ello volver a exasperar a mi hermana al no poder seguir mi ritmo, también  pasábamos como una exhalación por el arco del Socorro, que para mí era algo peculiar—desconozco la razón-- también  me llamaba especialmente la atención al pasar por la calle Tiendas  el palacio de Carvajal, siendo uno de los muchos tesoros artístico que encierra esta especial

 Recuerdo que en primavera siempre había alguien asomado al balcón de este palacio, un balcón muy singular, que a mí se me antojaba que un dragón le había dado un mordisco, rompiendo con su fuerte dentadura la elegancia armónica de los muros de la edificación y, que al mismo tiempo y sin quizás pensarlo este dragón, con su travesura quedó para la posteridad un extraordinario  balcón esquinado.

Eran cosas mías.

Mi hermana cansada de que tirara de ella por aquel desigual pavimento empedrado, a veces me dejaba ir, mientras ella se unía a otras niñas de su misma edad, yo mientras tanto, corría hacia un ventanuco que se encontraba un lateral del palacio de Mayoralgo-- Cuya fachada doy gracias hoy de que se encuentre intacta-- por aquel ventanuco  se podía ver parte de los despojos de esa casa señorial donde un fatídico día y a consecuencia de una disparatada guerra  sin sentido, lo hirió de muerte.

Mi imaginación ante aquello que parecía un desaguisado, se desbordaba a pesar de no haberlo vivido, pero  me imaginaba que podía haber sido una estancia donde posiblemente niños como yo jugaban cada día; un día entré por la puerta principal que se encontraba entre-abierta y vi qué, al igual a los demás palacios también poseía  un patio de columnas y el tradicional pozo en el centro, entonces me sorprendió  que en una de las esquinas del patio hubiera un busto que inmediatamente pensé que  se había librado de la destrucción, quizás por encontrarse unos metros alejado de aquel desatinado bombardeo, pero luego pensé.

 ¿Por qué aquel busto no tenía cabeza?

Esto era mi hacer diario, que creo que con mi conducta indisciplinada exasperaba cada vez más a mi hermana, que me propinaba de vez en cuando un soberbio tirón de brazo para que la siguiera, de nuevo las dos nos encontrábamos subiendo otra cuesta, la de la calle Manga, ya casi  sin resuello, porque  aquí nuestras prisas se atenuaban al final de la calle por estar cerca la hora de entrada al colegio, pues aquel lugar era el más divertido del itinerario colegial, pues había un nexo dónde los estudiantes se unían para después tomar la  deriva a cada uno de su centro escolar, era la confluencia de cuatro calles, en las cuales se configuraba cada día, un digamos, tumulto infantil que alegraban el lugar con su normal algarabía, entre los colegios que se hallaban cerca de aquella esquina que eran, Cristo Rey, Corazón de Jesús, sito en la plaza de los Pereros frente al palacio llamado de la Generala, siguiendo de frente y, junto a la Iglesia de la Preciosa Sangre de los Jesuitas, adosado a ella y en la cuesta de la Amargura dentro de la Plaza de San Jorge se encontraba el Instituto de Bachillerato. Creo que había algún que otro centro de enseñanza más, pues a las horas de entrada y salidas que  no recuerdo el nombre de otros centros docentes.

  Pero si recuerdo que era un tramo muy divertido.

A veces y en nuestro caminar mi curiosidad hacía que me asomara a la puerta de un palacio llamado El Mono, situado justo en medio de  esta confluencia juvenil, pues su esquina rompe con suavidad  la cuesta de Aldana, una tarde en que ya me encontraba con el pie en la puerta de este palacio y cuando me encontraba dispuesta a entrar, mi atrevimiento se frustró al ver la cara de mi hermana que se encontraba demasiado contrariada conmigo, yo pensé que era  por tener que aguantarme día tras día, pero podía mucho más mi curiosidad y seguí mirando, con este sencillo  gesto tenía a mi alcance mirar cualquier zaguán que tuviera sus puertas abiertas  y, pensé, algún día vendré sola y estudiaré y descubriré la historia que guarda dentro.



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