domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Es dura la soledad en el campo?

Terra desconocía que poseía una imaginación difícil de domar, a pesar de haber vivido siempre sola en la montaña, y sin apenas recordar cómo es un ser humano, el lenguaje que dominaba, junto con su extraña escritura, si alguien la hubiera conocido con estas características viviendo en la ciudad  y relacionándose  como cualquier ser humano, dirían de ella que era una persona destacable, pues sin dudas, cuando tenía la oportunidad  de utilizar lo que sabía, todo lo que salía por su boca era asombroso, haciendo pensar  que había en su cabeza algo parecido a un molde que puede comprimir altas dosis de imaginación, al  presentarse  como en realidad era , limpia de impurezas mundanas.
Al no tener a nadie que la llamara por su nombre, ella misma se hizo llamar Terra, como su oveja preferida. Para Terra que desde niña se vio obligada a vivir sola en el campo después de que una fuerte tormenta desolara en unas horas la hacienda de sus padres, y siendo aún casi un bebé, tuvo que adaptarse  a vivir  en soledad y a merced de la naturaleza.
 Para Terra todo  su entretenimiento en sus largos ratos de ocio era el de estudiar en la escuela más sabia que puede haber, la naturaleza que le rodeaba, su única conversación que tenía consigo misma era  hablar unos días con las encinas, otros con los alcornoques que le regalaban el corcho con el que alfombraba el suelo de su choza y de esa manera calentar sus pies en el invierno.
 En realidad era feliz y, por supuesto cuando hablaba con la naturaleza creía que  ésta le respondía a sus preguntas, nunca osó arrancar una flor para prenderla en su cabellera morena, pues su filosofía era que las flores solo por el hecho de ser bonitas, no había que sacrificarla, solo admirarlas.
La naturaleza era generosa con ella, pues en la oscuridad de la noche oía cómo la oscuridad le susurraba al oído  sus más íntimos secretos mientras creía dormir plácidamente en su choza, esa voz parecía decirle, pronto saldrás de este cenobio.
Cada vez que Terra soñaba con esta palabra su cuerpo se estremecía de placer a pesar de que en realidad no sabía qué significado tenía,  pues  para ella era como si fuera una clave que le hacía  soñar con una libertad desconocida, una libertad que a veces creía intuir que no era lo que le convenía, pero sin saber el porqué  esperaba con anhelo.
Ella aprendió a vivir con todo lo que le regalaba la naturaleza, pero a veces su subconsciente le alertaba de que  necesitaba algo más de lo que creía tener, y cuando cada atardecer se sentaba en su taburete de corcho, dejaba volar su imaginación, soñaba con algo tan desconocido cómo el amor.
Uno de los muchos días, pues para ella eran todos iguales, al salir de su choza comenzó a leer el cielo, serían los ocho de la mañana, aquel día  notó que algo intangible la empujaba hacia un precipicio que ignoraba a donde la llevaría, preocupada  por sentir por primera vez cómo su estado de ánimo se entristecía, se atusó su larga melena y,  se dispuso a dar de comer a sus dos ovejas. Entonces y mientras caminaba por una vereda  en busca del Trébol, notó cómo el pecho le empezó a latir con fuerza, mientras en el horizonte el cielo comenzaba a teñirse misteriosamente de color magenta.
Terra en un principio  no le dio importancia, y siguió caminando, iba tan ensimismada con sus pensamientos, que a veces, creía  mirarse a sí misma cómo si ella misma se reflejara en un espejo imaginario, se inquietó, a veces le pasaban cosas que antes nunca le habían pasado, y para echar esos nuevos demonios de su pensamiento, se dijo a modo de convencimiento,  creo  que estas  cosas son  de mujeres.
 Siendo  de lo más natural por tener tan solo quince años, y por esa razón, y casi sin darse cuenta,  ya se dejaba mecer por las nieblas grises del alma.
Una vez recogida las hiervas que necesitaba, se distrae viendo como una oruga trepaba por el borde de su delantal, sin percatarse de, que aquel día la atmósfera era diferente, cuando va en busca de sus ovejas, las dos se encontraban acurrucadas una encima de la otra en un ángulo del pequeño redil, no las oyó balar, ni tampoco el misterioso susurro que a veces hacían al dormitar.
Su fiel perro Ton, un mastín que recogió en medio de unos zarzales recién nacido,  y que para ella era mucho  más que un perro, al ser toda su familia, a veces y cuando lo acariciaba le daba la sensación de que era un ternero. Pero, tampoco salió a su encuentro como solía hacer.
Entonces, Terra comenzó a canturrear, como siempre hacía para despejar los malos augurios, simulando despreocupación. En realidad  era su manera de desnortar sus miedos y no desvelar lo que de verdad sentía.
 Se acercó a un cubo y se dispuso a llenarlo de agua para lavarse la cara, de pronto se oyó un gran estruendo, en este caso le pareció que la tierra se había agrietado, un crujir de ramas que iba unido a  este atroz ruido, le hace salir de la choza para enterarse que pasaba, entonces pudo ver un espectáculo dantesco, las ramas de los olivos y de las encinas se encontraban esparcidas por el suelo cómo tentáculos heridos.
Y entonces su instinto de protección por verse amparada, llama a su fiel amigo Ton, pero no obedece a su llamada, entonces se dirige de nuevo hacia donde se encontraban las ovejas, y espantada ve que las ovejas habían desaparecido, un calor inmenso recorre si diminuto cuerpo, mientras los duendes y ondinas de los ríos parecían fluir en su cabeza con tal fuerza que parecían haber trascendido  toda su magia hasta el mismo lugar en el que ella se encontraba.
 ¿Era acaso un delirio de adolescente?
Sale corriendo, no supo  porque lo hacía, en la precipitación pierde la orientación no se acordaba donde se encontraba, estaba perdida, de pronto un gran terror le invade  no sabía regresar a su choza,  y a pesar de no dejar de mirar hacia todos lados, para Terra era como si la humanidad entera se hubiera fundido en un único espacio y tiempo, donde ella se encontraba como siempre en medio y, sola.

