lunes, 29 de marzo de 2021

Libros

Si lo que deseas es viajar esta Semana Santa y no puedes, por la pandemia que nos acecha, no te importe, abre un libro, y él desde tu casa te hará viajar a sitios insospechados y maravillosos.

Te ofrezco dos lecturas que se encargarán de que así sea.

TODO COMENZÓ EN MIELEC, Y UN AGENTE LLAMADO SCOTT.

Solo en Amazon y son de TERESA SÁNCHEZ TOMERO.

No te arrepentirás, pues con ellos pasarás unas horas inolvidables.




sábado, 20 de marzo de 2021

Castillos de Naipes

 También se contaba que en estos campos solitarios y perdidos eran habitados por sociedades desconocidas  que se hallaban diseminadas bajo la eterna sombra verde de las copas de los árboles.

Anna parecía en su indolencia estar viviendo lo que su mente le estaba dictando que recordara, pero su cuerpo parecía estremecerse cuando creyó que atravesaba un río donde sus aguas ardían perpetuamente desprendiendo un intenso vapor que quemaba. 

En unos instantes comenzó a removerse en la silla, tanto que estuvo a punto de caer al suelo, se encontraba (Según su subconsciente) en el centro de un río burbujeante, espantada presenció cómo los animales que caían en esa agua eran cocinados con tanta rapidez que sus cuerpos, con sólo acercarse para beber se asaban por dentro, sin duda pensó que era una muerte cruel; pero, por más que quiso, no lo fue posible reconocer  al culpable que había  perpetrado aquella horrible aberración, pues, estaba segura que era el jefe de aquella insurrección, por lo tanto, aún vivía, y se encontraba en su puerta, esperando que ella callera en sus garras.

De pronto un escalofrío le hizo despertar, inconscientemente mira con ansiedad por ventanuco, allí parado en  la vereda, se encontraba el siniestro personaje  junto con sus sicarios se encontraba el culpable de que ella hiciera que se exiliase en aquel inhóspito paraje. Y entonces supo la razón del porqué había sido beneficiada en aquella heredad, había sido necesaria para que los fines de aquel despiadado pudieran hacerse realidad, pero olvidó que después de aquel encierro que creyó era  voluntario, y que ella sufrió fue lo que hizo que dejara de ser la mujer que todos creyeron era, aquella soledad le hizo fuerte, y al recordar al hombre que capitaneaba aquel ejército, supo que su huida había terminado.   

Al despertar de aquel letargo, subió precipitadamente las escaleras, se dirigió al balcón, y abriéndolo de par en par, se asomó, y con los brazos abiertos, le pidió al Altísimo, que le dejara entrar en ese mundo de paz, diferente, intangible al ojo humano, que, antes se le había prometido.

Poco después la magia destructora de aquel entorno había desaparecido, no quedando nada ni de aquel castillo ni de la casa donde ella creyó había encontrado la paz, en su lugar quedaba una tierra rojiza por la sangre derramada de los inocentes, pues ese lugar había sido la guarida de unos seres que nunca debieron habitarla, seres, que nunca deberían haber salido de ese submundo, pues con su aparición malvada  sólo arrastraron maldad y desolación.

Pero aquel campo que creyó Anna  podía ser su salvación, era un campo que nadie podía dominar a su antojo, pues siempre fue hostil, para los que no cumplieron las leyes,  aunque ella lo viera bajo un prisma diferente, tampoco podía esperar nada, pues todo se le había dado por añadidura, pero la fuerza de la naturaleza, le hizo pagar con creces su individualidad.

Aquel campo desde entonces permanecería yermo, como siempre lo fue, por lo tanto aquel campo no era otra cosa que el campo eterno. Todo era como una advertencia a los que creen que con su poder, sea el poder que ostenten,  pueden hacer lo que les place, olvidando que aquí estamos solo de paso, y que si se desaprovechan el amor y la fraternidad, estos jamás en ningún otro lugar lo encontraran; porque  la barca que les cruce el río de aguas transparentes será el que los conduzcan a la luz eterna.

Poco después un grupo de arqueólogos  hizo una excavación, en aquella finca por motivos que ni ellos mismos supieron, después de una ardua inspección del terreno, descubrieron algo que fue un gran  hallazgo, en aquel paraje encontraron un sorprendente edificio subterráneo, allí  se encontraba enterrada una embarcación del año 3.800, A de C, Este hallazgo tenía una llamativa peculiaridad que guardaba gravados de más de un centenar de barcos egipcios, desde  donde se podía leer en sus epígrafes que eran los destinados a  emprender el largo viaje a la eternidad.

