Matilde no encontraba palabras que fueran disculpas razonables
para que su amigo no se enojase con ella. Necesito dijo, que entiendas que mi
propósito no es el de escaquearme, en esta ocasión sé que no me encuentro con
la suficiente información, ¿acaso has pensado que este collar, o lo que parece
ser, puede llegar a tener hasta cinco mil años de antigüedad?
Eladio la mira desconcertado, de repente sus ojos cambiaron de color dando la apariencia de un
ser de otro mundo, Matilde no pareció sorprendida ante el cambio radical de
aquellos ojos y, como si todo fuera de lo más normal salió a la calle, pero su aspecto era el de una mujer cabizbaja, un suspiro se escapó de su garganta que por unos momentos le alivió
el estrés que le empezaba a dominar, entonces retrocedió sobre sus pasos, entró de nuevo
en el despacho de Eladio, que al verla, supo que ya estaba dispuesta a ayudarlo,
aún y a pesar de creer que aquel collar guardaba un enigma y que si llegara a
descifrarlo, podía llegar a ser muy peligroso, Matilde tiembla, al desconocer
el poder que ésta podía tener.
Y mirando a su amigo ¿Sabes acaso por donde vamos a empezar?
Eladio la miró, él también se encontraba perdido.
Matilde, le dijo, sabes que necesito saber algún dato para empezar.
Eso no puede ser tan sólo dispongo del collar—contestó Eladio
con la voz entrecortada por el dilema que se le presentaba.
Matilde, resignada toma la caja en sus manos pero su cuerpo
empezó a temblar ¿O Dios mío que está pasando?
Eladio mira la caja, y espantados vieron que de la caja
empezaron a salir hilos de humo de diferentes colores, era parecido a un arco
iris después de una tormenta, sus colores eran perfectos, en unos momentos todos
aquellos colores envolvieron la habitación, haciendo que quedaran los dos dentro de aquel
círculo sin poder apenas moverse.
Suena la puerta, un cliente entra, que al verlos envueltos en
un aura de colores, al instante quedó calcinado por un potente rayo.
Matilde y Eladio se miran espantados, y entonces se dieron
cuenta de que eran dos seres extraños, que no se reconocían entre sí. A Matilde le
da vueltas la cabeza, estaba siendo cierto todo lo que había sospechado de
aquella joya, pues lo que les estaba ocurriendo era la consecuencia de que se habían si propiciado en el diagnóstico de aquel enigmático
collar.
De repente en el rellano se oyeron nuevos pasos que se dirigían al
despacho, Matilde quiere gritar para advertirles que no entraran, pero Eladio
con los ojos ensangrentados al igual que de un demente les invita a entrar, pero los dos
clientes ante el espectáculo que tenían ante sus ojos, se quedaron inmóviles, poco
después eran empujados por una fuerza extraña que les hizo desaparecer por las
estrechas escaleras.
Entonces el despacho empezó a cambiar, no sólo el color de
las paredes que fueron teñidas de color rojo fuego, haciéndoles perder su primitivo
color que ya no se diferenciaba por su atractivo, pues ahora era como siempre fue de un color
gris desvaído.
Un ruido infernal atronó los oídos de Matilde, todo cambió,
los muebles eran diferentes, raros, Matilde cerró los ojos temiendo lo peor,
cuando los abrió se encontró en un salón de cuyas columnas colgaban rosas
marchitas, al fondo pudo ver un sitial vestido de terciopelo negro, en aquel
salón se encontraban los dos solos sin saber qué clase de magia los había transportado
hasta allí, de pronto se oyó el sonido agudo de una trompeta, entonces apareció
un séquito de ocho personas vestidas con túnicas faraónicas que escoltaban a
una niña casi adolescente, su mirada era dura y despiadada.


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