lunes, 25 de noviembre de 2019

La convención 2º parte

 Me dirijo a la recepción, donde un joven me atiende con amabilidad. Después de exponer mi demanda me hace esperar unos minutos que  me parecieron horas interminables.
Más tarde aparece ante mí una señora de unos cincuenta años, alta, esbelta, vestida con un impecable traje chaqueta de Chanel conjuntado con una blusa de seda color melocotón .Va encaramada en unos altos tacones de color negro. Presento mi documentación y nos estrechándome la mano. Me pide disculpas por su retraso.
 Los dos entramos en un pequeño despacho decorado con esmero, los muebles de color nogal, hacen destacar las cortinas color gris –perla al igual que el color de la alfombra y, completando la decoración, un pequeño sofá de color carmesí, Dando al despacho una agradable sensación de bienestar
Se sienta tras su mesa y con un gesto de su mano me invita a imitarla.
Después de unos minutos de amena charla (para tantear mi formación), poco después se levanta y tendiéndome de nuevo su cuidada mano, dio por terminada la entrevista, diciéndome que tendría noticias suyas.
Después de la entrevista paseé bajo la tenue lluvia que caía sobre la capital, para despejar la mente caminé sin rumbo por la Gran Vía madrileña, miré sin mirar escaparates haciendo tiempo para que fuera la hora del almuerzo, el azar me llevó ante un restaurante coqueto y moderno de comida rápida.
Entré por ser la hora en la que suelo comer, aunque la verdad es que no notaba hambre quizás fuera por la excitación que sentía. Entro en el restaurante y me encaramo en uno de los taburetes de la barra, y pedí, un sándwich de vegetal con una limonada bien fría. Una mujer joven y bien vestida se acerca a mí mostrándome en sus carnosos labios  un cigarrillo que oprime sin piedad, me pide fuego con una sonrisa que en esos momentos con mi mente trastornada por la ansiedad al no saber si iba a ser aceptado para el nuevo trabajo, no supe apreciar su belleza ni su insinuación, le acerqué el mechero encendido a su cigarrillo, y sin más arrojó insinuante la primera bocanada de humo sobre mi cara.
 Y volvió a sonreír, esta vez con una risa contagiosa, una de esas risas que dicen curan las enfermedades del alma. Salí del restaurante sin mirar atrás, (nunca había tenido semejante comportamiento con ninguna mujer) me sentía extraño
 Deambulé por las calles, no quería estar temprano en casa, me dirigí a una sala de cine donde proyectaban la exitosa película del no menos exitoso libro Milenium  (Los hombres que no amaban a las mujeres).
Después de aquella entrevista, pasaron dos semanas de incertidumbre y ansiedad sin saber nada desde el día que acudí a ser entrevistado.
Cuando sentado ante mi ordenador me encuentro leyendo las noticias nacionales, una llamada a mi móvil me desvela el misterio.
Había sido elegido para el puesto que había solicitado, siendo, según el escrito, él candidato idóneo para desempeñarlo.
En ese instante sentí una extraña sensación como si las venas de mis brazos se helasen esto nunca antes me había sucedido.
Y poco después de un curso de formación que me facilitó la empresa, una mañana del cuatro de septiembre me citan para empezar a trabajar.
En el hotel tenía que preguntar por la señorita Margarita.
Una vez en el hotel pregunto por ella y ante mí se presenta una joven poco agraciada pero simpática, aclarándome ante mi perplejidad, por los pocos años que representaba, entonces me dijo con voz firme que ejercía de secretaria de dirección. Yo, a pesar de mi experiencia acumulada, no dije nada, entonces ella me pide que la siga, y nos dirigimos al garaje, me invita a subir a su coche un Mercedes clase A de color negro.
En el trayecto hablamos de cosas sin importancia, mientras el coche rodaba por carreteras secundarias, mi vista se perdía en el horizonte, mientras en mi interior la curiosidad estaba a punto de explotar, por saber cuándo llegaríamos a nuestro destino.
De repente ante una niebla espesa mis ojos vislumbraron las almenas de un castillo, y supuse se trataba del hotel, no supe el porqué pero una amarga sensación de impotencia comenzó a embargarme en esos momentos, quizás fuera al encontrarse el hotel  casi engullido por la neblina, porque al contemplarlo, me pareció que se encontraba edificado por una sustancia inmaterial, pues parecía que se hallaba suspendido en lo alto de aquella colina.
A él llegamos por un camino sinuoso no exento de peligro, por el que poco a poco se iba descubriendo la espléndida fortaleza. Cuando llegamos a la cima, pude apreciar cómo un musgo verdoso bordeaba el atrio  donde parecía  posarse el edificio.
La escasa luz de la mañana dibujaba un reverbero fluctuante en la sombra que proyectaba al castillo, que hizo que mi cuerpo temblara.
Antes de entrar me paré para mirarlo detenidamente, me pareció o al menos sospechaba que  sus orígenes se podían remontar al siglo XV  por lo tanto tenía que tener mucha historia vivida dentro de sus anchos muros.
Y pensé que cuando la cadena del hotel compró esta propiedad debió encontrarse en aquellos momentos en ruinas, pues nada más había que observar sus muros enmohecidos por la erosión del tiempo, sin dudas el arquitecto, hizo una restauración muy acertada, a pesar de sus muchas modificaciones.
Sigo contemplando los altos muros y me sorprende gratamente sus almenas rectangulares donde en cada una de sus cuatro esquinas se encuentra una garita de vigilancia de forma cónica.
Contemplando aquella mole por unos momentos me encontré incómodo, pues creí estar siendo observado desde lo alto de una de las almenas,  pues algo parecido a una mirada me pareció que taladraba mi nuca, que fue unida a una extraña sensación que parecía inquisitoria hacia mi persona.
Entré en el vestíbulo tras la señorita Margarita, admirando que la primera planta del castillo era rectangular que lucía un precioso patio central, donde las paredes se encontraban  tapadas con hermosos tapices.
Nos dirigimos a unas escaleras de granito que nos conducen a la segunda planta donde se encuentran instaladas las habitaciones, unas habitaciones que eran sostenidas desde el patio  por  columnas pareadas, las esquinas de los arcos de estas columnas se encontraban quebradas con medallones nobiliarios que proclamaban la categoría de sus antiguos dueño. Aquel edificio sin dudas era de arquitectura Gótica, o quizás lo veía así mi visionaria cabeza.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo en mi subconsciente creí haber visto una casa castillo, igual en otro sitio.

Margarita me saca de mi ensoñación, pues con voz extraña me dijo, el director nos espera.



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