domingo, 22 de noviembre de 2020

Eldetective 2º parte

 La noche, le estaba pareciendo mucho más corta que de costumbre; no obstante, mira de nuevo hacia el techo, aquel nuevo elemento que había aparecido colgado ante sus ojos, llegó a ponerlo nervioso, y si era…entonces tuvo el impulso de encaramarse al armario de acero para poder ver más de cerca de qué se trataba y qué función desempeñaba  aquella inesperada y rara vitrina. De repente empezó a sentir un miedo que no sabía cómo dominarlo.

Ya parecían asomarse los primeros albores del día, tenía que terminar su trabajo antes que los cristales de las vidrieras inundaran de color aquella sala. Por su olfato de detective, supo que se encontraba sólo, y eso le satisfizo. Sorpresivamente, le pareció que el trabajo le estaba resultando quizás demasiado fácil; entra en aquella habitación, que en su plano rezaba como el despacho del administrador, la puerta se encontraba entreabierta, una vez dentro se mueve con mucha precaución, en esta sala todo se mantenía en la más absoluta oscuridad, cuando decide encender la linterna, se oye algo que le alarma, esto hace que tenga que buscar un escondite a ciegas, palpando logra meterse bajo una mesa. Desde aquel ridículo escondite, ve entrar a un guarda jurado seguido por el que supuso podía ser el administrador, que por su aspecto desaliñado y su mal humor dedujo le habían fastidiado algo de lo que estaba disfrutando y, que precisamente no venía de un sitio muy recomendable.

Desde su escondrijo, pudo oír para su sorpresa, cómo el administrador le decía al guarda con voz cascada ¿estás seguro que no ha entrado nadie aquí?, el hombre pareció encogerse, desapareciendo por unos instantes aquella apariencia de hombre duro ante aquella pregunta inesperada. El administrador, cada vez más contrariado, arremete contra el guarda jurado ¿sabías acaso, que aquí tú prioridad es mantener este despacho fuera de cualquier ojo que no sea el mío? y, como si lo único que le importara fuera su despacho, en dos zancadas, se planta ante un cuadro que presidía la pared, Víctor desde su escondrijo pudo ver cuando el cuadro fue alumbrado por la linterna que portaba el guarda, entonces fue cuando pudo observar de que aquel cuadro era una muy mala copia del retrato del Papa Inocencio X, una sonrisa casi le hace toser, al pensar que sí lo viera Velázquez seguro que le hubiera dado un soponcio.

El hombre que supuso Víctor era el administrador pulsa un botón, el cuadro se abre cómo si fuera la hoja de un libro, mira la pared, para su sorpresa allí no había nada parecido a  ninguna caja fuerte, estaba seguro al encontrarse demasiado cerca, pero sí  pudo ver con total claridad, que lo que allí se guardaba, eran algunos lienzos que parecían estar pegados en el dorso de aquel cuadro, que, por cierto, de nuevo, le da la risa, ante la contemplación de aquella pintura esperpéntica, sobre todo por encontrarse en aquel santuario de perfección y belleza. El administrador, mientras manipula el cuadro, se afloja la bufanda que parecía asfixiarlo

La incomodidad por la postura que había tenido que adoptar bajo la mesa, Víctor  sintió un tirón en uno de los músculos de la pierna, que hizo, que al chocar el pie con la madera, ésta crujiera. Ninguno de los dos hombres oyó aquel ruido al encontrarse abstraídos en comprobar si seguían allí aquellos lienzos que desde hacía cinco meses estaban allí camuflados para, que supuestamente Victos hiciera el cambiazo en el momento oportuno, y que seguramente estaría previsto vender en el mercado negro.

 Con tan sólo una ojeada, el administrador, supo, que todo se encontraba un perfecto orden, porque tras aquel horrible cuadro se escondía, una obra de verdadero arte.

