Siempre tuve un especial interés por Garrovillas de
Alconetar, quizás este interés me vino de cuando era pequeña, cuando un día y
por casualidad, oí decir a mi padre que
había nacido en este lugar, pero nunca se me ocurrió preguntar el motivo que tuvo la familia para que se trasladaran a vivir a la capital siendo
Garrovillas un pueblo cargado de historia.
Pero ahora entiendo el señorío que emanaba de mi
padre, pues todo aquel que lo conocía le
llamaba con respeto Señor Víctor.
Cuando más tarde supe la historia de este pueblo señorial, pues en muchas de sus fachadas se prodigan los blasones, y dónde también los Templarios
tuvieron su morada, y supe que
esta zona de Cáceres se sufrió una hambruna producida por una devastadora sequía que
afectó a todos de manera desastrosa.
Una parte de esta población tuvo que emigrar; la
familia de mi padre fue una de la que sufrió este revés, y optó por ubicarse en
la capital, quizás nunca se mencionó
este hecho por haber pasado por esta penosa situación hasta que se
adaptaran a esa nueva vida que les tocó vivir.
Y más tarde para mí sucedió algo inconcebible, pues la
casualidad me llevó a conocer la tierra de mis ancestros, pues mis hijas me
invitaron a conocer la Hospedería que había abierto sus puertas, aquel domingo
nos encaminamos a Garrovillas para pasar una velada en familia. Recuerdo que aún
no se habían realizado las reformas actuales.
Aquel día entraba por primera vez en aquella
fortaleza—palacio, yo me dirigí hacia las amplias escaleras, anchas de granito,
majestuosas, que conducen al piso noble, y recuerdo que cuando me encontraba
subiendo las escaleras, algo se encendió en mi alma, pues me resultó difícil
creer que aquel escenario me era familiar, mis hijas me observaban desde abajo,
cuando vieron mi reacción y, bajé las escaleras brincando, y yo al mirarlas vi
en sus miradas una mirada de complicidad, pues ellas habían sentido la misma
sensación que yo.
Me atrevo a contar esta parte privada de mi historia,
porque acaba de llegar a mis manos algo que para muchos puede llegar a ser insólito.
Empezaré por contar que hay intención por parte de La
Junta extremeña el restaurar el convento de San Antonio de Padua, pero aquí creo
que viene lo insólito, pues por el momento esta
restauración de una de las
maravillas arquitectónicas de nuestro querido Garrovillas, se ha suspendido,
porque según se dice, han aparecido dentro del convento “cosas raras”.
¿A qué se refieren como cosas “raras” acaso les
aterra saber que la muerte no existe,
porque no desaparecemos? Por lo tanto estos seres que se supone se encuentran
habitando estas ruinas y lugar de oración, estos SERES puede que no soporten como su hábitat, una joya valiosa que se consienta dejar morir, con ese desprecio absoluto a todo lo bello, pues esas
paredes medio derruidas, que no se olvide que aún respiran historia, una
historia que nos pertenece a todos porque es necesario saber de dónde venimos
para saber a dónde vamos.
Quizás es un rompecabezas que nos presenta la
historia, al ser como siempre estos inmuebles pactos de la especulación al
saber que se encuentran enterrados en estos lugares de culto, algunos de los
personajes que en otros tiempos dieron esplendor a estos lugares.
El misterio, a lo desconocido, no suele gozar de
credibilidad, sin embargo, no olvidemos que existen razones para creer que hay enigmas que pueden llegar a tener
visos de ser reales, aunque muchos de ellos se nos presenten enmarañados
por las nieblas del olvido.
Y yo digo que Garrovillas de Alconetar es una joya que
solo le falta quitarle el polvo para poder contemplar su pasado glorioso, y no hay que olvidar que aún tiene vida.


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