 En unos minutos el cielo se oscureció más de lo habitual, cuando aún eran las ocho de la mañana,  no sabía qué pero algo estaba ocurriendo en el cosmos,  de pronto oyó un ruido infernal que hizo temblar el suelo y, entonces pide a gritos y sin saber por qué lo hacía, que alguien la auxiliase. Jadeante consigue llegar hasta un artefacto nuevo para ella, se acerca con recelo, y entonces vio a un ser extraño, con piernas y brazos como los de ella, aquel ser se encontraba impertérrito. 

SIGUE



miércoles, 18 de septiembre de 2019

tartesos final

Anna una vez vestida con una túnica cosida con hilos de oro, es adornada con joyas de los pies a la cabeza, entonces todos los presentes fueron posando sus labios en su frente, se encontraba hechizada, entonces y sin más, se metió en un sarcófago preparado para la ocasión, una vez dentro, su padre dijo unas palabras.
Has tardado demasiado, pues ya casi nadie nos recuerda como una gran ciudad, los historiadores dudan de nuestra existencia, los arqueólogos no dan con nuestros vestigios.
Pero tú con tu obsesión has dado con tu pueblo, un pueblo perdido en la memoria, pero que permanecía intacto  en ti cerebro.
Ya podemos descansar en paz, ahora sabrán por tu desaparición que efectivamente este pueblo Tarteso, existió, aquí donde nos encontramos, también se podrá comprobar que efectivamente esta civilización, que se ha dicho hasta la saciedad que desapareció abruptamente, no es cierto, sólo fue decayendo como cualquier otra ciudad que llega al techo de la felicidad. 
Y ahí es donde los historiadores no han sabido interpretar nuestra forma de ser y de vivir, pues siempre se han empeñado en que este nuestro pueblo se encontraba cerca de las Columnas de Hércules.
¿Pero porque ese empeño en despreciar a Aliseda cuando ha sido hallado el más grande tesoro de esta civilización precisamente en una finca llamada el Carambolo?
También es cierto que son muchos los misterios que ha sabido guardar esta civilización que fue enormemente rica en metales y en sabiduría, siendo su más grande enigma, el peculiar tránsito de creer en el más allá.
Pero si algo debió suceder, que al parecer  no se puede contar. Pero lo que si pasó es que Anna se quedó allí en aquella cripta junto a sus seres queridos, si alguien pregunta por ella, es fácil decir su paradero, solo se tiene que estudiar el terreno y entonces encontrarán el más hermoso y cuidado tesoro que es la historia de un pueblo que al no haber sido descubierto, se ha convertido en un enigma.
Pero que si se sabe elegir bien  las  piezas de este puzle, puede que se descubra que hubo algo especial en Aliseda, un pueblo  cacereño, legendario, e incluso esotérico, que ha sido la cuna de una de las civilizaciones más avanzadas de la historia. 
Puede ser cierto, o no, pero el tesoro encontrado fue cierto y ha llegado a encerrar un enigma que hay que desvelar.     





