Anna se sienta de nuevo tras su
otero, entonces le empezaron a venir a su memoria cosas que ni siquiera
recordaba haber vivido, cómo tampoco recordaba el día en que se hizo cargo de
la finca, se inquieta, pues tampoco podía dibujar en su memoria el rostro de
quién podía ser ese tío, o pariente de su padre el cual la nombró heredera.
Pero, a veces necesitaba recordar
cual fue el motivo por el que había escogido
aquella forma de vida y, en la soledad del campo, después de
reflexionar, piensa que debía haber alguna razón poderosa que le incitase cada
día a mirar por mirar sin apenas interrupción por aquel ventanuco, el infinito.
Anna a veces tenía la convicción de
que estaba esperando que apareciera algo, que estaba por llegar pero que no llegaba, Anna con ese gesto
diario parecía querer descubrir los misterios que su entorno encerraba, a pesar
de que su intuición le dijera que se encontraba en un lugar extraño, insólito
para ella.
Al día siguiente serían las ocho de
la tarde y, el cielo seguía encapotado con el mismo color gris de duelo,
mientras tanto ella seguía sentada ensimismada en su contemplación, como si
esto fuera lo único importante para ella, esperar, y mirar por aquella pequeña oquedad.
Frente al ventanuco se podía divisar
un promontorio en cuya cima, marcaba y el filo del horizonte se encontraba
una larga fila de olivos que hacían una muralla que le impedía ver aquel lado del
horizonte, a veces ante esta visión Anna sentía la necesidad de dar rienda
suelta a su fantasía, pues se le antojaba
que aquellos olivos impertérritos podían ser los guardianes que cortaban
el paso para que no se pudiera ver más allá de lo que conllevaba su autoridad.
Llegó al fin el temido día de la
llegada de aquella visita, al medio día, y por primera vez desde su llegada se
encontraba paseando por la vereda de pizarra que cómo una alfombra gris conduce a la entrada de la casa, se hallaba
cerca de la verja de entrada a la finca, cuando un temblor hace que se alerte,
de repente, ante ella aparecieron unos treinta camellos que subían azuzados
por los látigos de sus jinetes que se acercaban a ella peligrosamente, el relincho
de los animales denotaban el esfuerzo que tenían que hacer al hundirse sus
pezuñas en el barro del camino, Anna cierra los ojos ante este espectáculo,
cuando los abrió, vio como esta
desenfrenada galopada los llevaba hacia un precipicio.
Poco después decide entrar en la
casa, intrigada por lo que acababa de ver, antes de entrar volvió la cara, y
atónita descubrió algo que antes no había visto, en lo alto del promontorio, la
silueta de los olivos habían desaparecido, y en su lugar se encontraba un tétrico castillo que enmarcaba desafiante la montaña, sin duda
pensó era una fortaleza, porque desde donde ella se encontraba parecía ser
inexpugnable, era como si aquel olivar al desaparecer hubiera tomado el cuerpo
visible de un castillo; desde lo alto parecía
un vigía, un halcón que desde lo alto de su nido divisa sus posesiones
¿Acaso estaba sufriendo alucinaciones?
Anna olvidándose de la visita que esperaba, se metió en la
casa precipitadamente, cerró con llave ( Que nunca antes había hecho) y se
dirigió a su alcoba, mientras subía las escaleras, iba mascullando, Señor,
Señor, con los brazos cruzados sobre el pecho, era como si estuviera a
punto de enfrentarse a una ardua
contienda, entonces, y por primera vez sintió miedo, nunca se percató de que
necesitara luz, pero en esos momentos al ver cómo la luz de las velas oscilaban
haciendo figuras dantescas en la desnuda pared, entonces fue cuando descubrió
que la casa estaba más fría, y angosta que nunca, entonces descubrió que se encontraba perdida ante un mar de
confusiones, pero no tenía otra opción que la de seguir adelante, ya no podía
retroceder ni siquiera un paso.
Y en ese mismo momento intentó recomponer sin resultado las
piezas del puzle que en su mente no parecían encajar desde que descubrió aquel
castillo
¿Por qué, antes le
había pasado desapercibido?
Sin dudas algo se encontraba fuera de lugar, pues sabía que
su mente se encontraba lúcida como siempre, pero si supo que ella sola no podría
enfrentarse a algo que evidentemente había aparecido mágicamente.
Ante aquellas dudas sobre, qué era lo que estaba pasando, su
cuerpo pareció flaquear, ya ni sus convicciones eran firmes cómo ella siempre
creyó que lo eran.
Cuando entró en su alcoba y antes de llegar a la cama tuvo
que apoyarse en la butaca que hacía de descalzadora, pues se encontraba
desfallecida. Nunca sabría si aquella noche se acostó en su cama. Pero tampoco
sabría si aquella noche lo que soñó fue
verdad, o un sueño, lo que vio cuando se encontraba asomada al balcón, ni
tampoco podía recordar que miró con
ansiedad desmedida la bruma que produce la tierra después de la lluvia, que no
la dejaba ver con claridad, ni tampoco cómo el campo de repente empezó a iluminarse, entre
las sombras, porque pudo ver cómo unas luces intermitentes de fondo iluminaban la ladera de la montaña, mientras se hacía oír una
letanía mortuoria que parecía formar parte de un cortejo fúnebre.
Al día siguiente, y al alba, se encontró sentada como siempre
ante el ventanuco, estaba desorientada, se levanta para buscar un catalejos que
sabía tenía en alguna parte, al encontrarlo, otea la montaña con minuciosidad,
era cierto allí se encontraba aquel castillo o fortaleza, entonces observa que
alrededor del edificio había mucho movimiento, esta situación le asusta, algo
estaba pasando, su finca ocupaba una parte importante de aquel valle, esto le
hizo pensar de que ella también podía encontrarse en peligro.
Aquella noche, tras el
ventanuco estuvo de vigilia continuada,
pero llegó la mañana y no había pasado nada; después del desayuno volvió a su puesto tras el ventanuco,
entonces oyó rumores de voces mezcladas con el relincho de caballos ante la
puerta de la finca, parecían estar fraguándose algo muy pero que muy peligroso
para ella.
Sin pensar lo que hacía, salió de la casa, adelanta unos
pasos hasta ponerse frente al que parecía ser el cabecilla de aquello que
parecía una insurrección, pero al tener cerca a este personaje, tuvo una
extraña impresión, sobre todo al escuchar el tono de su voz.


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