Salen los dos hombres de aquel despacho, el administrador, habla algo entre dientes, el guarda jurado, le sigue sumiso. Víctor, no pudo oír lo que susurraron los hombres, pero sí estaba seguro de que después de estar allí tenía que averiguar lo que aquellos dos hombres se llevaban entre manos. Cinco minutos después y una vez seguro de encontrarse solo sale del escondite; de nuevo se oyen pasos que parecían acercarse al despacho, no tiene tiempo de volver a meterse bajo la mesa, en la penumbra, descubre en una esquina una columna de mármol que sostiene un busto de Napoleón; se pega a la pared para poder ponerse tras ella, y allí estuvo escondido casi sin respirar esperando a que aquellos pasos no entraran en aquel despacho.

En la espera angustiada, nota que algo se desliza por su cabeza, para segundos después, pararse en su cuello, que le hace distraerse unos segundos, sin darse cuenta, que los pasos que antes había escuchado, ya estaban dentro del despacho; por lo tanto tenía que seguir inmóvil escondido tras la columna, sabía que no podía quedarse a descubierto.

 Víctor se había comprometido a sí, mismo, y desde ese mismo instante, que tenía que desenmascarar lo que estaba pasando en aquel palacio. Poco después, y cuando estaba a punto de salir de su escondite, de nuevo entra el administrador, esta vez estaba sólo, en sus manos, llevaba un cilindro o rulo de papel que parecía un manuscrito; abre uno de los cajones de la mesa de despacho que se encontraba cerrado con llave, y precipitadamente deposita allí aquel rollo de papel, en sus prisas ignoró que dentro de aquel cilindro había  otro más pequeño que cayó al suelo.

Víctor cuando estaba a punto de dar un brinco al notar en su cuello, algo que le pareció podía ser un bicho que le andaba por la cabeza, pues notó que tenía más de dos patas, entonces creyó  que se trataba de una  araña de esas que suelen estar entre los cajones de madera donde se guardan los lienzos que nunca son revisados por los expertos y que esperan encerrados a que les llegue su momento de gloria.

 De pronto suena el teléfono, el administrador, lo descuelga para volver a colgar sin decir una sola palabra. Cuando el administrador se acerca a la puerta para salir, aparece otro hombre, que lo empuja hacia dentro, una vez los dos hombres dentro, el que fue el último en llegar, echa una mirada circular por aquel despacho, Víctor expectante mira la escena, pero ignora qué es lo que van a hacer aquellos hombres,  pues algo raro pasaba porque ninguno de los dos intentó pulsar el interruptor de la luz, uno de ellos encienden una linterna que saca del bolsillo del pantalón, pero daba poca  luz, no obstante sus siluetas reflejadas por la claridad que entraba por una de las vidrieras que daban a la plaza que hizo que  Víctor viera sus manejos, pues desde su escondrijo pudo apreciar cómo los dos hombres se miraban cara, a cara, entre los dos parecía haber un odio que traspasaba los límites de la oscuridad. En unos segundos, Víctor, dejó de percibir la silueta del administrador, seguidamente aquella linterna se apagó, no pudiendo oír nada, pero en un segundo un golpe seco que caía al suelo le hace sospechar lo que allí estaba pasando.

Inmediatamente aquel hombre sale del despacho arrastrando un cuerpo inerte que supuso era el del administrador, pero en aquel silencio aparece un tercer hombre, entonces, se oyó el chirrido de una cadena deslizarse por una polea.

Seguirá

 



sábado, 14 de noviembre de 2020

El detective

Víctor  hacía más de un mes que recorría la Piazza de Navona de Venecia en Roma: Desde fuera, cada día estudiaba la estructura de uno de los palacios que configuraban la plaza, poniendo especial atención en el llamado Capitolino, este es un palacio barroco, que era poco visitado por los turistas a pesar de estar declarado cómo museo.

Este palacio, se encontraba situado en la Vía del Corso, el cual había pertenecido aún príncipe del siglo XVII, cuyos descendientes y, aún a pesar de los años transcurridos se encontraba en un interminable litigio con el gobierno por la potestad y explotación de las obras de arte que allí se atesoraban y, que habían pertenecido a los descendientes  de aquel palacio.

Víctor, aquella noche había entrado en aquél palacio por un agujero inmundo,  después de haber recorrido parte del subsuelo  de la ciudad y pasar por malolientes alcantarillas que le hicieron dudar  de aquel trabajo ante los peligros que tenía el tener que  atravesar recodos traicioneros que suelen esconder fosas  insondables. 