lunes, 9 de septiembre de 2019

El enigma de los Tartesos 2º Parte

Siguió caminando el ruido de unas ruedas de hierro que circulaban por unos raíles se hacía patente el acercamiento de un convoy, Anna se encontraba en la estación, entonces ve cómo un tren de mercancías que venía de Cádiz, le seguía otro que hacía escala en Aliseda procedente de Huelva. 
Eran vagones venidos de las minas españolas repletos de bronce, plata y oro, y entonces pudo ver cómo ante sus ojos los obreros se acercaban para descargar  lo que era una gran riqueza, pues era allí, en Aliseda, donde se hacían las armas que serían llevadas por el río Guadalquivir hasta el Mediterráneo, Anma ante tanta actividad de mercancías no apreció que unos hombres extranjeros la miraban, pero ella seguía ensimismada ante aquella ciudad donde los sirios los fenicios convivían junto con los tartesos, todos llegados desde lejanas tierras para probar fortuna haciendo su entrada en la península por el Mediterráneo Oriental.
Anna pregunto a uno de los hombres que se encontraban descargando la valiosa mercancía, de donde se trae estos minerales, del valle del Guadalquivir, contestó uno de ellos, también de Huelva, otros de Río tinto también algo de Badajoz.
Sus ojos ante tanta maravilla, brillaron denunciando que en su interior había un fuego de inquietud que contrastaba con su serenidad aparente, entonces vio un letrero con unos símbolos de fertilidad. De repente descubrió a su madre que se movía entre las gentes que invadían la calzada.
¿Qué demonios hacía allí su madre?
Su madre no parecía haber cambiado en nada pues seguía como siempre con esa mirada lánguida, pasiva, que al pasar junto a ella no hizo ningún gesto de acercamiento hacia ella, pero si su madre había fallecido según le contaron cuando ella nació.
Todo parecía demencial, pues supo que se encontraba en donde debía estar, aunque todo le parecía diferente, las gentes sin dudas parecían muy felices, entonces creyó encontrarse en el Paraíso.
Anna en esos momentos comprendió que en aquella enorme cuidad Tartesa la llamada Aliseda, era donde se encontraban los mejores artesanos, los cuales hacían los más bellos ajuares funerarios, y de casamientos principescos.
Sin dudas era un pueblo adelantado a los tiempos.
En uno de los bancos de aquella avenida Anna tuvo que sentarse, se encontraba tan trastornada y, como estaba entrando el atardecer, miró al cielo que empezaba a cubrirse de fulgurantes estrellas, la incipiente luna goteaba su claridad como si fueran chorros de leche  sobre las montañas, eran las montañas Tartesas.
No podía creer en tanta belleza y armonía, pero de repente se desencadenó una tormenta, y en medio del vendaval que se produjo, el viento depositó junto a Anna un niño.
Anna solo pudo pensar que ¿Quien de aquella comarca podía saber que ella siempre tuvo la ilusión de ser madre de un niño?
 ¿Pero qué clase de ciudad era esa? De repente aparecieron unos danzarines que cogiendo al niño, se lo llevaron.
¿Era un rito?
¿Un sacrificio?
¿Un misterio?
De pronto Anna oye pronunciar su nombre, vuelve la cara y se encuentra frente a frente con su padre, que sin decir nada la coge de la mano y la lleva a su casa, una vez hubo saludado a la familia, con su padre de la mano y la familia como cortejo, se adentran en una cueva escavada bajo la casa, una vez allí, es vestida 



