martes, 14 de septiembre de 2021

¿Porqué aquel día nevó?

¿PORQUÉ AQUEL DÍA NEVÓ?

 

Aquella mañana comenzó a caer la nieve sobre Madrid, lo hizo inesperadamente, en unos momentos los copos empezaron a teñir las calles y las avenidas de blanco. Anna desde los cristales de la churrería donde se encontraba desayunando, deja vagar sus pensamientos mientras contempla el ir y venir de la gente que como ella iba a trabajar cada día, también veía como caminaban con prisas después de haber perdido mucho tiempo  buscando donde poder aparcar para poder desayunar.

Ante esta contemplación se toma el último sorbe de café, no llega a terminar el líquido de la taza, aquella mañana se encontraba inquieta sin motivo aparente, y cuando se dispone a salir de la churrería, un hombre se interpone entre la puerta y ella, lo mira sorprendida al recibir el golpe que le propinó con un portafolios que llevaba en la mano, Anna hizo un gesto de desagrado, el hombre, muy cortés  la obsequió con una media sonrisa, que esa sonrisa le heló la sangre, era la primera vez que se cruzaba con él, no sabía quién era, pero aquella sonrisa quedo grabada en su cerebro.

Una vez en la calle, se mira los pies y ve con desagrado que no llevaba puesto el calzado adecuado, decide llamar un taxi,  la nieve parecía caer con mucha intensidad por momentos, el trayecto que había de la churrería a la oficina, se le hacía difícil al no llevar el zapato adecuado para caminar por el asfalto que en unos momentos se hizo resbaloso al cubrirse por la nieve.

 Una vez en la oficina y, cuando entra en su despacho, situado en el edificio de los ministerios, se sienta ante su mesa, una pila de informes la esperaban para ser revisados, con desgana mira aquellos papeles que por primera vez desde que ocupó ese puesto no supo por dónde empezar; saca su agenda del cajón, la pone encima de la mesa, el estado de ánimo frenético en el que se encontraba le hace trabajar sin parar, a la hora del café, duda si ir a la cafetería de costumbre, pero cómo si un motivo importante le esperara, se puso en pie, se acercó al perchero y se puso el abrigo con precipitación, al bajar en el ascensor, su corazón se acelera, poco después al salir a la calle, aspira con ansiedad el aire que parecía necesitar, tanto como un pez necesita sumergirse en el agua, entra en la cafetería, el camarero sin que ella lo pidiera, y como siempre, le sirve un café con tostadas, y entonces lo vio de nuevo, la mira, y ante aquella mirada Anna siente que aquel hombre la estaba manipulando, y que por su actitud parecía esperarla, mientras le sonríe, Anna no consume el café, pues precipitadamente sale a la calle, y entra como una exhalación en el ascensor de su oficina, una vez en el pasillo, y antes de entrar en su despacho, le pareció verlo de nuevo, pero desecha la idea, esta vez creyó ver que hablaba con su superior. Su excitación aumenta, una de sus compañeras al notar que se encontraba nerviosa le pregunta.

 ¿Necesitas algo?

 No nada, sólo es que la nieve me pone nerviosa—contestó--.

Con mano temblorosa descuelga el teléfono, marca un número que tenía apuntado en su agenda; al otro lado, una voz masculina le tranquiliza, después de intercambiar unas cuantas palabras insulsas, cuelgan.

Cuando llega la hora de salida, una vez en la calle Anna se precipita a coger un taxi, necesitaba estar en su apartamento, y descansar, cuando llega a su casa, abre la puerta con una excitación que le era difícil de controlar, la jornada había sido dura, de repente siente como si un terror auténtico le invadiera, no entiende cómo esa sensación pudo apoderar de ella, y comenzó a sentir cómo dentro de su cabeza unos  pensamientos difíciles de explicar, pues una   vez dentro de su casa estos pensamientos se manifestaban en forma de monstruos.

 De repente y aún con la luz mortecina del atardecer, y cuando se encontraba sentada para relajarse, entonces ve aterrada cómo las luces de su apartamento empezaron a encenderse sin motivo aparente, intenta sobreponerse ante aquella visión, no sabe cómo podía tener esos pensamientos, para distraerse pone la radio, un locutor decía que, los rusos acababan de lanzar con éxito el primer satélite orbital y estaba sobrevolando los Estados Unido, y eso a ella que le podía importar, cambia de dial, no necesitaba saber los detalles, y cambia una y otra vez  de dial.

