Me dirijo a la recepción, donde un
joven me atiende con amabilidad. Después de exponer mi demanda me hace esperar
unos minutos que me parecieron horas
interminables.
Más tarde aparece ante mí una señora de unos cincuenta años, alta,
esbelta, vestida con un impecable traje chaqueta de Chanel conjuntado con una
blusa de seda color melocotón .Va encaramada en unos altos tacones de color negro.
Presento mi documentación y nos estrechándome la mano. Me pide disculpas por su
retraso.
Los dos entramos en un pequeño
despacho decorado con esmero, los muebles de color nogal, hacen destacar las
cortinas color gris –perla al igual que el color de la alfombra y, completando
la decoración, un pequeño sofá de color carmesí, Dando al despacho una
agradable sensación de bienestar
Se sienta tras su mesa y con un gesto de su mano me invita a imitarla.
Después de unos minutos de amena charla (para tantear mi formación), poco después se
levanta y tendiéndome de nuevo su cuidada mano, dio por terminada la entrevista,
diciéndome que tendría noticias suyas.
Después de la entrevista paseé bajo la tenue lluvia que caía sobre la
capital, para despejar la mente caminé sin rumbo por la Gran Vía madrileña, miré
sin mirar escaparates haciendo tiempo para que fuera la hora del almuerzo, el
azar me llevó ante un restaurante coqueto y moderno de comida rápida.
Entré por ser la hora en la que suelo comer, aunque la verdad es que no
notaba hambre quizás fuera por la excitación que sentía. Entro en el
restaurante y me encaramo en uno de los taburetes de la barra, y pedí, un
sándwich de vegetal con una limonada bien fría. Una mujer joven y bien vestida
se acerca a mí mostrándome en sus carnosos labios un cigarrillo que oprime sin piedad, me pide
fuego con una sonrisa que en esos momentos con mi mente trastornada por la
ansiedad al no saber si iba a ser aceptado para el nuevo trabajo, no supe
apreciar su belleza ni su insinuación, le acerqué el mechero encendido a su cigarrillo, y sin más arrojó
insinuante la primera bocanada de humo sobre mi cara.
Y volvió a sonreír, esta vez con
una risa contagiosa, una de esas risas que dicen curan las enfermedades del
alma. Salí del restaurante sin mirar atrás, (nunca había tenido semejante
comportamiento con ninguna mujer) me sentía extraño
Deambulé por las calles, no quería
estar temprano en casa, me dirigí a una sala de cine donde proyectaban la
exitosa película del no menos exitoso libro Milenium (Los hombres que no amaban a las mujeres).
Después de aquella entrevista, pasaron dos semanas de incertidumbre y
ansiedad sin saber nada desde el día que acudí a ser entrevistado.
Cuando sentado ante mi ordenador me encuentro leyendo las noticias
nacionales, una llamada a mi móvil me desvela el misterio.
Había sido elegido para el puesto que había solicitado, siendo, según el
escrito, él candidato idóneo para desempeñarlo.
En ese instante sentí una extraña sensación como si las venas de mis
brazos se helasen esto nunca antes me había sucedido.
Y poco después de un curso de formación que me facilitó la empresa, una
mañana del cuatro de septiembre me citan para empezar a trabajar.
En el hotel tenía que preguntar por la señorita Margarita.
Una vez en el hotel pregunto por ella y ante mí se presenta una joven
poco agraciada pero simpática, aclarándome ante mi perplejidad, por los pocos
años que representaba, entonces me dijo con voz firme que ejercía de secretaria de
dirección. Yo, a pesar de mi experiencia acumulada, no dije nada, entonces ella
me pide que la siga, y nos dirigimos al garaje, me invita a subir a su coche un
Mercedes clase A de color negro.
En el trayecto hablamos de cosas sin importancia, mientras el coche
rodaba por carreteras secundarias, mi vista se perdía en el horizonte, mientras
en mi interior la curiosidad estaba a punto de explotar, por saber cuándo
llegaríamos a nuestro destino.
De repente ante una niebla espesa mis ojos vislumbraron las almenas de un castillo, y supuse se trataba del hotel, no supe el porqué pero una
amarga sensación de impotencia comenzó a embargarme en esos momentos, quizás fuera al encontrarse el
hotel casi engullido por la neblina, porque al contemplarlo, me pareció que se encontraba edificado por una sustancia inmaterial, pues parecía que se hallaba
suspendido en lo alto de aquella colina.
A él llegamos por un camino sinuoso no exento de peligro, por el que poco
a poco se iba descubriendo la espléndida fortaleza. Cuando llegamos a la cima,
pude apreciar cómo un musgo verdoso bordeaba el atrio donde parecía
posarse el edificio.
La escasa luz de la mañana dibujaba un reverbero fluctuante en la sombra
que proyectaba al castillo, que hizo que mi cuerpo temblara.
Antes de entrar me paré para mirarlo detenidamente, me pareció o al menos
sospechaba que sus orígenes se podían
remontar al siglo XV por lo tanto tenía
que tener mucha historia vivida dentro de sus anchos muros.
Y pensé que cuando la cadena del hotel compró esta propiedad debió
encontrarse en aquellos momentos en ruinas, pues nada más había que observar
sus muros enmohecidos por la erosión del tiempo, sin dudas el arquitecto, hizo una
restauración muy acertada, a pesar de sus muchas modificaciones.
Sigo contemplando los altos muros y me sorprende gratamente sus almenas
rectangulares donde en cada una de sus cuatro esquinas se encuentra una garita
de vigilancia de forma cónica.
Contemplando aquella mole por unos momentos me encontré incómodo, pues creí estar siendo
observado desde lo alto de una de las almenas, pues algo
parecido a una mirada me pareció que taladraba mi nuca, que fue unida a una extraña
sensación que parecía inquisitoria hacia mi persona.
Entré en el vestíbulo tras la señorita Margarita, admirando que la
primera planta del castillo era rectangular que lucía un precioso patio central,
donde las paredes se encontraban tapadas
con hermosos tapices.
Nos dirigimos a unas escaleras de granito que nos conducen a la segunda
planta donde se encuentran instaladas las habitaciones, unas habitaciones que eran sostenidas
desde el patio por columnas pareadas, las esquinas de los arcos
de estas columnas se encontraban quebradas con medallones nobiliarios que
proclamaban la categoría de sus antiguos dueño. Aquel edificio sin dudas era de
arquitectura Gótica, o quizás lo veía así mi visionaria cabeza.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo en mi subconsciente creí haber visto una
casa castillo, igual en otro sitio.
Margarita me saca de mi ensoñación, pues con voz extraña me dijo, el
director nos espera.