lunes, 2 de septiembre de 2019

El enigma de los Tartesos


A medida que Anna cumplía años, cada mañana y al despertar se asomaba tras la ventana, su indolencia parecía denunciar que su destino era el de dejar transcurrir los días con total desapego, pues ni siquiera la contemplación de un frondoso parque frente a su casa le hacía feliz.
A veces veía pasar los días de manera  vertiginosa y, otros lentos, porque para Anna los días transcurrían como si estuviera a la espera de algo que estaba por llegar.
Y llegó el día esperado, ese día en el que cumplió dieciocho años, entonces supo que le había llegado la hora que desde siempre esperó con ansiedad al tenerla gravada en su imaginación, quizás toda su ansiedad fuera motivada por sentirse cautiva por las lecturas de historia y ciencias, que solía devorar en sus noches de insomnio, pues gracias a las ciencias supo que existían  lugares en lo más recóndito y oscuro de nuestro cerebro, que suele encontrarse dormido y, que a veces y, sólo a veces, suele despertar, perturbando y desbocando nuestra imaginación.
 Entonces esos diminutos posos del pasado que duermen en nuestro cerebro, cuando se activan, lo hacen con tan solo detectar una simple información, entonces es cuando estos diminutos “posos” dormidos retornan a una vida anterior, una vida pasada que apenas puede ser perceptible por la persona que lo ostenta.
Pero que esto puede llegar a pasar en cualquier momento. Pues, ni siquiera  los más avanzados científicos han sido capaces de desvelar con total seguridad qué tesoros  guardan nuestros cerebros.
Pero sí que es cierto que dentro de nuestro cerebro se encuentra algo que por el momento es ininteligible pero que subsiste anidado dentro de nuestra llamada masa gris, y que en cualquier momento de nuestra existencia, puede explosionar para salir a la luz, y, que al salir, puede expandirse con tanta virulencia que puede hacer que nuestro sistema nervioso nos haga ver cosas insospechadas.
Para Anna lo más importante era el de buscar donde se encontraban las civilizaciones perdidas de la antigüedad, pero, la que más mella hizo en ella fue una de las civilizaciones antiguas, que era la de los Tartesios, porque cada vez que leía estas historias, en sus lecturas creía encontrarse aprisionada por los tentáculos de un pulpo gigante que no la dejaban escapar de su embrujo.
Era el día seis del mes de Agosto, cuando Anna echa una mirada a su pequeño reloj de pulsera, se pintó los labios, cogió su mochila, y trotó escaleras abajo hasta llegar al garaje, no supo el motivo por el cual paseo su mirada a su alrededor, pero no descubrió que tras una de las columnas del garaje estaba siendo observada.
Pero ella ya había decidido hacer una incursión por los lugares que siempre le obsesionaron, después de poner a punto  su pequeño y viejo Seat 600 regalo de su padre emprendió el viaje hacia esa ciudad enigmática.
Y aquella misma mañana y, una vez en la carretera la dirección del coche no parece seguir sus instrucciones, el coche de pronto pareció tener vida propia pues por si solo cambió de ruta, dirigiéndose hacia Aliseda, un pueblo de la comarca de Cáceres que se encuentra a unos treinta kilómetros de la capital.
Una vez en ruta, un ruido extraño le hace parar en la cuneta, se baja, pero no ve nada anormal, y cuando pone de nuevo el coche en marcha algo inesperado sucede en el asiento trasero, en él se encontraban dos personas desconocidas que le sonrían, mientras miraban con admiración más que por curiosidad cómo era conducido aquello que llamaron artefacto, Anna al verlos permaneció por unos minutos inmóvil y, sin apenas respirar.
Sigue la conducción fantasma, cuando de repente una explosión de uno de los neumáticos hace derrapar el coche mientras los dos ocupantes reían a mandíbula abierta, Anna se frotó los ojos intentando desembarazarse de aquella visión, que creyó solo se encontraba en su mente.
Se adentra en Aliseda, ante sus ojos aparece un vergel, el bosque era según Anna de ensueño, pero de pronto los envolvió una niebla que lo cubrió todo, impregnado  el ambiente de un olor a duendes.
Ante la niebla pareció relajarse, sin dudas se encontraba en una gran ciudad, la capital de una hermosa  civilización cuyo rey legendario era llamado Argantonio, Anna entonces supo que había encontrado lo que siempre buscó.
Se adentro por un sendero donde los cúmulos que se encontraban a la orilla del camino se iban convirtiendo en bellos edificios, entonces supo que se encontraba dentro de una civilización poderosa y avanzada que guarda misterios aun sin desvelar. Ante ella apareció un gran palacio donde supo que vivía el mítico rey Argantonio, que vivió 120 años que llevó a su pueblo a una larga prosperidad.



Hola de nuevo con vosotros

Buenos días: De nuevo como os prometí he preparado un relato que espero os guste, bien venidos al mundo del CURRO.