Hasta lograr sintonizar con Radio Honda, que en esos momentos daba la noticia de que unas investigaciones hechas en absoluto secreto, habían dado como resultado que las sospechas de un importante fraude eran ciertas, y todo se ha sabido a causa de una indiscreción de uno de los implicados, que fue el que hizo con su indiscreción levantar una polvareda de sospechas, sobre cierto negociado que no parecen estar exento de una conspiración.

Anna al oír esta información, su mente pareció quedarse vacía, cómo si una fuerza poderosa le estuviera prohibiendo pensar. Anna entra en la cocina, no tenía apetito, se pone un vaso de leche, y coge dos galletas, poco después se mete en la cama, el sueño no parece querer acudir a su cita obligada, de pronto el teléfono suena insistentemente, no lo coge, siente miedo, momentos después vuelve a la tarea de intentar dormir o al menos descansar la mente.

Se levanta con los primeros albores de la mañana, como siempre sale hacia su trabajo sin desayunar, y al cerrar la puerta, ve que había un paquete en el suelo, lo coge extrañada, y cuando ve que estaba dirigido a ella, curiosa entra de nuevo en su casa, lo abre, y en una carpeta ponía como anunciado, LOS SECRETOS DE LA BÍBLIA DEL DIABLO.

Duda en abrir aquellas páginas, en la primera página decía, el Codex Gigas o biblia del diablo, es famoso por ser considerado el manuscrito latino más grande de Europa conservado y por contener un inexplicable retrato del diablo, siendo este uno de los enigmas más interesantes de la Edad Media.

Anna no sale de su asombro, ¿Quién podía haber mandado aquello?

Más tranquila piensa que tal vez se hubieran confundido. Lo deja encima de la mesa y se fue a trabajar, al subir al autobús, una mujer le sonríe como si se conocieran.

Y cuando se encontraba desayunando en el sitio de costumbre, le vino a la memoria aquel paquete, y decidió que en cuanto llegara a casa lo devolvería a correos. Pero cuando cogió un churro para llevárselo a la boca, de pronto apareció de nuevo aquel hombre, sus ojos al mirarla parecían dos ascuas incandescentes.

Anna sale de la churrería sin apenas probar el café, con paso apresurado llega a la oficina, entra en su despacho, y cuando va a colgar el bolso en la percha, una voz desconocida le sobresaltó, tenga señorita se le ha olvidado que tenía que traer este paquete, el jefe está esperando que se lo lleve.

Anna al ver de nuevo a  aquel hombre, y que  ponía encima de su mesa el paquete que había encontrado en la puerta de su apartamento, quiso gritar, sin darse tregua a pensar qué podía hacer, porqué era todo tan extraño, pero la voz de su jefe por megafonía la reclama en su despacho, le hace olvidar preguntarle a aquel hombre que quien era.

Anna con aquel paquete bajo el brazo, corre hacia el despacho del jefe como una exhalación, pide permiso, entra, y el jefe se precipita sobre el paquete nada más ponerlo en la mesa, Anna, espera impaciente. El jefe una vez termina de ojear aquello, de pronto, y dirigiéndose a ella dice, ¿Y los documentos que te dije que firmaras, donde los has metido aquí no los veo?

Anna no sabe de qué le estaba hablando, entonces el jefe se levanta, y con voz que parecía estrangulada, le dijo, gracias por no firmar esos documentos, pues me hubieras condenado a ser un indeseable.

Entonces Anna perpleja, piensa.

¿Pero qué tiene que ver con la administración los secretos de la Biblia del diablo?

El jefe que pareció leer sus pensamientos, contestó.

Nada, con nada que nos interese, pues estuve ciego, y he estado a punto de hacerte caer en la trampa conmigo. Anna de pronto siente que el despacho desprende un olor nauseabundo, y cuando se acerca para abrir la ventana y ventilar, al asomar la cabeza se da cuenta que en la calle había un gran alboroto, mira con detenimiento, y en el asfalto yacía su jefe junto a aquel hombre, y alrededor unos papeles revoloteaban entre los curiosos como almas perdidas.

Anna tardó en recuperarse, pero pronto lo olvidó, pues cuando el alma se mantiene limpia todo lo desagradable se olvida.