Poco después de que desapareciera todo junto con Anna, se desveló que un grupo de saqueadores, penetró en aquella finca, contaminando el entorno, no pudiendo encontrar huella alguna que pudiera esclarecer el por qué en aquella finca cacereña se había encontrado un barco faraónico sepultado, en aquel terreno árido. Todo parecía encajar, aquellos seres no debieron salir nunca del submundo, pues allí en aquella aridez nunca hubieran podido  encontrar esos  ríos que con sus actitudes para con los más débiles, esos ríos para ellos siempre les será difícil encontrar, pues es imposibles navegar sin agua.

Acaso Anna estaba encarnando a una de  las reinas egipcias. Siendo capaz de hacer un nexo de comunicación con los vivos, y si esa era la razón por la cual le gustaba la soledad, solo para que no fuera descubierto su misterio.

¿Tendría algo que ver en esta historia la reina HATSHEPSUT?

¿Tan sabios habían sido los egipcios?

Y porque, los dirigentes de las Naciones no ceden un tiempo para pensar, sobre todo a lo que se refiere a  hacer algo extraordinario para el pueblo que gobiernan, porque tarde o temprano se sabe que pagarán con creces todo el mal que hacen a la Humanidad.

Podrán estos seres engreídos ciegos de avaricia por el poder que ostentan, que van a pasar a un plano inferior dónde sus fechorías, sin dudas van a ser castigadas, pues pueden que a esa vuelta a la vida que nos tienen prometida, puede que se encarnen en animales, tan desagradables y repugnantes, que nadie los quiera a su lado.

¿Ese fue el castigo de Anna?  

 FINAL




domingo, 14 de marzo de 2021

Castillo de naipes 2ª parte

Anna se sienta de nuevo tras su otero, entonces le empezaron a venir a su memoria cosas que ni siquiera recordaba haber vivido, cómo tampoco recordaba el día en que se hizo cargo de la finca, se inquieta, pues tampoco podía dibujar en su memoria el rostro de quién podía ser ese tío, o pariente de su padre el cual la nombró heredera.

Pero, a veces necesitaba recordar cual fue el motivo por el que había escogido  aquella forma de vida y, en la soledad del campo, después de reflexionar, piensa que debía haber alguna razón poderosa que le incitase cada día a mirar por mirar sin apenas interrupción por aquel ventanuco, el infinito.

Anna a veces tenía la convicción de que estaba esperando que apareciera algo, que estaba por  llegar pero que no llegaba, Anna con ese gesto diario parecía querer descubrir los misterios que su entorno encerraba, a pesar de que su intuición le dijera que se encontraba en un lugar extraño, insólito para ella.

Al día siguiente serían las ocho de la tarde y, el cielo seguía encapotado con el mismo color gris de duelo, mientras tanto ella seguía sentada ensimismada en su contemplación, como si esto  fuera  lo único importante para ella, esperar, y mirar por aquella pequeña oquedad.

Frente al ventanuco se podía divisar un promontorio en cuya cima, marcaba y el filo del horizonte se encontraba una larga fila de olivos que hacían una muralla que le impedía ver aquel lado del horizonte, a veces ante esta visión Anna sentía la necesidad de dar rienda suelta a su fantasía, pues se le antojaba  que aquellos olivos impertérritos podían ser los guardianes que cortaban el paso para que no se pudiera ver más allá de lo que conllevaba su autoridad.

Llegó al fin el temido día de la llegada de aquella visita, al medio día, y por primera vez desde su llegada se encontraba paseando por la vereda de pizarra que cómo una alfombra gris  conduce a la entrada de la casa, se hallaba cerca de la verja de entrada a la finca, cuando un temblor hace que se alerte, de repente, ante ella aparecieron unos treinta camellos que subían azuzados por los látigos de sus jinetes que se acercaban a ella peligrosamente, el relincho de los animales denotaban el esfuerzo que tenían que hacer al hundirse sus pezuñas en el barro del camino, Anna cierra los ojos ante este espectáculo, cuando los abrió, vio  como esta desenfrenada galopada los llevaba hacia un precipicio.

