En cuanto se ve solo sale del escondrijo, mira
por la rendija de la puerta, y ve como aquella vitrina que pendía del techo y que momentos antes le había parecido sospechosa, ahora estaba siendo manipulada y, pudo contemplar cómo
bajaba para ser abierta, atónito contempla cómo el hombre que la manipulaba lo hacía con la pericia de un forzudo, dobla
el cuerpo del que parecía ser un cadáver como si se tratara de un pelele, para
meterlo sin dificultad dentro de aquella vitrina. De nuevo se dejó oír el ruido
de la cadena que era izada de nuevo,
para volver a ser colocada en su sitio.
Después de haber observado aquella maniobra Víctor vuelve a su escondite, entonces uno de aquellos hombres desaparece ante sus ojos en la
oscuridad y, el que parecía haber ganado
en aquella contienda se queda, y ve cómo saca de debajo de su gabán un cilindro, y que abriendo el cajón con una ganzúa, hace un cambio, llevándose consigo el que se
encontraba metido en el cajón.
Víctor nunca se creyó un cobarde, pero supo
que, estaba metido en algo que en su contrato le habían ocultado. Mientras ve
impotente como aquel hombre sale del despacho con total impunidad, con el
cilindro bajo el brazo, no dejándose ver la cara al ocultarla tras una
mascarilla quirúrgica, pero aquella figura a Víctor le pareció familiar.
Entonces decide esperar el momento oportuno para salir de allí, ya se empezaba
a notar movimiento en aquel palacio, Víctor decide serenarse, no podía perder
la calma, tenía que pensar en la manera de salir de allí sin ser sospechoso, en
aquella terrible espera cree volverse loco.
¿Qué es lo que estaba pasando allí?
Aquel despacho,
en un momento le pareció, que se convertía el andén de una estación de metro, donde entraba y
salía mucha gente. De nuevo aparece el guarda jurado, se acerca al cuadro que
tenía de cabecera el administrador, lo descuelga, y coge lo que parecía un
lienzo enrollado que se encontraba en el dorso del cuadro; al cogerlo, lo extiende
cuidadosamente, encima de la mesa para meterlo en un tubo que parecía de
plástico. Poco después sale tranquilamente del despacho con aquel tubo bajo el
brazo. Víctor, tenía que salir de allí cuanto antes, pues ya se oían los susurros de las mujeres de la
limpieza que empezaban su tarea diaria, sale de su escondrijo antes que una de aquellas
limpiadoras entrara, cuando baja las escaleras saluda a una de las mujeres que
limpiaba la alfombra con un aspirador, le da los buenos días, y tranquilamente se dirige a
la puerta de salida.
Cuando Víctor
llega a su modesto despacho, mira con orgullo la placa de bronce que rezaba
Detective Privado. Suena el teléfono, al otro lado una voz cálida; le dice, has
conseguido hacer bien mi encargo…El movimiento del reloj que pende de la pared,
de aquel humilde despacho, parecía haber sido manipulado, pues le pareció que
estaba falseando la hora; y metiendo la mano en el pantalón, saca aquel papel
que por descuido del administrador cayó al suelo al encontrarse metido en aquel cilindro.
Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro
de Víctor, mientras se decía para sí, nunca pensaste que con un detective de poca monta, es
difícil jugar al juego de las mentiras; se sienta en su sillón y balancea una
de sus piernas que indolente había puesto en el apoyabrazos del sillón, sabía que había
descubierto algo importante, aunque la silueta de aquel “hombre” en la penumbra
llevara con gran elegancia un sombrero de campana y una mascarilla quirúrgica,
sin sospechar que en un descuido había dejado
asomar levemente su melena morena y brillante; creyéndose que podía despreciar la sagacidad del detective, pero, Víctor también sonríe al pensar que ella ignoraba que la tenía
en sus manos, pues, aquella cinta del
sombrero, que él creyó ver en la oscuridad, era una de esas cintas que cierran los
papiros, y que fortuitamente había caído al
suelo justo al lado del cilindro, que,
poco después él recogió . Pues ella ignoraba que aquella cinta de su sombrero era la clave para desenmascarar, sin embargo ella no le dio a este detalle la más mínima importante, ignorando de que él tenía con esa cinta la prueba de que ella había estado allí, por lo tanto la tenía en
sus manos, sobre todo por que la delataba como ser la instigadora de aquellos robos.
Aquella mujer
que lo había contratado, quizás quiso que él fuera testigo de aquella
pantomima; aquella mujer poco después, hablando con Víctor parecía tranquila, por el tono de su voz se
creía triunfadora, porque desconocía que aquel “pobre” detective había
descubierto su trama, y la tenía atada de pies y manos.
FINAL


No hay comentarios :
Publicar un comentario