martes, 14 de diciembre de 2021

Fue una invitación premeditada...

Uno de los invitados con pose de superioridad comentó, acercándose a mi marido, bebe muchacho, pues parece que nos has traído la suerte, toma toda la bota es para ti. Diego la acepta, y poco después la abandona sin probar un solo trago encima de la mesa, en unos momentos aquello se convirtió en un burdel, donde los modales se perdieron al no tener ninguno de ellos  formación, todos estaban ebrios, por lo tanto, de sus bocas salía todo aquello que les apetecía, se encontraban celebrando algo, pero todos ignoraban que lo que se encontraban festejando era nada menos que la entrada a una puerta que les llevaría a todos hacia otra dimensión que les haría tocar el triángulo de la muerte.

 Pasaron unos minutos y algunos de los invitados comenzaron a tener vómitos y mareos, otros llegaron a perder la consciencia, la anfitriona simulando su enojo pregunta ¿Quién os ha dicho que bebierais de esta bota? ¿Acaso no os habéis dado cuenta que es de otro color?

Los invitados ante la rareza en que se había convertido el ambiente, los que pudieron salieron de la carpa como si les persiguiera el demonio, pues había surgido entre ellos el efecto muerte, mientras la anfitriona sacando su yo de vulgar mujerzuela enarbolando los brazos llenos de joyas, les decía, cobardes, no huyáis, os he hecho ricos, no me abandonéis, esto no es el fin, queda mucho más en las arcas para podernos llevar.

Y dirigiéndose a Diego, Tu eres el culpable, solo tenías que firmar y esto no hubiera pasado, ¿Por qué crees que habéis sido invitados? ¿Acaso se puede creer que me había hecho amiga de la insulsa de tu mujercita porque me caía bien?

 Ahora, puede que hayas creído haber echado a perder lo que teníamos entre manos, pues te equivocas  conmigo, todos os equivocáis, soy una mujer poderosa, y con recursos inimaginables para conseguir todo aquello que me proponga, pues ninguno de los que estáis aquí podéis hablar contra mí, pues debéis saber que os tengo bajo mis garras, y tú,--dirigiéndose a Diego—eres un don nadie, pues ya me encargaré de que no vuelvas  a ejercer tu profesión que no sé cuál es, ni me interesa, solo sé que me voy a encargar de que no te de trabajo nadie, pues has de saber que tengo tantas influencias, que rebasa cualquier poder.

Diego se queda mirándola, como se mira a una bruja malvada, con un gesto de su mano, los dos camareros que se encontraban en la carpa se ponen ante la señora, y Diego con voz firme dijo, ponedle las esposas, esta mujer acaba de perder todas las influencias de las que da alardes, pues ella misma se ha declarado culpable de corrupción y cohecho sin ni siquiera hacerle un previo juicio.

Aquella extraña invitación termino como en las leyendas, aquellos importantes invitados, en la imaginación de un escritor hubieran podido aparecer como en realidad eran, sátrapas, monstruos horripilantes que con sus fauces abiertas esperan devorar a personas honestas con sus manipulaciones maquiavélicas, pues con sus garras de alimañas, arrastran  hacia ellos todo aquello que creen pueden darle unos buenos dividendos.

 Pero estas acciones para estos individuos es normal ejecutarlas, pues al carecer de inteligencia, ni siquiera llegan a imaginar que esas hazañas hechas según ellos con total impunidad, una impunidad que ellos mismos adquieren porque sí. Pero que no llegan a  imaginar que hacer el mal puede atraer hacia ellos algo así como la peste negra, una cruel enfermedad que va penetrando suavemente hasta conducir a un laberinto que lleva hacia la presencia de un espeluznante demonio, que te compensa con una lista de las maldades cometidas, regalándote con su sonrisa un panorama espeluznante, que tú al observar puedes verte tal y como eres. Pues con tanto poder como siempre creen tener  ignoran que desde el principio de sus manejos, esos manejos que se han convertido en infructuosos, estéril,  pues siempre y a pesar de su ocultismo se supo que en aquella idílica finca se escondía envuelta en aires de glamour, una trama criminal dirigida por Satanás, el cual siempre pide su recompensa.

¿Te ha pedido ya la tuya?

Unos años después una mujer anciana pedía limosnas en un esquina un día de lluvia y frio, pero nadie le echaba una moneda, pues bajo su raído vestido asomaba un pergamino extraño, que la gente al mirarla huía pues aquella mujer parecía guardar entre su saya las leyes del diablo. 

FINAL