Poco después decide entrar en la casa, intrigada por lo que acababa de ver, antes de entrar volvió la cara, y atónita descubrió algo que antes no había visto, en lo alto del promontorio, la silueta de los olivos habían desaparecido, y en su lugar se encontraba  un tétrico castillo  que enmarcaba desafiante la montaña, sin duda pensó era una fortaleza, porque desde donde ella se encontraba parecía ser inexpugnable, era como si aquel olivar al desaparecer hubiera tomado el cuerpo visible de un castillo; desde lo alto  parecía un vigía, un halcón que desde lo alto de su nido divisa sus posesiones

¿Acaso estaba sufriendo alucinaciones?

Anna olvidándose de la visita que esperaba, se metió en la casa precipitadamente, cerró con llave ( Que nunca antes había hecho) y se dirigió a su alcoba, mientras subía las escaleras, iba mascullando, Señor, Señor, con los brazos cruzados sobre el pecho, era como si estuviera a punto  de enfrentarse a una ardua contienda, entonces, y por primera vez sintió miedo, nunca se percató de que necesitara luz, pero en esos momentos al ver cómo la luz de las velas oscilaban haciendo figuras dantescas en la desnuda pared, entonces fue cuando descubrió que la casa estaba más fría, y angosta que nunca, entonces descubrió  que se encontraba perdida ante un mar de confusiones, pero no tenía otra opción que la de seguir adelante, ya no podía retroceder ni siquiera un paso.

Y en ese mismo momento intentó recomponer sin resultado las piezas del puzle que en su mente no parecían encajar desde que descubrió aquel castillo

 ¿Por qué, antes le había pasado desapercibido?

Sin dudas algo se encontraba fuera de lugar, pues sabía que su mente se encontraba lúcida como siempre, pero si supo que ella sola no podría enfrentarse a algo que evidentemente había aparecido mágicamente.

Ante aquellas dudas sobre, qué era lo que estaba pasando, su cuerpo pareció flaquear, ya ni sus convicciones eran firmes cómo ella siempre creyó que lo eran.

Cuando entró en su alcoba y antes de llegar a la cama tuvo que apoyarse en la butaca que hacía de descalzadora, pues se encontraba desfallecida. Nunca sabría si aquella noche se acostó en su cama. Pero tampoco sabría si aquella noche lo que soñó  fue verdad, o un sueño, lo que vio cuando se encontraba asomada al balcón, ni tampoco podía recordar  que miró con ansiedad desmedida la bruma que produce la tierra después de la lluvia, que no la dejaba ver con claridad, ni tampoco cómo el campo de repente empezó a iluminarse, entre las sombras, porque pudo ver cómo  unas luces intermitentes de fondo iluminaban la ladera de la montaña, mientras se hacía oír una letanía mortuoria que parecía formar parte de un   cortejo fúnebre.

Al día siguiente, y al alba, se encontró sentada como siempre ante el ventanuco, estaba desorientada, se levanta para buscar un catalejos que sabía tenía en alguna parte, al encontrarlo, otea la montaña con minuciosidad, era cierto allí se encontraba aquel castillo o fortaleza, entonces observa que alrededor del edificio había mucho movimiento, esta situación le asusta, algo estaba pasando, su finca ocupaba una parte importante de aquel valle, esto le hizo pensar de que ella también podía encontrarse en peligro.

Aquella noche, tras el ventanuco estuvo de vigilia continuada, pero llegó la mañana y no había pasado nada; después del desayuno volvió a su puesto tras el ventanuco, entonces oyó rumores de voces mezcladas con el relincho de caballos ante la puerta de la finca, parecían estar fraguándose algo muy pero que muy peligroso para ella.

Sin pensar lo que hacía, salió de la casa, adelanta unos pasos hasta ponerse frente al que parecía ser el cabecilla de aquello que parecía una insurrección, pero al tener cerca a este personaje, tuvo una extraña impresión, sobre todo al escuchar el tono de su voz.