Pero Víctor  llegó a la hora que había previsto. Estaba empezando a anochecer y el palacio se encontraba desierto. Después de haber escondido en el sótano la ropa que había usado en su recorrido; se viste con un mono de trabajo negro, minutos después llegaba  al punto exacto, donde estaba previsto tenía que encontrar las instrucciones a seguir.

Aún no había recobrado el dominio de sus nervios; pero a pesar de todos sus temores, ya se encontraba dentro de aquel palacio. Después de subir las escalinatas que conducen al piso principal; intenta situarse, en aquella casi oscuridad, pues se encontraba desorientado, las luces de emergencia  no daban para mucho, pero ese detalle ya lo había previsto; no era el momento de flaquear, tenía que mantenerse lúcido y con grandes dosis de astucia, hasta que sus ojos fueran adaptándose a la escasa luz. Ahora, tenía que confiar plenamente y sin dudas en el plano que previamente había confeccionado después de ojear archivos clandestinamente por el cual tuvo que hacer algún que otro soborno a los funcionarios que eran mal pagados.

El palacio como todos los del siglo XVII era complicado en lo a la arquitectura se refiere. Una vez dentro, sigue fielmente las instrucciones del plano, que va leyendo alumbrado con una diminuta linterna pero, para él enormemente eficaz.

 Se introduce en un salón que le hizo pensar que era de grandes dimensiones, y supuso que se encontraba en el sitio adecuado de lo que estaba buscando. Sus ojos, al poco tiempo de encontrarse allí, se adaptaron a la poca luz que desprendían unos pequeños ojos rojizos que salpicaban caprichosamente el techo.

De repente, encontró en la oscuridad y a la luz de su linterna surgidos como de un mundo de tinieblas, ante él se encontraba un hermoso sueño, la incredulidad le hizo dudar, no podía alejarse de su cometido por aquella belleza que tenía ante él, aunque las paredes de ese inmenso salón, se encontrara tapizado de cuadros con maravillosas pinturas;  ilumina con precaución con su linterna el entorno; ante sus ojos el primer cuadro que tiene ante él, estaba firmado por Haus Memling, entusiasmado, sigue alumbrando con su linterna, allí también había cuadros de Tiziano, Rubens, Tintoretto, Caravaggio; Víctor tiene que coger aire, sus pulmones, se encontraban escasos de oxígeno por la emoción, ahora empezaba a comprender el encargo que le habían hecho, pero no debía dejarse enredar, su misión era otra, aunque tampoco cuando le hicieron el encargo  le dijeron con exactitud qué era lo que en realidad tenía que investigar aunque ahora parecía que todo empezaba a encajar. Ante él se encontraba los más grandes maestros de la pintura de todos los tiempos. Aquel palacio, guardaba un gran tesoro.

Víctor, empieza a darse cuenta de lo arriesgado que empezaba a ser todo aquello; recorre la vista tras su linterna, y encuentra una puerta, a su lado un armario de acero, que parecía estar  estratégicamente previsto para algo concreto, y deduce que estaba cerca la puerta por donde tenía que entrar.

 Era la entrada al despacho del administrador y cuidador de todo el palacio; antes de entrar echó una mirada de desconfianza hacia una vitrina que colgaba del techo, esa vitrina, no estaba recogida  en su plano cuando le dieron el encargo; reacciona, no podía perder ni un segundo en cavilaciones, ya pensaría más tarde lo que tenía que hacer al respecto con aquella vitrina.

SIGUE




lunes, 9 de noviembre de 2020

Mis últimos libros

 Os recuerdo que se acaba de publicar mi última novela UN AGENTE LLAMADO SCOTT, en Amazon, también si lo deseáis podéis entrar en la página y leer la sinopsis de las dos novelas, TODO COMENZÓ EN MIELEC, dos novelas que no te dejaran impasibles.

Son novelas de  historia, intriga y magia y, que mejor que el  regalo de un libro para estas Navidades, que se nos presenta el tener que pasar mucho tiempo en casa.