 De  pronto se sintió muy agotada, arrastrando los pies llegó hasta la casa, se sentó de nuevo ante aquel ventanuco, entonces,  perdió la noción del tiempo mientras le venía a la memoria una vieja leyenda que venía des tiempos olvidados, que hablaba de una mujer solitaria 



martes, 9 de marzo de 2021

Castillos en el aire 1º

Anna cómo tenía por costumbre y, cada día desde que decidió instalarse en la casa de campo que heredó, según ella de forma  casual, por un pariente de su padre que nunca conoció. Cada mañana y después del desayuno se sentaba a contemplar el paisaje, en realidad no sabía el qué, tras un ventanuco estrecho que tenía la planta baja de la casa y hasta a veces soñaba, pues este ventanuco era muy particular porque la configuraban unos anchos muros, y también era especial por el forjado de hierro corrosivo en forma de cruz que la guardaba, aquel pequeño otero, no parecía precisamente adecuado para mirar, sobre todo, y teniendo en cuenta que en el primer piso lucía presidiendo la fachada principal un espléndido balcón, desde donde se podía divisar más allá del infinito.

Aquella mañana al levantarse Anna todo le pareció especial, tal vez maravilloso, pues el cielo se encontraba techado por una carpa gris, que impregnaba el ambiente de una especial melancolía, que Anna se dispuso a disfrutar por primera vez desde  que ocupaba aquella casa, pues en su disfrute se deleitó en algo muy especial, que era el ver poco después llover reposadamente, y como esta lluvia regaba los olivos, en su observación, también pudo apreciar cómo las ramas de los árboles al contacto con la lluvia se mecían en un éxtasis de placer ante la ducha divina.

También a veces se notaba inquieta al no poder recordar cómo había escogido aquella forma de vida tan diferente a lo que ella tenía proyectado vivir. Desde que decidió vivir en aquella casa no se preocupó de nada que no fuera el de mirar, por mirar.

 ¿Quizás el infinito?

Para ella era como si estuviera esperando algo que se demoraba demasiado en  llegar, a veces, con la mirada perdida, parecía escrudiñar el entorno como queriendo descubrir esos misterios que parece guardar con tanto celo el campo, a veces siente el pálpito de que muy cerca de ella se podía esconder un secreto importante, también intuía de que había algo extraño en aquel insólito paraje, entonces se preguntaba por qué ella una mujer urbana, paradójicamente supo adecuarse a ese ambienta totalmente nuevo.

Aquella mañana al no cesar la lluvia, los trinos de los pájaros se encontraban ausentes, Anna en la soledad, echó de menos la alegre algarabía cuando éstos saltan de rama en rama, pero, y a pesar de la ausencia de los pájaros, le pareció un día alegre ante el espectáculo de la lluvia, no haciéndole sentir nostalgia alguna, esa nostalgia de la que se cuenta imprimen los días lluviosos, de pronto dirige sus ojos hacia el jardín que se iluminaron al contemplarlo, no se atrevió a salir a pesar de encontrarse en la antesala a la casa, las flores parecían ante su contemplación despertar de ese largo letargo que produce la sequía, pues comenzaron a moverse los tallos de los rosales con armonía, mientras los pétalos aprovechaban la ocasión de saciar su sed con el agua generosa de la lluvia samaritana.

Nadie que la observara día tras día sentada tras aquel ventanuco con la mirada perdida, podía llegar a comprender cómo era capaz de despreciar el hermoso balcón que le ofrecía una panorámica infinita, pero ella prefería mirar por aquel pequeño ventanuco; quizás Anna es que se encontraba siendo fiel a sus convicciones, al preferir aquella lúgubre oquedad para observar…

Una mañana por primera vez un labriego se acercó a la casa, para darle la noticia  de que en breve recibiría una visita, su cuerpo tembló ante esta noticia inesperada, no preguntó de quien se trataba, sólo se levantó de su observatorio airada, aquella visita inesperada era una estúpida interrupción en su forma de vida, pues era obvio que era feliz con su soledad.

Mientras desconcertada pasea por la habitación, piensa ¿A qué se debía aquella visita?

¿Acaso alguien había olvidado que ella necesitaba soledad?

Pues su familia no había olvidado que para ella era vital el poder oler cada mañana al despertar el día el aroma de la tierra, y contemplar cómo se despereza de su letargo mientras la luna con cortesía  le cede el paso al sol.

Paseando su incertidumbre, el ladrido de un perro le sobresalta, interrumpiendo sus elucubraciones, haciéndole pensar que el visitante que se había anunciado ya había entrado en la finca.
 ¿Acaso el mundo se había propuesto que no tuviera descanso?
 Pronto salió de dudas, al ver pasar veloz frente a su ventana una liebre que estaba siendo perseguida por un enfurecido perro.