Porque un libro te hace soñar con entrar a un mundo inimaginable, que hace que con la lectura, te sientas héroe o villano, os la recomiendo.

Y es de TERESA SÁNCHEZ ROMERO.

Solo en Amazon.

Gracias por vuestra atención no me falléis os quiero




viernes, 6 de noviembre de 2020

En honor a mi padre

Siempre tuve un especial interés por Garrovillas de Alconetar, quizás este interés me vino de cuando era pequeña, cuando un día y por casualidad, oí decir a mi padre  que había nacido en este lugar, pero nunca se me ocurrió preguntar  el motivo que tuvo la familia para que se trasladaran a vivir a la capital siendo Garrovillas un pueblo cargado de historia.

Pero ahora entiendo el señorío que emanaba de mi padre, pues todo aquel que lo conocía  le llamaba con respeto Señor Víctor.

Cuando más tarde supe la historia de este pueblo señorial, pues en muchas de sus fachadas se prodigan los blasones, y dónde también los Templarios tuvieron su morada, y supe  que esta zona de Cáceres se sufrió  una hambruna  producida por una devastadora sequía que afectó  a todos de manera desastrosa.

Una parte de esta población tuvo que emigrar; la familia de mi padre fue una de la que sufrió este revés, y optó por ubicarse en la capital, quizás nunca se mencionó  este hecho por haber pasado por esta penosa situación hasta que se adaptaran a esa nueva vida que les tocó vivir.

Y más tarde para mí sucedió algo inconcebible, pues la casualidad me llevó a conocer la tierra de mis ancestros, pues mis hijas me invitaron a conocer la Hospedería que había abierto sus puertas, aquel domingo nos encaminamos a Garrovillas para pasar una velada en familia. Recuerdo que aún no se habían realizado las reformas actuales.

Aquel día entraba por primera vez en aquella fortaleza—palacio, yo me dirigí hacia las amplias escaleras, anchas de granito, majestuosas, que conducen al piso noble, y recuerdo que cuando me encontraba subiendo las escaleras, algo se encendió en mi alma, pues me resultó difícil creer que aquel escenario me era familiar, mis hijas me observaban desde abajo, cuando vieron mi reacción y, bajé las escaleras brincando, y yo al mirarlas vi en sus miradas una mirada de complicidad, pues ellas habían sentido la misma sensación que yo.

Me atrevo a contar esta parte privada de mi historia, porque  acaba de llegar a mis manos  algo que para muchos puede llegar a ser insólito.

Empezaré por contar que hay intención por parte de La Junta extremeña el restaurar el convento de San Antonio de Padua, pero aquí  creo  que viene lo insólito, pues por el momento  esta  restauración  de una de las maravillas arquitectónicas de nuestro querido Garrovillas, se ha suspendido, porque según se dice, han aparecido dentro del convento “cosas raras”.

¿A qué se refieren como cosas “raras” acaso les aterra  saber que la muerte no existe, porque no desaparecemos? Por lo tanto estos seres que se supone se encuentran habitando estas ruinas y lugar de oración, estos SERES puede que no soporten  como su hábitat, una joya valiosa que se consienta dejar morir,  con  ese desprecio absoluto a todo lo bello, pues esas paredes medio derruidas, que no se olvide que aún respiran historia, una historia que nos pertenece a todos porque es necesario saber de dónde venimos para saber a dónde vamos.

Quizás es un rompecabezas que nos presenta la historia, al ser como siempre estos inmuebles pactos de la especulación al saber que se encuentran enterrados en estos lugares de culto, algunos de los personajes que en otros tiempos dieron esplendor a estos lugares.

El misterio, a lo desconocido, no suele gozar de credibilidad, sin embargo, no olvidemos que existen razones para creer  que hay enigmas que pueden llegar a tener visos de ser reales, aunque muchos de ellos se nos presenten  enmarañados  por las nieblas del olvido.

Y yo digo que Garrovillas de Alconetar es una joya que solo le falta quitarle el polvo para poder contemplar su pasado glorioso, y no hay que olvidar que aún tiene vida.